
“México es el origen de todo. El mundo en el que ahora respiramos es China, es la India, pero también es México. Quien no conoce México no puede entender cómo funciona hoy la riqueza en este planeta.”
Roberto Saviano
2666 y Salvar el fuego, son dos extraordinarias novelas de Roberto Bolaño y Guillermo Arriaga. Ambas develan con finura los parajes sórdidos y descomunalmente salvajes de un México donde el narcotráfico, además ser un negocio ilícito, termina siendo una cultura de la violencia, el barroquismo y la locura. El miedo convertido en un idioma tan real como el desierto donde el Estado apenas es un espejismo y donde los capos marcan los tiempos de sobrevivencia de la gente. "Esta ciudad es propiedad del señor matanza” decía una canción de Manu Chao, nada más cercano a la realidad. La naturalización del sinsentido donde la vida humana es tan etérea como esnifar unas líneas de coca.
Después de algunas incautaciones de droga en México realizadas por la DEA lo que descubren es que el cartel de Sinaloa es una “multinacional con articulaciones y ramificaciones en todo el mundo, y en cuyo consejo de administración se sientan supergerentes que gestionan relaciones en cada rincón del planeta.” (Saviano)
Obviamente la droga más emblemática de la modernidad líquida de la que habla Zygmunt Bauman, es la cocaína, el estupefaciente que acelera todo, sin dirección ni sentido, la que exuda Wall Street donde el capital especulativo derrumba toda lógica económica.
Allí en las ciudades y pueblos que más se acercan a la frontera sur de Estados Unidos, allí es donde late con más fortaleza el alma del capitalismo y sus adicciones. El capitalismo es totalmente adictivo. Según Roberto Saviano, en 2015 Sinaloa controlaba 650.000 kilómetros cuadrados donde se producía cocaína o petróleo blanco.
Ecuador ha empezado a vivir la violencia generada por el narcotráfico con mayor dramatismo. En 2022 el promedio de asesinatos hasta fin de año podría llegar hasta 25 por cada 100.000 habitantes. Nos encontramos entre los países más violentos de Latinoamérica. La política gubernamental para enfrentar este problema ha sido un fracaso, algo de espectacularidad y mucho populismo penal, pero sin resultados. Fernando Carrión, urbanista y experto en el tema, sostiene que fue un grave error eliminar los ministerios del Interior, Justicia y el Coordinador de Seguridad; además del CONSEP.
Este desmantelamiento institucional y económico en el área de seguridad sumado al aumento de la pobreza generaron más violencia.
Además, Fernando Carrión sostiene que existe un crecimiento exponencial de los carteles, “sólo los Tiguerones que controlan Esmeraldas tendrían a 1.500 efectivos en las cárceles y 3.000 que actúan en libertad, la misma cantidad de efectivos que el ELN en Colombia, con la diferencia que Colombia tiene 50 millones de habitantes y la provincia de Esmeraldas tiene 650.000 habitantes”.
El narcotráfico es un problema económico, político y cultural porque está sustentado en una modernidad líquida y adictiva. El ser humano del siglo XXI vive en sociedades que generan adicciones y mientras las adicciones sean parte del capitalismo no tiene sentido ninguna cruzada en contra de las drogas
Los defensores del darwinismo social, populismo penal y tenencia libre de armas aupados por el gobierno y los medios de comunicación, no han generado soluciones sino más confusión en una sociedad asustada. Nuestro pueblo retoma valores anacrónicos como los de tradición, familia y propiedad.
La escritora Esmeralda Muñoz sostiene que Lasso no es inepto, sino que detrás de su aparente inoperancia existe una política de Estado basada en generar miedo y tener a la población en vilo. “Una nación con miedo, que ha perdido la fe en el Estado y las instituciones es más fácil de manipular, de privatizar y de ser usada como mercancía de compra y venta. Lasso no es inepto ante esta realidad ni la ignora: la usa en nuestra contra.”
Las cruzadas contra las drogas están destinadas al fracaso. Lo dijo en los setenta uno de los máximos exponentes del neoliberalismo, Milton Friedman. Planteaba la legalización de las drogas para quitarle poder al contrabando y a los carteles. Por otro lado, Roberto Saviano añadía en el 2015: “La historia de los cárteles mexicanos muestra que los intentos de combatir la violencia con más violencia sólo han llevado a un incremento en el número de muertos.”
Para Saviano: “El dinero de la droga y del blanqueo no solo ha rubricado alianzas cada vez más estrechas entre organizaciones terroristas y criminales, sino que representa asimismo una conexión aún más compleja y global y quizás aún más peligrosa: el vínculo con una corrupción que se sitúa en todos los niveles y que, por ello, resulta de las más esquivas.” Esto lo podemos verificar en Ecuador, a nivel público y privado, donde es más objetivo hablar de narco política porque la élite gobernante prefiere tener su dinero en paraísos fiscales y sociedades offshore. Definitivamente, existe una contradicción real entre el discurso oficial y el blanqueamiento de capital practicado por quienes nos gobiernan, algo que está totalmente naturalizado. Entonces, la derecha blanquea, la izquierda blanquea y nuestra política es una interminable función bufonesca de blanqueadores.
El narcotráfico es un problema económico, político y cultural porque está sustentado en una modernidad líquida y adictiva. El ser humano del siglo XXI vive en sociedades que generan adicciones y mientras las adicciones sean parte del capitalismo no tiene sentido ninguna cruzada en contra de las drogas. Mientras se sigan repitiendo experiencias fallidas como el Plan Colombia, Latinoamérica pondrá los muertos y el primer mundo la euforia.
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