
No acaba la pandemia y la economía global está enfrentando un nuevo cisne negro: la invasión rusa a Ucrania que tiene importantes consecuencias humanas, económicas, financieras y geopolíticas que nadie pudo prever. Y, es que si bien Rusia representa solamente el 2% del PIB mundial, tiene el 17% de la producción de gas natural del mundo y en petróleo crudo, el 12%, lo cual pega muy fuerte a todo el mundo y particularmente a Europa, y cuyos resultados finales dependerán del desarrollo del conflicto, en particular, de las acciones de Rusia, de las represalias del resto del mundo y del rol que tomen los distintos países en esta crisis.
De partida, el primer efecto visible ha sido una pronunciada alza de los precios de combustibles, minerales y granos, y nuevas disrupciones a las cadenas de suministro, a través de restricciones al transporte y a la producción de partes.
Un segundo efecto es un gran aumento de la incertidumbre, afectando las confianzas de consumidores y empresarios, los precios de los activos, la inversión, la demanda agregada y el producto.
Tenemos un manejo de corto plazo bastante complicado, pero creo que existe una autoridad económica con gran experiencia y conocimiento para administrar este nuevo shock externo minimizando sus efectos negativos en el bienestar de la población.
Un tercer factor, y no menor, es la implosión que está sufriendo el sistema financiero ruso, por el efecto de las represalias internacionales y las restricciones internas, el que no solo va a afectar a la economía rusa, sino que puede terminar incidiendo en el sistema financiero global. Primero, a través del potencial default de la deuda externa rusa. Segundo, dado que la invasión ha ocurrido cuando la inflación ha estado aumentando en forma generalizada en el mundo, no hay mucho espacio para nuevas y drásticas reducciones de tasas de interés que faciliten enfrentar este shock.
Casa adentro, el gran problema es que este nuevo shock encuentra a Ecuador en medio de tensiones políticas que ha dado muestras de que puede escalar fácilmente; con decisiones de la Asamblea con una clara justificación político electoral, pero no necesariamente las más prudentes desde el lado económico y que incrementan significativamente la incertidumbre interna. Eso, sin considerar que la economía ecuatoriana todavía no muestra señales de una recuperación vigorosa, en tanto la proyección de crecimiento alcanza solamente un 3.5% y 2.5% para 2021 y 2022, y que junto a un subempleo del 22.8%, un desempleo del 7.37% y empleo adecuado del 41.4% a enero 2022, no nos permite saltar de alegría y considerar que estamos blindados para enfrentar este nuevo shock.
En definitiva, tenemos un manejo de corto plazo bastante complicado, pero creo que existe una autoridad económica con gran experiencia y conocimiento para administrar este nuevo shock externo minimizando sus efectos negativos en el bienestar de la población y lidiando con las importantes demandas sociales en las áreas de seguridad social, de salud, educación, orden interno y estado de derecho que están insatisfechas. Encrucijada bastante difícil y con tintes políticos más que económicos. Esperemos llegar a buen puerto por el bien de todos.
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