
La batalla ideológica continúa. El Gobierno no ha cambiado su matriz de pensamiento acuartelado en esa vieja izquierda, que defiende a Hugo Chávez, que defiende a Fidel Castro, que habla con desprecio de los neoliberales, de los neocolonialistas, de la maldad del Imperio, de las despreciables multinacionales. Les encanta hablar de la autodeterminación de los pueblos para mirar hacia otro lado y no palpar la miseria en Cuba o en Venezuela. Así hablan todavía. Que para un cambio, los opositores, deben ganar las elecciones. Tal como decía Rafael Correa.
El Gobierno, con excepción de Pablo Campana quien anunció propuestas contundentes para mejorar la atracción de inversiones, tampoco llega a entender los dos mensajes de la consulta popular. El primero, que el cambio de rumbo en el Ecuador es una demanda que persiste desde hace más de un año y, segundo, que el apoyo que tuvo el Sí en la consulta no fue trabajado por PAIS solamente, también lo empujaron esos personajes a los que ahora cuestionan sin concesiones en los pasillos de lo alto del poder.
Los que quieren proteger la empresa privada, la pequeña, la mediana y la grande. La que genera empleo. También apoyaron quienes no quieren saber más de la política y que buscan a diario mejorar sus ingresos, su nivel de vida, tener mejor educación, vivienda, auto, viajes. Ocio.
Ese voto por el Sí no fue para alimentar los ideales de la izquierda. Votaron quienes anhelan mejorar sus ingresos, sin importar si son de izquierda o de derecha, de Marte o de Júpiter… Fue un voto de confianza.
Pero en el Gobierno no entendieron así. Y no lo hacen desde que en la primera vuelta electoral, el 20 de febrero del 2017, un 60% no voto por la tesis de Moreno ni de PAIS. El 60% voto contundentemente por un cambio.
No son las cámaras, los empresarios, las élites económicas las que empujan el ánimo de cambio. Son las personas que creen que los problemas a solucionar son la incertidumbre económica, la carestía de la vida, la pobreza, el desempleo. Es decir, quienes piensan en cómo llegar a fin de mes con el mismo sueldo, o con el sueldo básico.
No puede ser que el fin de la vida de los ecuatorianos sea conseguir empleo fijo, y ojalá con nombramiento en el servicio público, y jamás perderlo.
No puede ser que el fin de la vida del ecuatoriano sea cometer un suicidio económico al endeudarse, con créditos de tasas de interés que andan por al nubes, para todo, estudio, bienes, vivienda, ocio.
Pero Moreno mantiene a 16 de los más consistentes correístas en el Gabinete, en las secretarías ejecutivas y en las direcciones gubernamentales clave. Algunos parte del equipo económico. ¿Nombres? César Navas, María Fernanda Espinosa, Fander Falconí, Víctor Granda, Alex Mora, Johana Pesantez Rommy Vallejo, Ledy Zuñiga, Nicolás Issa, José Leonardo Orlando… Por eso muchos nos preguntamos cómo es que Moreno buscará una salida. El cambio que prometió en la campaña.
El sistema económico ecuatoriano no necesita más del gobierno trovador, ni del gobierno de la carita feliz. Necesita de más responsabilidad.
Por eso es que Moreno tiene que dar un cambio, porque los votos lo dictan. Ahora, si el plan económico y otros incentivos que se anuncian son más de lo mismo, entonces, de seguro, Moreno tendrá lo que tenía Correa. Marchas, protestas, enemigos políticos y tendrá que aliarse a los sátrapas de Ortega, Maduro, Evo. Tendrá eso a pesar del tímido apoyo de algunos indígenas, algunos sindicatos y pocos empresarios.
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