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29 de Octubre del 2019
Ideas
Lectura: 10 minutos
29 de Octubre del 2019
Natalia Sierra

Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito 

Los motivos de las revueltas y por qué las élites no las aceptan
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No es un asunto de vándalos, de terroristas, de desestabilizadores antidemocráticos, de guerrilleros, de conspiraciones diabólicas en contra de la sagrada democracia liberal, de la sagrada propiedad privada. Los estallidos populares de Ecuador, Chile y los que vendrán, solo tiene una explicación simple y contundente: los pueblos del mundo dicen ¡basta al salvajismo capitalista, colonial y patriarcal!

Antes de dar una respuesta al por qué de tanta revuelta popular, hagamos una brevísima  caracterización de, la tan defendida, modernidad capitalista en su época tardía. 

La expansión salvaje de la economía capitalista por todo el planeta, en su época de extremo extractivismo, destruye y violenta  sistemáticamente la naturaleza donde residen miles de especies animales y donde moran los territorios de la vida humana. El cambio climático es dantesco: enormes e imparables incendios  por los cuatro continentes que terminan con la biodiversidad que sostienen la vida; inundaciones y huracanes cada vez más virulentos liquidan la vida de miles de personas; la desertificación de páramos, selvas, sabanas pone en riesgo la alimentación; el envenenamiento de fuentes de agua, ríos y mares amenaza con dejarnos sin agua; las emisiones de carbono contaminan el aire que respiramos. Así, cada año, millones de personas y especies animales mueren y desaparecen por la  destrucción ambiental y un número igual son expulsados de sus territorios y convertidos en refugiados ambientales.  

No es un asunto de vándalos, de terroristas, de desestabilizadores antidemocráticos, de guerrilleros, de conspiraciones diabólicas en contra de la sagrada democracia liberal, de la sagrada propiedad privada. Los estallidos populares de Ecuador, Chile y los que vendrán, solo tiene una explicación simple y contundente: los pueblos del mundo dicen ¡basta al salvajismo capitalista, colonial y patriarcal!

La lógica de la economía extractiva del capitalismo salvaje ejecutada por las grandes corporaciones legales, en complicidad con los estados y los gobiernos que lo administran, saquean los bienes naturales y sociales, despojando a la mayoría de la población mundial de los recursos para su supervivencia. Este histórico y brutal saqueo destruye países, territorios, comunidades, pueblos y culturas a nombre del progreso, no de la vida humana, peor aún natural, sino del capital, es decir de la acumulación. Los Estados reducidos, por un lado, a aparatos jurídicos de ejecución de los negocios capitalistas y, por otro, a aparatos policiacos de control y represión social, han destruido la ilusión democrática del liberalismo burgués. Cualquier gobierno de turno, se diga de derecha o izquierda no hace sino cumplir el papel otorgado al Estado por los grupos económicos mundiales  (FMI, Banco Mundial, OMC, Banco de Desarrollo de China, Goldman Sachs, Black Rock, etc.) y por las agendas de seguridad de las potencias, sea el eje Estados Unidos –Europa occidental o el eje China-Rusia. 

No solo hablamos del capital legal sino también del ilegal, aquel que no observa ni siquiera las tenues reglas de la institución formal y que, por lo mismo, es mucho más salvaje. Así, el negocio del tráfico de drogas, de personas, de órganos, de armas, de minerales, opera con sus propios aparatos represivos de terror, no en contra del Estado, sino en contra de la población, para aterrorizarla y de esta manera someter sus territorios, su trabajo y su propia vida a las demandas de estos negocios ilegales y criminales que curiosamente son los que más capital mueven y concentran.  En un juego de articulaciones oscuras que cada vez se hacen evidentes, el capital legal e ilegal se entrecruza, así como se entrecruzan sus aparatos represivos. Quién no sabe que los capitales ilegales se lavan en los sistemas financieros legales de orden nacional y global. Tampoco es algo desconocido que cada vez más los Estados se convierten en narco estados, el poder de las mafias y los cárteles atraviesan las instituciones estatales como claramente se ve en México, Colombia, Turquía, Venezuela, etc. La línea de separación entre un poder y otro se difumina en una especie de mímesis de terror criminal. La guerra no viene de los pueblos, la guerra es contra los pueblos, la guerra es en rigor una invasión de los aparatos policiacos y militares del capital legal e ilegal contra la humanidad.    

