
"Sólo yo puedo juzgarme. Yo sé mi pasado, yo sé el motivo de mis opciones, yo sé lo que tengo dentro. Yo sé cuánto he sufrido, yo sé lo que es ser fuerte y frágil, yo y nadie más".
Oscar Wilde, Cartas a Lord Alfred Douglas
New York, Manhattan, septiembre 2001 (una semana después del atentado a las Torres Gemelas). Deambulo por Soho, uno de los barrios bohemios de la capital del mundo, el viento de la noche otoñal levanta hojas de maple, hay cafeterías, pubs y discotecas abiertas, los jóvenes pululan con su energía freática que no se detiene ante nada. Encuentro a una pareja de hombres besándose en una esquina, lo hacen con absoluta naturalidad, por un instante siento miedo, nunca antes había visto una escena tan tierna y desafiante. Claro, para un ecuatoriano, mirar la materialización de un tabú puede conmocionarlo porque naciste en un país donde ser gay es sinónimo de trastorno, enfermedad, anormalidad, locura. Dieciocho años después Ecuador aprueba el matrimonio igualitario y la sociedad se divide entre los que defendemos el matrimonio igualitario y aquellos que consideran al matrimonio gay como un peligro para la familia y la sociedad.
El mundo occidental siempre se basó en construir una identidad creando un enemigo, la otredad siempre resultó ser el antídoto para levantar naciones, religiones, géneros y razas. Michael Foucault planteaba en Historia de la sexualidad que la sociedad normativizaba conductas sexuales como una forma de poder. Lo terrible de normativizar es que se confundió, y se confunde lo normal con lo correcto, ¿quién decide los límites entre lo normal y lo correcto?: ¿la familia, la Iglesia, los partidos políticos, los mass media o las redes sociales?
Recién en 1990 la Organización Mundial de la Salud, OMS, sacó de la lista de enfermedades mentales a la homosexualidad y hasta 1998 en Ecuador ser gay era penado por la ley. El tránsito de sociedad medieval a laica no ha terminado y la demonización del mundo gay continúa en nuestro país. Cuando pregunté a mis estudiantes de nivelación de ULEAM (Manta), quiénes están a favor del matrimonio igualitario me di cuenta del peso de tantos siglos de colonización y evangelización, flotó un silencio exasperante hasta que algunos se animaron a levantar la mano, luego otros, al final ya eran la mitad de la clase. Respiré.
Una de las estrategias de legitimación del movimiento GLBT ha sido la aprobación del matrimonio igualitario, hasta ahora reconocido en treinta países entre ellos Argentina, Brasil, Estados Unidos, México, Colombia, Países Bajos... El activista por los derechos de la minoría GLBT, Bruno Bimbi, señala que la lucha por el matrimonio igualitario va más allá de una disputa para acceder a este derecho, es la oportunidad de producir un cambio radical en la percepción social sobre la homosexualidad, es decir, disputar valores, derrotar la hegemonía del discurso homofóbico.
Cuando pregunté a mis estudiantes de nivelación de ULEAM (Manta), quiénes están a favor del matrimonio igualitario me di cuenta del peso de tantos siglos de colonización y evangelización, flotó un silencio exasperante hasta que algunos se animaron a levantar la mano, luego otros, al final ya eran la mitad de la clase. Respiré.
Es fundamental entender que los derechos humanos no se plebiscitan porque todas estas leyes que reivindican derechos de minorías cuando son expedidas no son populares, por ello el afán de ciertos políticos demagogos como Bucaram, Gutiérrez, Correa, Balda, Lasso de llevar un tema tan delicado a consulta popular. El proceso de asimilación de estos cambios en la sociedad puede tomar décadas. Un buen ejemplo es el del matrimonio interracial en Estados Unidos, cuando fue aprobado por la Corte Suprema en 1957 apenas tenía un 4% de aprobación por parte de la población (lo consideraban contra natura), hoy el 87% de los norteamericanos respalda el matrimonio interracial.
El 9 de enero del 2018 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo e instó a los países de la región a "adecuar sus legislaciones para dar vía libre a ese derecho”. La opinión consultiva, vinculante u obligatoria del máximo organismo de derechos humanos en América señala que "los Estados deben garantizar el acceso a todas las figuras ya existentes en los ordenamientos jurídicos internos para asegurar la protección de los derechos de las familias conformadas por parejas del mismo sexo, sin discriminación con respecto a las que están constituidas por parejas heterosexuales". Es decir, se reconoce que no solamente existe la familia heterosexual sino también la familia homosexual. La familia basada en el hombre y la mujer queda como una posibilidad no como un destino.
El fallo de la CIDH fue acatado por la Corte Constitucional de Ecuador generando un cambio drástico en nuestra sociedad respecto a la minoría homosexual. Al fin los gays dejan de ser un grupo marginal para asumir la plenitud de sus derechos. Llegó la hora de abrir mentes y corazones: la discriminación por identidad sexual ha destruido la vida de millones de personas, muchos no han resistido tanto acoso físico y psicológico y se han suicidado. Necesitamos sociedades incluyentes no solo en lo económico sino también en lo político y cultural.
De a poco la violencia ejercida contra la minoría que rompe con la heteronormatividad será considerada como el problema fundamental. La homosexualidad será algo que se irá naturalizando, de a poco los que tendrán que ocultarse en el clóset serán los homófobos y no los gays.
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