
Director de Plan V, periodista de investigación, coautor del libro El Gran Hermano.
Que un político como Jaime Nebot empiece a exigir cuentas de promesas electorales a cuatro meses del Gobierno, no sorprende. Pero yo hubiera esperado una visión más sensata del líder social cristiano y, por casi 20 años, excelso alcalde de Guayaquil. Creo que en la postura de Nebot hay poca generosidad y, sobre todo, hay incoherencia. Y hablo de su postura en la actual coyuntura; no como calificativos personales, pues cada quien es lo que es según su conciencia.
El diagnóstico que hace Nebot es correcto de inicio. Ha dicho, por ejemplo, que en campaña Lasso hizo la promesa de la entrega de 600.000 equipos para controlar obesidad y diabetes, 40.000 puntos de internet gratuitos y 300.000 almuerzos diarios para los niños. Y yo agregaría la oferta de bajar las tasas de interés en la medida en que baje el riesgo país (lo cual ya ha ocurrido, pero de las tasas bancarias nada) y los préstamos a 30 años plazo y al 1% de interés para los agricultores. Lasso también está en deuda con 320 mil arroceros del país.
Esas ofertas y sus metas, entre otras, constan en el plan de campaña entregado por Lasso en el CNE y son de cumplimiento obligatorio. Pero, ojo, son metas para 48 meses de gestión (cuatro años) de los cuales el tiempo del gobierno de Lasso no ha llegado ni al 10%. ¿Qué se puede pensar de un líder como Nebot, cuya inteligencia no está en duda, que reclama que no se hace en cuatro meses lo que se ofreció para cuatro años?
Con toda razón, Nebot reclama por la seguridad de Guayaquil, cuando su partido, del PSC va a cumplir tres décadas (desde 1992) de control absoluto del Puerto Principal. Si su larguísima administración no ha podido con la inseguridad, y los índices siguen empeorando luego de tantos años de incuestionable liderazgo socialcristiano ¿no es incoherencia exigir que un gobierno solucione en cuatro meses lo que ellos no han podido hacer en tan largo tiempo? Pero, claro, pasa que la inseguridad ha sido siempre el mejor negocio político del PSC, ese ha sido su discurso de décadas: el de la mano dura, del incremento de las penas, el de la solución policial y militar... Más o menos 20 años han tenido Nebot, y ahora la alcaldesa Viteri, para hacerlo ¿y nada les ha dado resultado?
Pero lo de las vacunas supera esa situación. Salvo la promesa de las vacunas, el resto no se ha cumplido, ha dicho Nebot. Para decir algo así, debe ser que alguien no se ha dado cuenta que en el mundo, en América Latina, en el Ecuador y en Guayaquil se dio una crisis sanitaria y humanitaria de tal magnitud que paralizó la economía en el mundo, paralizó la salud en el mundo, paralizó la vida en el mundo. En marzo, abril y mayo del 2020, Ecuador tuvo la peor gestión de la pandemia en el mundo y en los mismos meses del 2021 el país tuvo una de las peores gestiones de vacunación del mundo. Y Ecuador estaba en la olla en ese aspecto cuando Lasso tomó el poder. Como dicen los colombianos, estábamos "en la inmunda".
La pandemia remató lo que ya venía de mal en peor en la sociedad ecuatoriana; la pandemia causó un impacto de tal magnitud que hizo retroceder lo poco o mucho ganado por el país en al menos 15 años. Así que el mejor plan de seguridad, el mejor plan de empleo, el mejor plan de salud, de educación o de lo que fuere tenía y tiene como condición el mejor plan de vacunación. Sin este, lo demás era y es imposible.
No ha dejado de haber limitaciones, sin duda, tampoco defectos, por supuesto, pero el Ecuador es uno antes del plan de vacunación de Lasso y otro luego de él.
El gobierno ha volcado todos los esfuerzos para que esto suceda pero, aunque todavía falta y es precisa la inmunización total, llegar a donde se ha llegado no solo que es un milagro, sino un signo de esperanza de que las cosas en el país pueden lograrse con una gestión inteligente y decidida. No ha dejado de haber limitaciones, sin duda, tampoco defectos, por supuesto, pero el Ecuador es uno antes del plan de vacunación de Lasso y otro luego de él. Eso, de seguro, no resuelve los graves problemas estructurales del país. Pero solo es cuestión de tener un poquito de empatía con la nación para darse cuenta del pozo en el que estuvimos y del cual hoy, al menos, tenemos una esperanza de salir. No reconocer eso en su verdadera dimensión e impacto, subestimarlo a cuenta de "otras promesas de campaña no cumplidas" es no solo mezquino, sino hasta insultante.
Y por último. Yo no lo niego, porque es un hecho real, el país reconoce el liderazgo de Nebot y en lo personal guardo mis respetos para él. Pero lo que yo piense de él carece de importancia y no cambia los hechos. Y uno de los hechos, el cual yo al menos no olvido, es que el exalcalde de Guayaquil toma ahora una posición muy cómoda y rentable al criticar el gobierno de turno, cuando él no se atrevió a disputar la Presidencia de la República. Estoy seguro que Nebot hubiese sido un gran presidente, y pudo lograr lo mismo o más que Lasso, y hasta hubiese cumplido en 100 días sus ofertas para cuatro años. Pero nunca lo sabremos, porque Lasso, con sus deficiencias, con sus límites y con todo lo que se le pueda cuestionar hizo lo que Nebot no hizo: ponerle el cuerpo a los problemas del Ecuador más allá de las palabras.
Claro, eso no le quita el derecho a Nebot ni a nadie de criticar al gobierno. El presidente, sus ministros, su administración están, en democracia, sujetos al escrutinio público por más injusto o desproporcionado que este sea. Y no estamos seguros, de ningún modo de que el gobierno de Lasso vaya en el futuro por buen camino y se haga necesaria más de una crítica para que se enderece. Pero para lograr un buen gobierno y el bienestar de la nación, el Ecuador requiere de líderes que se la jueguen, que se pongan el país al hombro, que se hagan cargo de sus graves problemas sin alharaca ni aspavientos y que nos impulsen con el ejemplo, la generosidad, la sensatez y la empatía.
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