
«Yo escribo ficciones novedosamente problemáticas de mi vida y del cuento, por supuesto», dice la narradora de un relato de Gilda Holst titulado Bumerán. Así expone su quehacer, su lugar en el mundo, junto a una madre que la considera toda novedad y una hija que la considera fuente de problemas. Estoy, por supuesto, parafraseando el cuento.
Quiero empezar expresando, con absoluta justeza, que la publicación de «Obra Completa» de la narradora guayaquileña Gilda Holst es, sin duda alguna, el acontecimiento literario más importante de este 2021. Y que Paulina Briones, editora de Cadáver exquisito, con su osadía, ha concretado el deseo de muchos lectores. Este tomo permite visibilizar en su totalidad la destreza literaria de una de las autoras más notables del género del cuento que tenemos hoy en nuestro país. Autora que a pesar de haber publicado desde la década de los ochenta, y haber sido incluida en muchas antologías nacionales e internacionales (sobre todo con su celebrado cuento Reunión) no ha tenido la difusión que amerita.
«Obra completa» contiene sus tres libros de cuentos (Más sin nombre que nunca, Turba de signos y Bumerán), su novela corta (Dar con ella), más algunos textos reflexivos sobre la literatura. Su novela la leí apenas se publicó en el año 2000, movido por la curiosidad después de haber leído Turba de signos. También el hecho de haber sido alumno de Gilda en la Universidad Católica me ligaba a la idea de buscar su trabajo. Sus clases siempre estuvieron envueltas por la misma extrañeza que provocan algunos de sus cuentos. A ratos, parecía que terminaba hablándose a sí misma, mientras apagaba un cigarrillo y encendía otro. A ratos, uno se perdía con ella tras el rastro de una iluminación que pesquisaba los posibles orígenes de una historia.
Quiero empezar expresando, con absoluta justeza, que la publicación de «Obra Completa» de la narradora guayaquileña Gilda Holst es, sin duda alguna, el acontecimiento literario más importante de este 2021. Y que Paulina Briones, editora de Cadáver exquisito, con su osadía, ha concretado el deseo de muchos lectores
Su narrativa, de algún modo, juega con los registros de Pablo Palacio y Kafka. Leerla siempre produce ese estupefacción de estar frente a un retrato incompleto, fragmentario, que deja líneas de fuga para que el lector, cautivado, continúe zambulléndose dentro, escarbando en posibles significados. Porque si bien hay una construcción que cuestiona el proceso mismo de la creación, también se erige una atmósfera angustiante donde sus personajes son obligados a interactuar. Atmósfera que no es otra que la pura y dura realidad. Así Gilda nos revela que todo personaje puede acabar reprimido e inquieto dentro de un entorno contemporáneo que es totalmente insensible y conflictivo. Desafiando, además, con una prosa depurada y estimulante todos los clichés sociales, todas las trampas de la literatura.
Como lector, el viaje hacia la provocación, la ruptura y el asombro está asegurado. Tanto en cuentos donde se deshilvana el tema de la ficción (No es mucho), como en historias donde se problematiza el rol de la mujer dentro del tejido social (El Ermitaño). De sus historias, quizás la imagen que me persiga por muchos más años sea la de ese barco petrificado en la terraza de una casa de la calle Esmeraldas, que a ella le espeluzna. Un barco que yo mismo miré muchas veces saliendo del sur. La fachada de un barco que quién sabe porqué se hizo de aquel modo, en todo lo alto de una terraza. Y que al mirarlo, congelado bajo el cielo oscuro, al pie de una avenida transitada, solo generaba interrogantes.
SIN CREMA, VISERA NI PARASOL
Cuando sueño en algún hombre con traje de baño, sé que lo estoy soñando desnudo. Y aunque descubierto el ardid, el sueño insiste en presentarse con ese recato, ¿por qué persiste? Le he dado vueltas al hombre y el sueño me ha dado vueltas a mí.
Sumergida en él, el hombre se zambulle en las olas. Pero me doy cuenta que la desnudez de mi hombre o de mi sueño es imperfecta ¿no lleva, acaso, un traje de baño? ¿Será que en el amor es imposible despojarse de uno mismo? La desnudez, entonces, no existe. Pantalón de engaño, vestida de astucia, tejido de letras, cautela escondida, cautiva en los nudos, urdida en el sueño, bullo/ abrazada, emerjo/ ardida, expuesta y quemada.
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