La democracia liberal representativa ha sido tomada por la lógica de mercado. Los partidos políticos dejaron de ser espacios de la representación social y se han convertido en aparatos de inversión de las corporaciones legales e ilegales que buscan beneficios económicos y políticos de los gobiernos que llegan al Estado gracias a su financiamiento. Cuando un grupo político alcanza la administración del Estado, está obligado a cancelar sus deudas con los financistas entregándoles los contratos estatales con sobreprecios, pues hay que contemplar en el costo de las obras las propinas para los funcionarios del Estado que hacen el negocio. La corrupción es así un tema estructural instituido por la imposición del sistema económico sobre el sistema político. No se entiende por qué defienden tanto la democracia representativa, cuando perfectamente se sabe que ésta funciona como legitimadora de la dictadura del capital.  

La apropiación privada de la innovación tecnológica, incorporada en el proceso productivo, ahonda el desempleo estructural y condena  a miles de millones de personas a la exclusión y expulsión social. La marginalidad crece y con ella el establecimiento de una inmensa mano de obra de miserables condenados a venderse como asalariados del capital ilegal de producción de drogas, armas, tráfico de órganos y personas, etc. El crecimiento del llamado ejército industrial de reserva, que cada vez más se convierte en peso muerto del capital, permite que el empleo formal se precarice en un retroceso de los derechos laborales conquistados en la lucha de los trabajadores. Para un puesto de trabajo hay miles de trabajadores disponibles, lo que permite a los empleadores, en el perverso juego de la oferta y la demanda del mercado, estrechar los derechos del trabajador. La receta de la flexibilización laboral siempre supone precarización laboral, es decir mayores niveles de explotación del trabajo.  En este contexto, los jóvenes no tienen ninguna perspectiva de futuro, nada ni nadie les garantiza que podrán encontrar un empleo y, sin trabajo, quedan arrojados a las mafias y a la delincuencia. Los trabajadores formales, que de alguna manera gozaban de cierta estabilidad, cada día ven sus derechos y garantías debilitadas y hoy se cierne una amenaza aún mayor: el colapso de los sistemas de seguridad social (salud y sobre todo jubilación). Se trabaja la mayor parte de vida y se aporta para tener un retiro digno y, de pronto, todo ese esfuerzo es devorado por las aseguradoras privadas que nos despojan de la solidaridad y de la posibilidad de gozar de una vejez  y una muerte digna. Con la educación, la salud y la seguridad social privatizadas se nos ha sustraído toda posibilidad de supervivencia y más aún de una vida con dignidad. Este es el perfecto modelo económico neoliberal que se ensayó en Chile con la dictadura de Pinochet y que continuó con los gobiernos democráticos y que ha sido considerado el milagro económico de América Latina.  

La privatización de la naturaleza exterior e interior; la privatización de los medios de producción y subsistencia; la privatización del conocimiento, la cultura, la política y la comunicación es la manifestación de la absoluta expropiación de la vida en función de la acumulación de capital. Hay un estructural e histórico saqueo a la humanidad de sus bienes humanos y de sus posibilidades naturales de supervivencia a nombre del crecimiento económico y el progreso. El gran problema es, así, esta riqueza obscena que se acumula y se concentra en una élite cada vez más reducida de la población mundial y que vuelve miserable a la mayoría de la humanidad. 

Entonces, no es un asunto de vándalos, de terroristas, de desestabilizadores antidemocráticos, de guerrilleros, de conspiraciones diabólicas en contra de la sagrada democracia liberal, de la sagrada propiedad privada. Los estallidos populares de Ecuador, Chile, Haití, Bolivia, Uruguay, Honduras, Costa Rica, Colombia, Panamá, Barcelona, Hong Kong, Kurdistán, Palestina, Líbano y los que vendrán, solo tiene una explicación simple y contundente, los pueblos del mundo dicen ¡basta al salvajismo capitalista, colonial y patriarcal ! Y decimos basta porque somos humanidad, por qué aún hay humanidad en nosotros a pesar de tanta rapiña de los poderes dominantes. Si los pueblos no se levantarían en contra de tanta violencia del sistema de muerte que nos rige, entonces habríamos perdido el último rasgo de humanidad.             

 

[PANAL DE IDEAS]

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