
Consultor político, experto en comunicación electoral y de gobierno. Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar
Enfermo de vanidad, acostumbrado al poder absoluto y a imponer su voluntad y caprichos impunemente; admirado y hasta querido por muchos... deja el título, pero mantiene las riendas de la insitucionalidad ejecutiva, legislativa, de control, justicia y fiscalización; su Senain y demás estructuras paramilitares y de pesquizaje, sus trolls, sus leyes truchas, sus sumisas y obsecuentes, su vicepresidente repitiendo el cargo.
Para Lenín será muy difícil -no imposible- romper el cerco que parece asfixiarlo, rodearse de gente no corrupta, inteligente, y con suficiente experiencia para fraguar su aún débil liderazgo en cuatro años, en un país quebrado, políticamente fragmentado y sin conducción en la oposición.
Cada acto positivo de Lenín Moreno será una provocación al carismático Capo de la pandilla de abusivos que traicionó la letra y el espíritu de Montecristi y persiguió toda voz disidente; el camino que le espera si quiere gobernar con integridad ética y política está lleno de trampas; será titánico cualquier esfuerzo para reimplantar la integridad y la transparencia en el ejercicio de la cosa pública, o para ser el presidente del diálogo y del Ecuador sin sectarismos; muchos le exigirán demostraciones que convaliden su derecho a reclamarse mejor y diferente, sin entender que en el juego del poder se requiere primero sobrevivir para ejercerlo.
Él no se ha ido, no se irá; querrá volver en el 2021 y antes, si es posible, con su guardia de seguridad, con su cinismo, su camisa bordada y sus cuentos preciosos.
La quimioterapia para que la anoréxica democracia ecuatoriana salga de "Él" y su patología falsamente refundacional y ciudadana, exige serenidad, renunciamientos, inteligencia, habilidad, mente abierta, cojones y una tregua común para repensarnos entre todos, repensar el país, y cobijar con madurez una estrategia para salir adelante respetando diferencias entre adversarios, perdidos esta década en el irreconciliable lupanar de antagonismos explotados por el Capo de la jorga dominante y su campaña de propaganda permanente.
No se ha ido. No se irá tan fácilmente. No faltará el torpe periodista que lo desempolve y como a una no-muerta celebridad lo reanime, buscando asu opinión sobre la coyuntura; el que quiera ser el primero en obtener una exclusiva con el Honoris Causa más buscado por los doctorados políticos interesados o subdesarrollados; vendrá y nos recordará lo bien que cantaba, bailaba, peleaba, cicleaba, insultaba, amenazaba, castigaba, perdonaba y "moría antes de perder la vida".
No se ha ido, no se irá; revoloteando como ave rapaz, latiendo como una herida cerrada pero infecta, esperará el momento apropiado para abalanzarse sobre nuestro descuido y nuestra ingenuidad; brotando a borbotones su perversidad para anegar nuevamente cada día de cada ecuatoriano libre, en el desconcierto y la desesperanza.
Lenín tiene la gran oportunidad de ser el presidente del cambio y el reencuentro, o perder el tren y ser el comodín de una transición previamente calculada. Es cuestión de tiempo, de muy poco tiempo, para enterarnos a favor de quién se abrirá el caballo de Troya que 10 años de asedio lograron levantar en esta democracia en guerra.
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