Tengo muchos deseos para el 2018. Soy humano y nada de lo humano me es ajeno, como dijo Terencio hace cerca de 2.200 años, así que, en lo profundo de mi ser, hay anhelos y aspiraciones que tienen que ver con muchos ámbitos relativos a la humanidad y a la casa común que compartimos. A la vez, tengo deseos en el ámbito personal, otros en el familiar, y abrigo muchos respecto de las organizaciones a las que pertenezco.
Pero no quiero ni puedo enumerarlos todos. En las siguientes líneas me centro, en cambio, en los ocho principales deseos que tengo para el país, para este conglomerado que nos importa a todos y por el que sufrimos todos y al que queremos verlo sin las ataduras de la pobreza, la corrupción, la injusticia y el autoritarismo que le han sujetado en estos años. En 2017 terminó esa pesadilla y se abrieron nuevas posibilidades, pero en 2018 aquellas puertas deben atravesarse para concretar un rumbo certero para el país. Por eso, mis deseos se refieren al ámbito político, porque, aunque no es el único campo en que se define el futuro de un país, es allí donde están los principales temas pendientes que afectarán a todos los habitantes de esta bendita tierra. Estos son mis ocho deseos; ¿coinciden con los suyos?
El sí triunfa el 4 de febrero. La consulta popular, convocada por el CNE por decreto del presidente Lenin Moreno, se lleva a cabo con la tranquilidad y el espíritu cívico que desde hace décadas despliegan los ecuatorianos cada vez que concurren a las urnas. A las 17:00, las encuestas a boca de urna dan un triunfo contundente al sí en las siete preguntas, que se corrobora hacia las 21:00 con el recuento extraoficial del CNE y se confirma pocos días después al concluir el escrutinio oficial.
Moreno actúa de inmediato y con firmeza con el mandato del Sí. El espectacular triunfo en la consulta popular le da a Moreno toda la legitimidad que necesitaba para actuar. De inmediato, se redactan y proclaman las enmiendas a la Constitución decididas por el pueblo que eliminan la reelección indefinida; inhabilitan cívicamente a los condenados por corrupción; vuelven imprescriptibles los delitos sexuales contra niñas, niños y adolescentes; prohíben la minería metálica en áreas protegidas, zonas intangibles y centros urbanos, y modifican la forma de elegir el CPCCS. Se emiten sin pérdida de tiempo la derogatoria de la Ley de Plusvalía y la ley que reduce el área de explotación petrolera del Yasuní y aumenta su zona intangible. En consecuencia, y también ipso facto, concluye el período del CPCCS correísta y Moreno envía a la Asamblea ternas constituidas por personas de impecable autoridad moral para conformar el nuevo CPCCS.
El CPCCS de transición desmantela el andamiaje correísta. El CPCCS elegido por el Congreso se organiza de inmediato, elige sus autoridades y, sin perder tiempo, evalúa a las autoridades y cuerpos colectivos colocados por el autoritarismo correísta y da por terminado, con justicia y transparencia, el período constitucional de los dignatarios cuyo desempeño no ha sido óptimo, incluyendo, entre otros, Procurador, Fiscal, defensores, superintendentes y miembros del CNE, TCE y Consejo de la Judicatura.
Se reforma a fondo la justicia. Simultáneamente, Moreno remite al Congreso un proyecto de ley de reformas al Consejo de la Judicatura, el cual deja de ser como hasta aquí el mecanismo controlador político de los jueces. La reforma restaura la división de poderes propia de todo régimen democrático. A la vez, fortalece la capacidad administrativa del Consejo y permite echar a los jueces vagos o corruptos y no a quienes emiten sentencias que disgustan a Correa, Patiño y compañía... o, en este caso, a Moreno y su gobierno.
Se suprime la Supercom y se reforma la Ley de Comunicación. Más pronto que tarde se concreta el repetido anuncio de que el Ejecutivo prepara reformas a la Ley de Comunicación. Estas se envían a la Asamblea y se aprueban en pocas sesiones. En ellas, se elimina la Superintendencia de Comunicación, que no es creación constitucional, se suprimen todas las múltiples aberraciones que contiene dicha ley y se consagra un marco que asegure la libertad de expresión y el ejercicio de la comunicación responsable, abierta y libre para toda la sociedad ecuatoriana
Se cambia el equipo económico. Moreno cambia al actual equipo económico que ha prolongado las políticas correístas e, incluso, continúa falseando las cifras, y pone en su lugar un equipo de personas preparadas y honestas.
Se renegocian la deuda externa y los contratos de preventa petrolera. Las nuevas autoridades económicas logran la renegociación de la deuda con China y otros acreedores menores, bajando las tasas de interés y alargando los plazos. A la vez, y con el equipo del área hidrocarburífera, que ha sido reforzado con verdaderos conocedores, se renegocian los abusivos contratos de preventa petrolera, liberando importantes cantidades de petróleo para su venta directa, con lo que se consigue aprovechar el nuevo período de alza de precios de los hidrocarburos. Como consecuencia del cambio del equipo y de estas renegociaciones, se reactiva la economía, vuelve a invertirse en el país y se crean miles de puestos de trabajo.
Se enjuicia a Correa como autor intelectual de la corrupción. Pruebas contundentes permiten entablar el juicio que el país espera contra el responsable máximo de la corrupción en el Ecuador, el hombre que puso a Glas de ministro y vicepresidente y le dotó de todas las prerrogativas para manejar los contratos de las áreas estratégicas y que ejerció la presidencia con un nivel de control y autoritarismo nunca dado en el país y, por ende, no pudo no conocer la corrupción que reinaba en todas las esferas de su gobierno de diez años.
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