2005, El Carmelo, Carchi. 5 a.m. Un chico de doce años, mirada serena y pasos decididos camina hacia el establo de una pequeña finca rodeada por montañas. El viento del páramo lo arenga, él respira tranquilo e inicia el ordeño de una de las vacas. Con movimientos firmes extrae la leche de las ubres del animal; repite el ritual con siete vacunos, hasta llenar cuidadosamente varias cantinas de aluminio. De a poco, los montes adquieren líneas definidas, un gallo canta a lo lejos y cientos de aves inician una sinfonía interminable con diferentes tonos. El pequeño se llama Richard, y 16 años después será uno de los más grandes ciclistas de todos los tiempos a escala mundial, ganador de la medalla de oro en las olimpiadas de Tokyo 2020, que se celebraron en 2021, en la capital nipona.
La simiente es la clave de esta historia épica. La vida del campo, siempre dura, fue templando a Richard. Las historias que contaba su abuelo le enseñaron a soñar y a proyectarse hacia el futuro. Al inicio la bicicleta era un medio de transporte que lo divertía. Su primera bicicleta se la robaron, luego su padre, Antonio Carapaz, le regala una bici BMX, desvencijada y con ruedas desinfladas. Richard, con astucia y creatividad arregló a su nueva compañera de aventuras y a los diez años pedaleaba con ella por carreteras del Carchi. Pedalear lo alimentó de viento y esperanza. El guerrero había nacido.
A los 15 años, empieza a entrenar con Juan Carlos Rosero, su primer mentor, quien le enseñó algunas técnicas de un deporte cuyos ingredientes fundamentales son la paciencia y la perseverancia. Los primeros logros no tardan en llegar: en 2013 alcanza el campeonato panamericano en ruta, categoría sub-23 y también la vuelta a Guatemala.
En 2014 fue atropellado y pasó alejado del ciclismo durante seis meses, algunos médicos creyeron que incluso no volvería a caminar. Pero como paja del páramo resistió y fue recuperándose.
En 2015 ingresó al equipo colombiano Strongman Campagnolo, recibió mejores bicicletas para su profesión y se alimentó de nuevos conocimientos. Ganó la Vuelta de la Juventud de Colombia.
El equipo español LIZARTE lo contrató en 2016, ganó la Vuelta a Navarra. Su fortaleza y capacidad de progresión llamaron la atención del MOVISTAR TEAM que terminó llevándolo a su equipo. Richard va tomando conciencia de su potencial, la bici que siempre fue su aliada y su espacio de libertad, lo acerca a los sueños que tenía desde niño.
Carapaz, mientras escuchaba el himno con la medalla de oro pendiendo de su cuello, conmovió a todo un país. Y nos hizo recordar que siempre han sido los humildes, los despreciados, los que han terminado rescatándonos del olvido como nación
Sorpresivamente en 2017, es expulsado del equipo ecuatoriano por, supuestamente, emborracharse el día de la inauguración de los juegos bolivarianos. Se lo obligó a él y a su compañero Jonathan Narváez a disculparse públicamente. Sinceramente, tengo muchísimas dudas de que Carapaz, con todo su profesionalismo y visión de futuro se haya emborrachado. Este tema no se trató profesionalmente, expulsaron al mejor deportista ecuatoriano del siglo XXI, por una transgresión que máximo necesitaba una amonestación. En este punto seamos claros: ni Correa, ni Moreno apoyaron a Carapaz, simplemente quisieron humillarlo. Su frustración con el Estado ecuatoriano, la empresa privada y la ciudadanía ecuatoriana está totalmente justificada porque es en Colombia y en España donde supieron catalizar su talento.
2018 fue un año de revancha, ganó una etapa en el Giro de Italia y terminó cuarto en la clasificación general. El siguiente año se consagró definitivamente como uno de los mejores ciclistas del mundo al ganar el Giro de Italia. Fue contratado por el equipo INEOS.
Los éxitos se multiplicaron, en 2020 quedó segundo en la Vuelta a España y en 2021, después de 21 días de competencia, terminó tercero en la máxima prueba de ruta en el Tour de Francia.
Una semana después viajó a las olimpiadas, su espíritu volcánico seguía en constante erupción. En la prueba de 236 kilómetros ruta, partió sin ser uno de los favoritos, pero como él mismo dijo al final de la competencia, esta carrera era diferente al Tour de Francia, era como comprar un boleto de lotería.
Faltando 35 kilómetros el eslovaco, Tadej Pogacar, ganador en dos ocasiones del Tour de Francia, iba primero con una ventaja de 17 segundos sobre el segundo. Richard se mantenía cerca de los punteros, durante cuatro horas de competencia tuvo a Jonathan Narváez como su único escudero, después quedó solo pero supo aprovechar el momento exacto para patear el tablero de la carrera. Apareció un outsider, el norteamericano McNulty quien faltando 24 kilómetros realizó una inesperada escapada, Carapaz se fue con él. Durante veinte kilómetros los outsiders se adelantaron apoyándose, formando un tándem de postas para alejarse de los favoritos. Faltando cinco kilómetros McNulty no dio más y Carapaz tomó la punta. Los cinco kilómetros más épicos del ciclismo ecuatoriano y latinoamericano fueron pedaleados por la “Locomotora del Carchi”. Cuánto cansancio, cuántos recuerdos e imágenes deben haberse arremolinado en la mente de Richard, cuánta fortaleza para pedalear con la misma inocencia y sed de sueños del humilde niño nacido en el páramo carchense.
Carapaz, mientras escuchaba el himno con la medalla de oro pendiendo de su cuello, conmovió a todo un país, nos hizo recordar que siempre han sido los humildes, los despreciados los que han terminado rescatándonos del olvido como nación. Las declaraciones de Richard después de ganar el oro olímpico fueron sinceras, “esta medalla es mía, el país casi no creyó en mí”. Bofetada elegante a los gobiernos, empresas privadas y ciudadanía. Recuerden que ese mismo día, murió atropellado, un ciclista en Puembo. Después de tanta alegría y catarsis colectiva simplemente surge la pregunta: ¿nos merecemos a Carapaz?.
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