
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
La tragedia griega de Ifigenia puede servirnos de metáfora para entender el momento político electoral que atraviesa el país. Según la mitología, su padre, el rey Agamenón, fue castigado por la diosa Artemisa por alardear de ser un gran cazador. Cuando su flota tenía que zarpar a la guerra de Troya, la diosa simplemente detuvo el viento, y los barcos quedaron inmovilizados indefinidamente en el puerto. Consultado el oráculo, respondió que la única salida era el sacrificio de Ifigenia. Al final, la vida de su hija fue el espeluznante costo de la soberbia y la ambición del rey.
¿A quién tendrán que sacrificar nuestros aspirantes a reyes tropicales para lograr que sus naves despeguen, cuando el combustible electoral ha perdido todo el octanaje del entusiasmo popular? Al margen del juego antojadizo de las encuestas, no se percibe ninguna candidatura que despunte. Todas parecen estancadas en el puerto de la abulia general.
Y la desesperación está provocando reacciones suicidas, como el último video de Guillermo Lasso difundido en redes sociales. Con su imprecación a los votantes quechuchistas probablemente ganó unos pocos adeptos en la Penitenciaría del Litoral, pero perdió una buena parte de su base electoral entre los sectores medios de todo el país. Error catastrófico de un candidato que pretende vender una imagen de ponderación, equilibrio y sobriedad. Al parecer, se le desató ese diablo que todo curuchupa modosito tiene encadenado en el fondo de su conciencia.
Y la desesperación está provocando reacciones suicidas, como el último video de Guillermo Lasso. Con su imprecación a los votantes quechuchistas probablemente ganó unos pocos adeptos en la Penitenciaría del Litoral, pero perdió una buena parte de su base electoral entre los sectores medios.
Los socialcristianos también andan como alma en pena. Ni la consulta de Nebot, ni las primarias internas, ni las posibles alianzas parecen cuajar. Entre el pragmatismo electoral y la coherencia política las cuentas no les cuadran. Con un líder que decidió bajarse del caballo sin soltar las riendas será imposible poner en práctica una estrategia electoral coherente.
Otto Sonnenholzner, por su lado, sufrió una grave crisis de envejecimiento repentino. De figura joven, descollante y fresca para la renovación política, se metamorfoseó en una réplica de los viejos políticos. Su apariencia contrasta con un discurso que no dice absolutamente nada nuevo.
Los correístas obtusos también oscilan entre la angustia y la desubicación. Promover como candidata a la Presidencia a una figura con graves indicios de responsabilidad en un escándalo de corrupción es una mala mezcla de cinismo y temeridad. La corrupción rampante todavía no asegura condiciones para que la perversa consigna de que “roba, pero hace obras” tenga éxito electoral. Al contrario, hay una indignación generalizada luego de los casos del atraco a los hospitales públicos durante la pandemia.
Por el lado de la izquierda el escenario tampoco se aclara. Una situación particularmente ventajosa podría malograrse por las confrontaciones y personalismos internos. Las expectativas respecto de una candidatura de los movimientos sociales son fuertes, pero no son inmunes al virus del desencanto de no mediar una actitud seria y responsable.
Así las cosas, no queda más opción que consultar al oráculo.
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