
Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe de estos temas, ello constituye una fórmula segura para el desastre.
Carl Sagan
La gente sufre, la gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos ante el inicio de una extinción masiva y de lo único que pueden hablar es de dinero y de cuentos de hadas sobre el crecimiento económico eterno.
Greta Thunberg
Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder. Peor todavía, los humanos parecen ser más irresponsables que nunca.
Yuval Noah Harari
“Somos la pesadilla de un dios drogadicto.” Fue un grafiti pintado en la década de los noventa en Quito. ¿Somos una especie tan autodestructiva? Hace varias décadas Carl Jung predijo el ascenso al poder de Hitler sobre la base de los diversos sueños que sus pacientes le contaban. Pulsiones del inconsciente colectivo diría Jung. Definitivamente, en nosotros, la pulsión sexual cohabita con la tanática, en una tensión permanente e irresoluta.
“No miren arriba” es una provocadora película de Adam Mckay, que denuncia la vulnerabilidad de nuestra especie al estar atrapada en un sistema gobernado por corporaciones, políticos irresponsables, mass media y redes sociales que trastocan la pirámide de prioridades de nuestra humanidad al negarse a escuchar argumentos científicos.
La trama gira alrededor del descubrimiento de un cometa, de aproximadamente 10 kilómetros de diámetro, que se dirige a la tierra y que se estrellaría contra nuestro planeta en seis meses y diez días. Dos astrónomos desconocidos, Randall Mindy (Leonardo Dicaprio) y Katte Dibiasky (Jennifer Lawrence), alertan al mundo del peligro de nuestra extinción si este cuerpo celeste impacta con la tierra. Sería una catástrofe parecida al estallido de 1000 bombas atómicas al mismo tiempo, algo similar a lo sucedido con el meteorito que causó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Al inicio, la presidenta de Estados Unidos toma la decisión de destruir totalmente al cometa lanzando un cohete. Luego interviene un magnate de la internet y los teléfonos celulares, que plantea la idea de aprovechar toda la riqueza del meteorito (140 billones de dólares en minerales) fraccionándolo en 30 meteoritos con “explosivos de fisión cuántica” para que luego la Marina de Estados Unidos recoja los minerales del cometa fragmentado. El empresario le gana la partida a la ciencia y el apocalipsis se inicia.
Hay un momento en que Mindy se rebela contra la narrativa de convertir la explosión de un meteorito en un espectáculo con un final feliz. En una entrevista, rompe el guion de esta: “Perdón, pero no todo debe sonar tan inteligente, encantador todo el tiempo. A veces debemos ser capaces de decirnos las cosas.” Es más elocuente cuando grita: “¿Qué nos hicimos a nosotros mismos?, ¿cómo lo arreglamos?. Debimos desviar este cometa cuando tuvimos la oportunidad, pero no lo hicimos. Y ahora están despidiendo a científicos por hablar, por oponerse a ellos. Sí, la presidenta de los Estados Unidos está mintiendo, carajo!”.
El siglo XXI ha planteado dos desafíos históricos para nuestra especie: el calentamiento global y la pandemia de coronavirus. En ambos casos requeríamos empatía, solidaridad y racionalidad científica. Lamentablemente, nuestras respuestas siguen siendo la distopía y el egoísmo.
Transformamos a la pandemia en un tema marcado por el clasismo y la irracionalidad al distribuir vacunas de una manera totalmente asimétrica. El desprecio por la vida de los grupos más vulnerables, especialmente en África, ha generado el aparecimiento de nuevas mutaciones del virus que representan un riesgo menos apocalíptico pero real. La guerra entre farmacéuticas y el aumento en ganancias de las grandes corporaciones se verifica fácilmente con los últimos datos publicados por “World inequality report”. Según estos datos, para 2021, el 10% de la población mundial posee el 76% de la riqueza y el 50% más pobre sólo posee el 2%.
Además, el calentamiento global ha sido tratado como un tema superficial, que parece no afectarnos como especie. Greta Thunberg, la joven ecologista sueca, ha expresado su desilusión total por la última COP 26, la considera un fracaso porque nuestros líderes no han tomado decisiones para enfrentar el ecocidio. Ella cree que, si la gente no se manifiesta masivamente en las calles, las corporaciones seguirán dictando las agendas políticas y económicas sobre cómo relacionarnos con el medio ambiente.
Noah Harari plantea que si jugamos a dioses y manipulamos la vida seremos seriamente castigados. Flirtear con el apocalipsis y despreciar a la ciencia nos sigue marcando como humanidad autodestructiva confirmando las teorías más tétricas de Freud y Jung.
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