Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Hay que esperar a que corra harta tinta y harto tiempo para entender el trasfondo del incidente diplomático entre Ecuador y México. Lo único cierto es que el caso huele más feo que bacinilla de gallinazo. Pocas veces en la historia se ha visto a tantos políticos hacer y decir tantas barbaridades e incoherencias en tan poco tiempo. Algo oscuro está ocurriendo.
Con el juico a Carlos Pólit en una corte de Miami sucede algo similar. Con el pasar de los días irá apareciendo información que esclarezca una de las mayores tramas de corrupción instaurada en el país.
Solamente en el primer día de audiencia ya empapelaron a Pólit. Y aún falta que aparezcan el resto de angelitos.
Por eso, y con el ánimo de exorcizarme de los demonios de la indignación y la decepción, esta vez prefiero referirme a un tema profundamente humano. Triste, pero edificante.
Hace una semana falleció Mauricio Samaniego. Militante de Alfaro Vive Carajo desde joven, optó por dedicarse al cine una vez que salió de la cárcel. Nunca renunció a su identidad subversiva, pero hizo del séptimo arte su mayor pasión.
Sobre esta faceta basta revisar el comentario que compartió en redes Sebastián Cordero para constatar el valor, la capacidad y la dimensión que tuvo Mauricio como cineasta. Participó en muchas películas y documentales, hasta que consiguió realizar su mayor obra: el documental ¡Alfaro Vive, Carajo! Una propuesta creativa y crítica para recuperar ese pedazo fundamental de nuestra historia, con frecuencia escamoteado por los grupos de poder tradicionales.
Resulta difícil conectar la tristeza que nos embarga a quienes fuimos sus amigos y compañeros con la vida de un personaje que era los más incompatible con la tristeza que se pueda imaginar. Alegre, dueño de una calidez desbordante y con un sentido del humor punzante y a ratos demoledor, no daba opción para pelearse con él, aunque existieran motivos; al final, todas las discusiones y confrontaciones terminaban con una salida divertida o con una afectuosa informalidad.
Seguramente luchó con muchos fantasmas interiores. Pero estoy seguro de que hasta el último supo desmontarlos con ese sentido del humor tan irreverente. No les dejó espacio para sus tóxicas conspiraciones.
Me lo topé hace dos años en una calle de La Floresta. Estaba hinchado y con evidentes signos de deterioro en su salud. Después de lanzarnos las respectivas puyas a propósito de nuestras diferencias políticas, que se habían ahondado en los últimos años, le dije: “Samaniego, tengo que pedirte algo con el más sincero cariño: cuídate mucho”. Me quedó viendo con esa mirada irónica que preludiaba el lanzamiento de un misil de alto calibre, y me respondió: “Ah caramba, no sabía que te habías reencarnado en sor Teresa de Calcuta”. Terminamos muertos de la risa y nos despedimos con un fuerte abrazo.
Fue la última vez que lo vi. Esa es la imagen que quiero conservar de él.
Abril 10, 2023
[PANAL DE IDEAS]
[RELA CIONA DAS]
NUBE DE ETIQUETAS
- Arriba Ecuador
- Caso Metástasis
- Galápagos Life Fund
- No todo fue una quimera
- serie libertad de expresión
- serie mesas de diálogo
- Serie María Belén Bernal
- 40 años de democracia
- serie temas urgentes post pandemia
- coronavirus
- corrupción
- justicia
- derechos humanos
- Rafael Correa
- Lenin Moreno
- Correísmo
- Dólar
- Ecuador