Especialista en campañas electorales y comunicación política. Ha trabajado en elecciones en Colombia y Ecuador
Ya es oficial: Alianza País está colapsando. Un movimiento que ha vivido bajo la dependencia de su caudillo, quien cree que las elecciones son solo un trámite para permanecer en Carondelet, no podía hacer otra cosa que derrumbarse dejando al descubierto su miseria como organización política. La decisión de Rafael Correa, de no postularse para un nuevo mandato, abrió la puerta para que los dos bandos predominantes del oficialismo se enfrentaran entre sí.
Con seguridad los cálculos electorales fueron la principal razón para que Correa escogiera a Lenín Moreno como sucesor, pero también debió pesar el criterio de las bases. Moreno representa el regreso a los preceptos que dieron inicio a la Revolución Ciudadana, mientras que Jorge Glas solo es útil para los grandes negocios e inversiones, como la repotenciación de la Refinería Esmeraldas o el aplanamiento de tierras para la Refinería del Pacífico…
Sin embargo, desde su arribo proveniente de Ginebra, Moreno se ha enfocado en encontrar la forma de distanciarse de Correa, aunque cuidando de no enfrentarse con lo más rancio de su militancia. Finalmente, las elecciones se ganan con votos. Por eso, si bien nunca usa los colores del movimiento y se esfuerza por parecer generoso y bonachón (en evidente contradicción con el Presidente de la República), en sus conversatorios toma prestados los guiones de cualquier sabatina, ambientándolas con canciones de Joan Manuel Serrat u otras del soundtrack de la Revolución. Y hasta se da el lujo de cuestionar uno de los supuestos logros de la última década: las Escuelas del Milenio.
Moreno juega a ser el Frank Underwood criollo, demostrando su facilidad para recurrir a la manipulación y el cinismo en su afán de alcanzar el poder. ¿Por qué no son creíbles sus críticas a las Escuelas del Milenio u otros aparentes éxitos de la Revolución Ciudadana? Por la misma razón por la que esperó hasta la época de campaña electoral para hacerlas. Moreno fue Vicepresidente de la República durante los primeros seis años de lo que será la década correísta, tiempo suficiente para mostrar sus inconformidades con el proceso del cual era parte. E incluso pudo hacerlo desde el apartamento que ocupaba en Ginebra, pagado con el dinero de los ecuatorianos. Cuando cuestionó, lo hizo sin fuerza. Tal vez porque temía ser castigado igual que Paola Pabón por defender el aborto. En todo caso, Moreno solo confirma que aprendió de Correa una de sus tácticas para gobernar: cambiar de discurso según la conveniencia política.
Quizás el mayor damnificado de este House of Cards ecuatoriano sea el actual Vicepresidente. Hombre de confianza del Mandatario saliente, amigo suyo desde la época de boy scouts. Glas navega por aguas turbulentas. Su candidatura pareciera depender del capital político de uno de los funcionarios más desprestigiados de este gobierno: Galo Chiriboga, a quien el bloque parlamentario afín a Moreno quisiera destituir por el escándalo protagonizado por Carlos Pareja Yanuzzelli. De hecho, las redes sociales ya especulan sobre la inminente caída de Glas y el eventual ascenso de un nuevo binomio. ¿José Francisco Cevallos? ¿Vinicio Alvarado? La decisión será de Correa, nuevamente, en función de los cálculos electorales, pero también de la presión que ejerza el ala de Moreno, que gracias a las investigaciones sobre corrupción petrolera tiene contra las cuerdas al debilitado compañero de fórmula. En Twitter, una frase refleja el momento político: “Los feriados siempre traen sorpresas: En uno aprobaron enmiendas constitucionales y en otro te enteras que Glas es la Estrella de Panamá”. La corrupción se desborda, a tres meses del día de las elecciones.
Parafraseando a Svetlana Alexievich,periodista bielorusa y Premio Nobel de Literatura 2015, a la Revolución Ciudadana jamás le preocupó la gente, solo le preocupó su poder. Casi una década de despilfarro, endeudamiento salvaje y unos pocos avances sociales, lo demuestran. La guerra interna en Alianza País se zanjará cuando uno de los bandos resulte vencedor: Moreno o Glas. Entre tanto, Correa parece preocuparse más por saber quién será el próximo Contralor, tomando en cuenta que su momentáneo retiro político está a la vuelta de la esquina.
Pero sea quien gane la contienda interna del oficialismo, la impudicia quedó al descubierto. En sus cálculos, Moreno y Glas tal vez dan por hecho que Alianza País seguirá gobernando por cuatro años más. Pero la realidad es otra. Durante su ejercicio como Vicepresidente, Moreno llegó a tener el apoyo del 91% de ecuatorianos. Luego, en noviembre del año pasado, cuando su nombre comenzó a sonar como posible candidato presidencial, Perfiles de Opinión le daba 69% de intención de voto. Hoy las encuestas le dan el 33%. El descenso seguirá, sobre todo porque Moreno es incapaz de construir una identidad propia y porque su estrategia de distanciarse del proyecto político que ayudó a levantar, es una rueda de molino que seguramente pocos estarán dispuestos a tragar.
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