
Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
Definitivamente, una cosa es con guitarra y otra con violín. En el Plan de Trabajo 2021-2025, el binomio presidencial: Guillermo Lasso y Alfredo Borrero, propuso al país que ‘...mejoraremos el proceso de acceso a la universidad (...) Nunca más los jóvenes verán truncados sus sueños a acceder a la universidad...’.
Ese ofrecimiento, luego de más de 14 meses en el ejercicio del poder, el oficialismo lo pretende resumir –por lo menos hasta el momento- en la eliminación del examen Transformar de la Senescyt, con lo cual ahora los propios centros de estudios deberán definir los procesos de admisión para los estudiantes.
Como se podrá advertir, se está muy lejos de garantizar aquello de una educación superior ‘libre y de nivel mundial’ que condensa esta propuesta de campaña del ‘lassismo’. Por una parte, con el anuncio presidencial, no se asegura que la creciente demanda de cupos sea absorbida por la oferta de matrícula existente. No. Simplemente, lo que se ha hecho es cambiar el centro de decisión dentro del proceso de selección para el ingreso a la universidad ecuatoriana.
Por otro lado, tampoco existe la necesaria asignación de recursos, que se debería reflejar en los respectivos presupuestos, para que la universidad pública dedique sus esfuerzos a la creación de nuevo conocimiento mediante la investigación que es lo que define, en últimas, al alma máter.
Entonces, esto quiere decir que miles de estudiantes seguirán quedándose fuera del sistema de educación superior por el único ‘pecado’ de ser pobres y no estar en capacidad de pagar el valor de la matrícula en un centro de estudios particular, ratificando aquello que la educación se ha degradado a la condición de una mercancía más.
En esas condiciones difícilmente se podrá cumplir con los jóvenes en cuanto a impulsar sus deseos de alcanzar una formación superior que les garantice condiciones de vida mucho mejores, atendiendo –mediante el acceso al conocimiento- el derecho a una movilidad social ascendente.
Mientras en el presupuesto general del Estado (PGE), en el rubro educación en el primer semestre del año 2022 apenas se ejecutó un 37,7% de una asignación ya insuficiente de USD. 4957,3 millones (incluso con un ritmo de gasto –en igual periodo- menor al año 2021 donde se alcanzó el 43,2%), se tiene claro cuáles son las prioridades del régimen, siendo el frente social uno de los de abierta desatención. En contrapartida, para amortizaciones de la deuda pública, en el 2022, se tienen en el PGE , USD. 4717,3 millones, una asignación muy cercana a todo el presupuesto de educación en el país.
En esas condiciones difícilmente se podrá cumplir con los jóvenes en cuanto a impulsar sus deseos de alcanzar una formación superior que les garantice condiciones de vida mucho mejores, atendiendo –mediante el acceso al conocimiento- el derecho a una movilidad social ascendente.
Además resulta difícil para quien no ha estado vinculado con el quehacer universitario como es el caso del presidente Guillermo Lasso, entender que la escuela (y me refiero en todos sus niveles), como lo explicó Pierre Bourdieu, contribuye a la reproducción de las relaciones de clase, entre otras cosas, cuando la escuela sanciona las diferencias de acceso al conocimiento entre los estudiantes, ‘como si fueran puramente escolares’, calificando a los alumnos ‘como si todos salieran del mismo punto de partida’. Es ahí cuando la escuela (léase también la universidad) apoya a reproducir el orden social y, lo que es más, a justificarlo ante la vista de todos. De ahí la importancia de una educación pública de calidad que ofrezca igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos.
Consecuentemente: No, señor presidente. Una universidad libre y de nivel mundial va más allá de liberar a los jóvenes del examen de la Senescyt.
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