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10 de Mayo del 2015
Ideas
Lectura: 7 minutos
10 de Mayo del 2015
Natalia Sierra

Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito 

Mas allá de la cínica retórica revolucionaria
Siete años más tarde, la misma mano que se cortaría antes de firmar un TLC, sin ningún sentimiento de vergüenza firmó el Tratado comercial con la Unión Europea, después de años de negociaciones bajo la mesa. Con la ilegítima decisión tomada, de pronto todos los funcionarios del gobierno que se rasgaban las vestiduras afirmando ser de izquierda, defender los intereses del pueblo que los llevó al poder, cumplir con el mandato popular, con todo la desvergüenza posible argumentan a favor de las bondades del TLC.

Son tantos y repetitivos los actos prepotentes, autoritarios, incoherentes, risibles y grotescos que día tras día protagoniza el primer funcionario del Estado, que además  de indignar, obligan a cuestionarlos y rechazarlos, como fue el último numerito presidencial de pelear con un adolescente, hecho que realmente colmo la paciencia de muchos.

Sin embargo, cansada ya de tanto absurdo y convencida de que los berrinches presidenciales no hacen sino desviar la atención social hacia temas que, si bien molestan a la ciudadanía, no permiten el necesario debate sobre el proyecto político conservador que impulsa Alianza PAIS (AP).

Considero urgente detenernos a señalar las políticas gubernamentales que delatan, con absoluta nitidez, la posición política de los miembros de AP y los intereses que defienden y por los cuales militan.

Con la absoluta seguridad de que no es un secreto para nadie que el poder real de AP pertenece a los grupos más conservadores vinculados, por décadas, a la derecha económica y política del país (socialcristianismo y democracia cristiana), el núcleo de su proyecto no se descubre tanto por los individuos de derecha que hoy militan en la “revolución ciudadana” como Mera, Celi, Alvarado, Falconí Puig y tantos otros, sino por las políticas estatales que viene ejecutando el gobierno de AP y que son abiertamente subsidiarias de los intereses de los grandes grupos económicos nacionales e internacionales (financieros, agro empresas, importadores, exportadores, extractivos, constructores, etc.)

Desde esta perspectiva, en esta oportunidad, apoyo y ratifico la denuncia que han hecho varias organizaciones sociales sobre la ilegítima firma del Tratado Comercial (TLC) con la Comunidad Económica Europea.

Durante dos décadas y media la sociedad ecuatoriana, expresada en sus movimientos sociales, especialmente el movimiento indígena, resistió, se movilizó y luchó en contra de la intención de los gobiernos neoliberales de firmar el Tratado de Libre Comercio  con Estado Unidos. "No al TLC" fue una demanda emblemática de la lucha en contra del neoliberalismo, en razón de los graves perjuicios que estos acuerdos comerciales traen a las economías populares y solidarias, sobre todo de los países pequeños.

La resistencia contra los tratados de libre comercio marcó el contenido revolucionario de las luchas anti neoliberales, no solo en el país sino en el continente. La movilización social ecuatoriana defenestró a tres presidentes de forma consecutiva y así derrotó su intención de firmar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, entre otras intenciones de la política neoliberal. Fueron estas gestas de lucha popular las que construyeron una conciencia política anti-neoliberal y en algunos casos anticapitalista en la sociedad, que hizo posible abrir un el espacio político para la llegada del gobierno de la Revolución Alianza Ciudadana.

La razón por la cual Alianza PAIS conquista  el poder del Estado es, en gran medida, porque su propuesta de gobierno respondía a las demandas sociales antineoliberales, ya que hacía suyos muchos de los planteamientos del programa político de los movimientos sociales. Al inicio del gobierno de la “revolución ciudadana” una de sus propuestas emblemáticas fue, justamente, la postura de no negociar un Acuerdo Comercial, o TLC, entre la Comunidad Andina de Naciones y la Unión Europea. Incluso se comenta que el mismo presidente Correa había dicho que “se cortaría la mano, pero no firmaría un TLC”.

Sin  lugar a dudas, Alianza PAIS, como gobierno, se comprometió con la sociedad a que no firmaría ningún acuerdo de libre comercio: "NO al TLC".

Siete años más tarde, la misma mano que se cortaría antes de firmar un TLC, sin ningún sentimiento de vergüenza firmó el Tratado comercial con la Unión Europea, después de años de negociaciones bajo la mesa. Con la ilegítima decisión tomada, de pronto todos los funcionarios del gobierno que se rasgaban las vestiduras afirmando ser de izquierda, defender los intereses del pueblo que los llevó al poder, cumplir con el mandato popular, con todo la desvergüenza posible argumentan a favor de las bondades del TLC.

El contenido de su discurso antineoliberal y anticapitalista “mágicamente” cambió.

Comenzaron con eufemismo del tipo: no es un TLC sino un “Acuerdo de Comercial”, en un intento cínico de confundir a la población como que si no supiéramos que los TLC tienen los mismos efectos que los llamados Tratado Bilaterales de Inversión o de los Acuerdos Comerciales, es decir la concesión de derechos a las multinacionales en perjuicio de las pueblos, las comunidades y las personas que habitamos en  los país empobrecidos. 

Con el cuento tramposo de que no es un TLC, sino un Acuerdo Comercial lo que se firmó con la Comunidad Europea, no se informa al pueblo cuáles son los riesgos que traen a nuestra economía popular campesina y pequeña la protección a las inversiones extranjeras que este TLC implica. Nadie explica ni informa las consecuencias de la ofensiva de los negocios de las telecomunicaciones, de los servicios financieros, infraestructurales, empresariales, farmacéuticos y ambientales de las  trasnacionales europeas, y el peligro cierto de la desnacionalización de los sectores estratégicos de nuestra economía.

Hay un total hermetismo acerca de lo que sucederá con las patentes, los derechos de propiedad intelectual de las comunidades y de los pueblos ancestrales, todos aquellos acuerdos conocidos como los puntos de Singapur.

No se debate y ni si quiera se socializa los cambios en la normativa constitucional qué se tendrá que hacer para adecuarla a las exigencias del Acuerdo Comercial con la UE, menos lo que esto significa en pérdida de derechos individuales y sobre todo en derechos colectivos. ¿Qué se va a hacer con normativas constitucionales como los derechos de la naturaleza y los derechos de la propiedad intelectual de los conocimientos ancestrales que prohíben su mercantilización? ¿Qué sucederá con la prohibición de importar y plantar semillas transgénicas, con el acceso a servicios públicos? ¿Qué sucederá con nuestra producción campesina ya debilitada cuando tenga que competir con la poderosa y subsidiada agroindustria europea?

Los “revolucionarios” de PAIS no son más que funcionarios del gran capital internacional. Digan lo que digan sobre su supuesta pertenencia a un proyecto popular y de izquierda, sus acciones políticas, claramente enmarcadas dentro del proyecto capitalista más descarnado, los señalan en el mejor de los casos como embaucadores y en el peor como traidores. 

[PANAL DE IDEAS]

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