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5 de Noviembre del 2018
Ideas
Lectura: 5 minutos
5 de Noviembre del 2018
Fernando López Milán

Catedrático universitario. 

No era una bomba, era un huevo
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Patiño y las huestes correístas quieren subvertir el orden democrático. La mejor respuesta es actuar de acuerdo con la ley y cambiar las normas y procedimientos de carácter autoritario que perduran en nuestras instituciones. Así, no se dará un pretexto a gente como Doris Soliz para hacerse propaganda y aparecer como defensora de los derechos humanos.

Pasa Lenín Moreno, un huevo vuela y se estrella contra los adoquines de una calle del centro histórico de Cuenca, otro, en la alfombra roja dispuesta en el ingreso al salón de la ciudad. Una muchacha sale a la carrera. La policía la persigue, la aprehende y, junto a ella, a un adolescente y un adulto. Luego, los conducen a la oficina de la Policía del Azuay (Diario La República), donde permanecen privados de libertad más de ocho horas. 

Los policías y los ciudadanos tienen la facultad legal de aprehender a una persona si la sorprenden en el momento en que comete un delito (delito flagrante). Sin embargo, al ordenar la liberación inmediata de los detenidos, la fiscal de turno consideró que estos no habían cometido ninguna infracción. El lanzamiento de huevos por el que fueron aprehendidos, si nos atenemos al dictamen de la fiscal, no constituía ni un delito ni una contravención.

Siendo así, la actuación de la policía cuencana puede calificarse, al menos, de excesiva. No habrían actuado de este modo, seguramente, si el ofendido hubiera sido un ciudadano común y corriente y no el presidente de la república. Correa, que se creía rey, rehabilitó la arcaica figura de atentado contra la majestad del poder, gracias a la cual llevó a los tribunales a alrededor de veinte opositores al gobierno.

Los policías, al parecer, comparten la visión monárquica del poder público y las autoridades que tenía el expresidente, y se excedieron –para usar la hipócrita frase Alexis Mera a propósito del secuestro de Balda- en el cumplimiento de sus funciones.

Se puede violar la ley por exceso y por defecto. Los servidores públicos ecuatorianos suelen verse afectados por ambos vicios. Tras el exceso de celo, que es el que nos interesa en este momento, se encuentran factores tales como el afán de agradar al poderoso, el deseo de trepar, o la percepción de que, siendo funcionarios públicos y poseyendo el poder que su cargo les otorga, tienen el derecho de actuar como les parece y no como la ley prescribe. Por este motivo, muchos de los usuarios de los servicios públicos tienen la impresión de que los funcionarios se encuentran ahí para hacerles más difícil la vida, antes que para mostrarles el mejor camino para resolver sus problemas.

Es probable, también, que la actuación de los policías en Cuenca haya obedecido a las disposiciones de un protocolo para la seguridad presidencial establecido por su institución. Lo cual nos lleva a preguntarnos si, de existir, dicho protocolo está de acuerdo con las leyes del país y establece garantías suficientes para impedir la violación de derechos humanos o si, por el contrario, se trata de una de las decenas de normas y procedimientos ilegales e inconstitucionales que se mantienen todavía en diversas dependencias del Estado.

En la aprehensión de los lanzadores de huevos de Cuenca y su retención por ocho horas se evidencia, una vez más, que, en Ecuador, el principio de legalidad no termina de imponerse a las razones de la arbitrariedad, y que el Estado de derecho sigue siendo débil. Las buenas costumbres democráticas se pierden en seguida, mientras que las costumbres autoritarias tardan mucho en desaparecer. La democracia está siempre amenazada. Y hay que cuidarla estableciendo límites claros y estrictos al ejercicio del poder.

Patiño y las huestes correístas quieren subvertir el orden democrático. La mejor respuesta es actuar de acuerdo con la ley y cambiar las normas y procedimientos de carácter autoritario que perduran en nuestras instituciones. Así, no se dará un pretexto a gente como Doris Soliz para hacerse propaganda y aparecer como defensora de los derechos humanos.

¿No lloraba, acaso, cuando una nube de huevos perseguía a Correa en su recorrido por el país promoviendo el “no” a la consulta popular con que se iniciaba el desmontaje de su aparato de dominación? ¿Y en Vinces, donde lo recibieron a huevazos, no invadió Correa, con su grupo de seguridad, una propiedad privada, para insultar a los dueños de casa? ¿Y no dijo, mientras le llovían huevos en la Maná, “Ahora los violentos se sienten dueños de la patria”? Los violentos, efectivamente, quieren apoderarse nuevamente de la patria. ¡Cuidado!

 

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