Si revisamos los resultados de la primera vuelta electoral en el Ecuador tenemos que del total de votos válidos el 67,79% del electorado se pronunció, en esa ocasión, por una opción diferente a lo que propone el neoliberalismo o sus versiones menos ortodoxas. Hablamos de UNES, ID y Pachakutik que ideológicamente se ubican, con sus particularidades y contradicciones propias de la política doméstica, en la orilla que promueve la presencia de un estado vigoroso capaz de asistir socialmente a la población que menos tiene, en procura de disminuir la desigualdad en la distribución de la riqueza y velar por el bien común.

Si la política siguiera un camino lineal, en la segunda vuelta presidencial, bastaba quizá extrapolar este resultado para anticipar una eventual victoria del candidato Andrés Arauz frente a Guillermo Lasso, representante de la derecha en este país; pues, siguiendo esta lógica UNES debió capitalizar en el balotaje la mayor porción de los votos tanto de la ID como de Pachakutik, dada su mayor cercanía ideológica.

Pero no. En política nada está escrito en piedra. Si revisamos las cifras finales de la elección del 11 de abril se tiene que, de 13.106.357 ciudadanos aptos para sufragar, el 35,53% correspondió a Lasso; 32,32% para Arauz y un 32,15% entre ausentismo, nulos y blancos. O bien, si nos concentramos en votos válidos, las cifras hablan de 52,36% para Lasso y 47,64% para Arauz.

Es evidente que buena parte de los votos de la Izquierda Democrática y Pachakutik se dirigieron a Lasso y no por coincidencia en ideas políticas o programáticas, sino más bien CREO se benefició de un voto-castigo de la población para todo lo que representa el correísmo: autoritarismo, poder desbocado, afectación de derechos y libertades, opacidad, etc. Es claro que el candidato Andrés Arauz nunca tuvo un capital político que le permita sumar adhesiones propias. Por el contrario, se vio en la obligación de permanecer atado a Rafael Correa, su mentor, a través de un largo cordón umbilical, del cual, si bien se alimentaba de votos, pero también absorbía el rechazo de sectores como el de los indígenas y de la socialdemocracia.

Tanto fue la dependencia de Arauz con Rafael Correa que, como recordaremos, en sus recorridos debió colocar hasta una imagen de cartón (en tamaño real) del ex presidente para pasearlo por calles y plazas del país, como mudo testigo de una campaña sui géneris y hasta macondiana. La verdad, Andrés Arauz, hasta antes de las elecciones, no tuvo mayor imagen nacional. Se trató de un candidato desconocido (tanto que ni en el propio Banco Central del Ecuador, su lugar de trabajo, se tenía mayor referencia de él debido a las múltiples comisiones de servicio que le fueron otorgadas). Por consiguiente, el 32,15% de votos alcanzados se debió en gran medida a la figura de Rafael Correa y el voto de rechazo de los grupos progresistas (consignados a favor de Lasso), en cambio, fue una forma de abierto repudio al correísmo.

Los resultados electorales hablan de una evidente polarización política. Guillermo Lasso, ahora presidente electo, llega a Carondelet con algo más de un tercio de los votos. Eso significa que no se le ha dado un cheque en blanco para imponer verdades únicas desde el poder. Por el contrario, deberá trabajar en promover un gobierno de genuina concertación nacional, dispuesto a escuchar a todos los sectores, buscando acuerdos mínimos que permitan enfrentar la grave crisis sanitaria, la reactivación de la economía e inclusión social, así como la reducción de la desigualdad y generación de condiciones de gobernabilidad y paz social.

Se habla equivocadamente que la derrota de UNES significa la muerte política de Rafael Correa. Nada más pueril. El correísmo representa el bloque más grande de asambleístas en el Legislativo. Esta corriente, por lo mismo, tendrá espacio en la arena electoral en la medida en que el gobierno de Guillermo Lasso cometa los mismos errores en que han incurrido los regímenes neoliberales. La pobreza es el caldo de cultivo para que los neopopulismos, dictablandas y hasta los charlatanes de feria encuentren una oportunidad para sacudirse el polvo de la derrota.

La mayoría de ecuatorianos a estas alturas desean que llegue el 24 de mayo y se produzca la transición presidencial. Hay que aligerar la carga al actual Mandatario Lenin Moreno, quien suelto de huesos y casi luego de 4 años en el gobierno, confesó estar arrepentido de haber aceptado correr para las presidenciales en 2017. Lo cierto es que el juicio de la historia colocará todo en su lugar…