
La opinión pública llama socialcorreismo a la facción del socialcristianismo cercana al correísmo y a la alianza entre los dos. Pero no son todos los socialcristianos, ni es todo el Partido Social Cristiano los que están presentes en ese romance. Realmente podría ser el ala leal a Jaime Nebot del socialcristianismo, quienes incluso podrían estar contrariados por esta alianza contranatural.
Nebot es un político experimentado. Al exalcalde de Guayaquil le interesa devorar a las estructuras, organización y electorado correistas en Guayas y Manabí que son precisamente los fortines electorales de ambas tiendas políticas. En ausencia de Rafael Correa, el correísmo es un saco de alacranes.
El bloque legislativo del correísmo no tiene brújula. Tampoco tiene liderazgos ni una agenda. El que es hoy el primer bloque asambleario se reduce a un galimatías de alaridos que junta a un puñado de actores, la mayoría desconocidos en la escena pública, que ocupan un puesto legislativo gracias al arrastre electoral.
Después de que León Febres Cordero trasplantara el socialcristianismo a Guayaquil, que conquistara la alcaldía del puerto principal en 1992 y que convirtiera a su partido en una opción regional, el antiguo Partido Social Cristiano fundado por Camilo Ponce Enríquez y Sixto Durán Ballén en 1951 fue vaciado de su contenido ideológico. Esa apuesta permitió al nuevo socialcristianismo quedarse con el voto de los extintos socios partidarios tanto programáticos como populistas: el Partido Liberal Radical o el Partido Conservador; el Partido Nacionalista Revolucionario, la Coalición Institucionalista Democrática o Federación Nacional Velasquista. Todos estos desaparecieron entre 1980 y 1990.
El socialcristianismo se quedó con el voto programático y con el voto populista regional. Esto le permitió dominar la escena legislativa en 1990, 1992, 1994, 1996, 1998, 2002 y arrebatar el voto populista a la Concentración de Fuerzas Populares y luego al Partido Roldosista Ecuatoriano como al Partido Renovador Institucional Acción Nacional.
El denominado Movimiento Revolución Ciudadana, no es ni las pisadas de lo que fue en sus orígenes la iniciativa homologa. Hoy es un proyecto político personalista, populista, reaccionario y golpista. Su líder es un prófugo de la justicia que no dejará el mando de la organización.
Pero todo cambió cuando llegó la coalición de las 30 organizaciones de izquierda que entronó a Rafael Correa en la presidencia en 2006. La coalición denominada como Movimiento País o Revolución Ciudadana concentró durante las sucesivas elecciones las tres manifestaciones del voto de izquierda en Ecuador: la socialdemocracia, el indigenismo y el populismo. Por eso la Revolución Ciudadana dominó durante la década 2007-2017. Pero con la caída de los precios del petróleo en 2015, las denuncias de corrupción y el sobreendeudamiento, el modelo rentista y autoritario de Rafael Correa colapsó, y de inmediato el voto socialdemócrata e indigenista como sus estructuras partidarias abandonaron el proyecto político.
El denominado Movimiento Revolución Ciudadana, que es el nuevo nombre del Movimiento Fuerza Compromiso Social del sentenciado por lavado de activos Iván Espinel, no es ni las pisadas de lo que fue en sus orígenes la iniciativa homologa. Hoy es un proyecto político personalista, populista, reaccionario y golpista. Su líder es un prófugo de la justicia que no dejará el mando de la organización y que difícilmente podrá organizar eficazmente los esfuerzos del partido en su ausencia. Pronto empezará el canibalismo interno y eso lo sabe Jaime Nebot.
Pocos socialcristianos estarán satisfechos con las coincidencias públicas entre Correa y Nebot. Los demás deben sentirse contrariados. Especialmente los legisladores y electores socialcristianos de la Sierra que seguramente estarán ideológicamente más cerca del gobierno de Guillermo Lasso y por tanto de su partido político. Como es prematuro hacer una campaña política a menos de un año de iniciado el gobierno, es todavía temprano para pensar en hacerse campaña desde la oposición. Por eso muchos estarán siendo tentados en integrarse a las filas oficialistas. Lasso tiene el poder, el gobierno, los recursos, las influencias. Nebot tiene un saco de alacranes en sus manos.
Pero Nebot no quiere participar en el golpe de Estado que planifican los correístas. Lo dice un manifiesto publicado por el Partido Social Cristiano del 13 de octubre, pero firmado por nadie. ¿Por qué habría de querer algo así si tampoco quiso dar el golpe en contra de Jamil Mahuad, su socio para conseguir la presidencia en 1998 como fue Lasso en 2021?
Si Nebot se queda exitosamente con el correísmo habrá convertido al socialcristianismo en la fuerza hegemónica de la Costa para las próximas décadas. Si no lo logra, habrá destruido al partido de centroderecha vigente más antiguo del país.
@ghidalgoandrade
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