
PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.
Uno era el candidato Moreno, otro el Lenín ganador de las elecciones con ese tufillo de fraude orquestado por la oposición; otro el ganador ratificado. Uno fue el flamante presidente el 24 de Mayo, otro una vez investido y es aún diferente luego de que Correa se marchara a Bélgica. Su candidatura provocaba incógnitas y resquemores en varios ecuatorianos de todas las tendencias ideológicas por la ambiguedad de su discurso y sobre todo por la sombra de Correa. El sólido tinglado del aparato estatal y el entorno partidario, ambos bajo el dominio del omnímodo Rafael, vaticinaban un correísmo sin Correa. Pero además de esa sombra había un tufo a corrupción que acompañaba la candidatura de Moreno, ese hedor tenía dos nombres Odebrecht y Jorge Glas; desde mucho antes, el nombre del actual vicepresidente sonaba vinculado a la corrupción, y las declaraciones de funcionarios como Capaya durante la campaña, alejaron del binomio oficialista a muchos votantes.
En el Ecuador dominado por Correa, Lenín Moreno no era bien visto por el Mashi para ser su sucesor, lo era su colega scout Glas. Pero las encuestas hicieron entender al “gran jefe” de PAIS que con Jorge Glas perderían las elecciones, así es que a regañadientes aceptó a Moreno como candidato. Había la posibilidad de que Moreno (tal como siguió al pie de la letra el libreto que Alvarado le trazó en campaña), siga el rumbo trazado por Correa y su equipo de confianza para los cuatro años de gobierno; pero, no es necesario ser muy suspicaz, para aseverar que esta poca confianza que tenía Correa en su candidato presidencial, haría que con su círculo más cercano (Mera, Alvarados, Glas, Aguiñaga,…) diseñen un plan B —una estrategia, si es que Moreno se “desmarcaba”, si quería “irse por la libre”—, y es esta la que está jugando Correa desde Bélgica a través de las redes sociales y acá sus corifeos en la Asamblea, en el partido y el infable equipo de “ovejunos” y de trolls virtuales.
Moreno tenía esas dos opciones y no términos medios: o callaba y daba continuidad al “proyecto” guiado a distancia por Correa o se desmarcaba del estilo y del trasfondo del gobierno del Mashi, tal como años antes, lo hiciera en Colombia Santos de Uribe. Para Lenín Moreno ser el ejecutor de un “correísmo sin Correa” no era tampoco fácil, ya que estaba en un país donde 48% de sus habitantes no votaron por él, con una economía en situación crítica (endeudamiento millonario, desempleo, recesión, …), y con la corrupción contaminándolo todo.
Con ello se generaban las condiciones para fracasar, para que su débil capital político propio se desplome, e incluso, ponga “una mesa servida” (usando el término de moda) para el retorno triunfal del Mesías Correa en el 2021.
Estos primeros días de agosto demuestran que optó por la segunda opción (aunque los más escépticos digan que es un tongo). El proceso de diálogo —no consignado exclusivamente a esos con los que acostumbraba conversar su predecesor, esos que le daban la razón y le eran cercanos e incondiconales— con un amplio espectro de fuerzas e ideologías, ha sido parte de una estrategia efectiva que ha elevado la aceptación y credibilidad del flamante presidente (75% de ecuatorianos le creen y creen que está haciendo bien las cosas).
Incluso antes de partir, y con más vehemencia desde el otro lado del océano, Rafael mostró su descontento con esta autonomía. No resistió “esa deslealtad” y desde su carácter soberbio aceleró y visibilizó una ruptura anunciada. Se viene desbordando en el twitter y ha ajustado la ejecución de ese plan B (otra vez asumiendo que no hay tongo) diseñado para recuperar un poder que se le aleja más.
En estos momentos las cartas están echadas y la pelea por la hegemonía de la correlación de fuerzas está en su apogeo. Correa confía en las masas que lo siguen, en aquellos que ahora gritan “licenciado Moreno traidor” y que escasos aparecieron ayer en la Plaza Grande. Confía en la cortina de humo que crea con el asunto CNEL y en que los ecuatorianos van a espantarse con los cucos que el revive: la partidocracia, el viejo país, el retorno del neoliberalismo, el paquetazo que dará el gobierno. Correa tiene fe en que los asambleístas PAIS, puestos por él y su equipo de confianza, no se cambien de bando…
Además del diálogo —estrategia fundamental para legitimarse— Lenín ha dado varios golpes de timón políticamente importantes como las amnistías para presos políticos, el giro a la relación gobierno-medios de comunicación, y otras incisiones política y mediáticamente potentes, como la devolución de la casa a la CONAIE y la nueva orientación del periódico público. Aún quedan deudas en temas de control a la comunicación, derogatoria del decreto 16, revisión del COIP, entre otros. El boxeo político entre los dos miembros del primer binomio PAIS está en su punto crítico, ya paso el round de calentamiento y ahora están en pleno intercambio de jabs.
El haber quitado las funciones al vicepresidente Glas es una decisión que pone en un momento de tensión al partido; pone otra vez la pelota a la cancha del Legislativo y presiona también a los órganos de control. Lenín Moreno ha tomado una decisión contundente que lo consolida en la lucha anticorrupción, uno de los ejes de la coyuntura; pero como lo diría un articulista, Lenín no puede solo, es importante que de inmediato diversos sectores, en especial de izquierda y centro izquierda se comprometan más y de manera decidida en esta cruzada.
No es el momento de la ideologización. Los movimientos sociales, desmantelados como están, deberían darle su apoyo frontal, los partidos políticos y movimientos aunque débiles (PK, UP; PS, PC, AVC, MIR, ID,…) deben manifestar su apoyo, sin esperar de antemano su tajada. Tomando en cuenta que Correa está dispuesto a todo y que guste o no, aún tiene seguidores (muchos de ellos fanáticos), tanto en los sectores populares y medios, cuanto en la Asamblea Nacional, es momento de cerrar filas y apoyar al presidente.
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