
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
Joaquín Gallegos Lara, escritor ecuatoriano miembro del grupo de Guayaquil, publica en 1946 su novela Las cruces sobre el agua, la cual relata la masacre acaecida en Guayaquil en 1922. Se cuenta lo ocurrido el 15 de noviembre de ese año, cuando el ejército ecuatoriano disparó en contra de miles de manifestantes ecuatorianos desarmados, dejando por lo menos mil muertos, muchos de los cuales fueron despanzurrados antes de que sus cuerpos fueran arrojados al río Guayas. El fallecido historiador Patricio Icaza, calificó esa masacre como “el baño de sangre de la clase obrera ecuatoriana”.
Desde 1914 el país, y en especial Guayaquil, comienza a vivir una aguda crisis, producto de la caída gradual de los precios del cacao a escala internacional, la que se agrava con las plagas “monilla” y “escoba de buja” que en 1920 diezman las plantaciones. Con la crisis se incrementan los despidos, el desempleo y bajan los salarios. Como la actividad cacotera era el motor de la economía se genera una profunda recesión que afecta a toda estructura del país, pero sobre todo a la clase trabajadora, a los pobres y miserables.
Ante ello los “gran cacao”, exportadores, dueños de las haciendas cacaoteras, y de todos los bancos (no había Banco Central, entonces) buscan, como siempre, compensaciones y apoyos desde el Estado, las cuales vienen de inmediato, pues el presidente de la República era un abogado miembro de su clan, José Luis Tamayo, liberal sucesor de Leónidas Plaza y Baquerizo Moreno, todos “liberales de chistera”, del grupo que derrotó a Alfaro y puestos en la presidencia por este grupo económico. La ayuda gubernamental viene en forma de devaluación. El sucre pasa de 2.25 por dólar en 1920 a 4.15 en el año 1922. Y mientras esta medida contenta a los exportadores, perjudica a la otra facción de la burguesía, los industriales y los importadores quiénes ven afectados sus intereses al variar el tipo de cambio.
Las sociedades de cachueros, tipógrafos, peluqueros, sastres, zapateros abandonan la Confederación Obrera del Guayas, mutual de corte liberal que responde a los intereses patronales y junto a otras ocho forman, el 15 de octubre de 1922, la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana que, en un contexto de crisis, brinda una propuesta radical que hace crecer, en un mes, a esta federación abrumadoramente: “A mayor hambre y mayor miseria, mayores reclamaciones de salarios…”
La exitosa huelga de los ferroviarios (agosto de 1922) les incentiva a seguir ese camino, y mientras la policía se acuartela, la paz y el orden en la ciudad se mantienen con brigadas de huelguistas que hacen custodia y vigilancia durante la noche. Como dice Luis Maldonado Estrada, entonces secretario de la FTRE: “(se establece) un orden que nadie pretendió alterar (porque) la población se sometió a esto… Mientras todos los días en la ciudad de Guayaquil había toda clase de contravenciones de delitos, en esos días no ocurrió nada. Todo fue orden”.
El 15 de noviembre, es casi invisibilizado por la historia oficial. El suceso que influenció diversos procesos sociales políticos, económicos y culturales en el Ecuador, entre ellos la Revolución Juliana en 1925 que inició la reorganización estructural del Estado, que luego creó el Banco Central, es un evento que apenas se conoce en los colegios
Pocos días antes del 15, cuando la agenda radical obrera popular estaba completa, Puig y Trujillo, abogados de la liberal COG, que respondían al torvo caudillo liberal opositor de Tamayo, Enrique Baquerizo Moreno, introducen el discurso de los importadores: Hay que bajar el tipo de cambio, ¡Abajo el dólar! A dos días de la huelga esta nueva consigna es la hegemónica y atrás quedan los temas salariales y de reivindicaciones obreras. Las masas se convencen de que la baja del dólar es la solución a sus problemas.
Y viene la masacre.
Y el dólar no baja… Y la inflación sigue subiendo, porque los banqueros agroexportadores siguen recibiendo el regalo devaluador. Un gran regalo, tal como el que 60 años después recibieron los banqueros y otros sectores de entonces desde el gobierno de Hurtado: la sucretización de la deuda. O como la monstruosa cantidad de plata del erario público que fue a parar en manos de los banqueros en el salvataje bancario del año 1999 que salvó la plata de los banqueros pero eliminó el Sucre y destrozó la economía de millones que prefirieron migrar. Cien años después del 15 de noviembre, los banqueros imponen tasas activas de latrocinio y gozan de las “ortodoxas” medidas económicas que da un presidente banquero. Si hace 100 años la banca tenía a sus empleados en la presidencia, hoy prefiere hacerse cargo personalmente.
El 15 de noviembre, es casi invisibilizado por la historia oficial. El suceso que influenció diversos procesos sociales políticos, económicos y culturales en el Ecuador, entre ellos la Revolución Juliana en 1925 que inició la reorganización estructural del Estado, que luego creó el Banco Central, es un evento que apenas se conoce en los colegios. En estos días de tik toks y de instagram, quizás algún inteligente profesor manda a leer y quizás analiza con sus estudiantes Las cruces sobre el agua para su clase de literatura ecuatoriana. Y nada más…
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