
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Los movimientos sociales y la izquierda enfrentan un escenario enredado. Un laberinto. Las protestas en contra de las medidas aplicadas y anunciadas por el gobierno deben marcar distancia con los correístas obtusos que hoy buscan pescar a río revuelto oponiéndose a Moreno.
Durante la resistencia al correato, los movimientos sociales y la izquierda tuvieron que hacer grandes esfuerzos para desmarcarse de sectores de derecha que en varias ocasiones se enancaron en las movilizaciones. Parte de la disputa se dio frente al aparato de propaganda del correato, que insistió en acusar al FUT y a la CONAIE de “hacerle el juego” a ciertos grupos de poder. Las banderas negras de la derecha cerraron algunas marchas multitudinarias convocadas por indígenas y trabajadores. Hasta las marchas indígenas por el agua y por la vida contaron con el respaldo de estos grupos.
De poco sirvieron los discursos que demostraban que el gobierno de Alianza PAIS beneficiaba a los principales grupos monopólicos del país y a las transnacionales. Muchos de los derechosos que protestaban enfurecidos fueron corresponsables de la crisis que derivó en el populismo autoritario de Correa. Otros medraron de la bonanza mientras fue posible, y luego salieron a las calles fastidiados por las restricciones al consumo desenfrenado.
Pero en la lucha política las imágenes y los símbolos tienen un peso determinante. Y los publicistas del correato sabían muy bien cómo manipularlos: metieron en el mismo saco a todos los opositores del régimen.
Hoy, los correístas obtusos pretenden depurar su responsabilidad con la crisis oponiéndose a Moreno. Apuestan a la desmemoria colectiva. Como si ellos no fueran los autores del despilfarro, del endeudamiento irresponsable, de la corrupción rampante, de la firma del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, de la anterior remisión tributaria a los empresarios… es decir, de todas aquellas acciones que sirven de justificativo para que el gobierno aplique un paquetazo dosificado en contra del pueblo.
A diferencia de la derecha, que marchó contra el anterior gobierno manteniendo su identidad, los correístas obtusos buscan mimetizarse, mezclarse y confundirse con los mismos sectores a los que persiguieron y encarcelaron durante una década. Ya hay ejemplos de ello en algunas marchas pequeñas. Están empeñados en restaurarse como izquierda para aprovecharse de las luchas populares que se den a futuro. En el colmo del cinismo, cuestionan a las organizaciones de bolsillo que ellos mismos crearon durante el correato para dividir y debilitar a los movimientos sociales, porque repiten el guion aprendido y se alinean con el gobierno de turno. ¡Insinúan alianzas con la izquierda para combatir las políticas neoliberales que ellos mismos inauguraron!
Las calles son la encarnación de lo público por antonomasia. Como tal, nos pertenecen a todos los ciudadanos. Mal harían la izquierda y los movimientos sociales que convocan a las próximas movilizaciones en expulsar a los correístas obtusos. Pero sí deben exigirles que marchen a la cola. Como a la derecha de las banderas negras.
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