
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
La muerte cruzada nos sacó de la crisis inmediata, pero no de aquella profunda, estructural, histórica. Mandar a la casa a la Asamblea Nacional equivale a echarle un duchazo al chancho: más temprano que tarde, el animal vuelve a la pocilga. Ya lo percibimos a propósito del próximo proceso electoral.
El sistema político ecuatoriano está llegando a un nivel de descomposición no solo irreversible, sino peligroso. Ya no hay dónde ponerle más parches. Como esas viejas calderas que han sido reparadas hasta la saciedad, llega un momento en que simplemente explotan.
La clave del impasse radica en el agotamiento de la lógica de representación. No solo que nadie confía en las instituciones formales del Estado, sino –algo aún más grave– que nadie se identifica con ellas. Si entendemos el verbo identificar como el reconocimiento de que determinada cosa es la misma que se busca y no la contraria, los ecuatorianos ya ingresamos a un plano de esquizofrenia colectiva: buscamos justicia en una institución que reparte injusticia; buscamos eficiencia en una institución que brilla por su ineptitud; buscamos solidaridad en una institución atravesada por las corruptelas personales. Así es imposible construir democracia.
Que las funciones ejecutiva, legislativa y judicial ostenten la vergonzosa cifra de menos del 10% de aceptación ciudadana es una perfecta antesala para la catástrofe nacional.
La población empieza a buscar justicia por mano propia, empleo en el crimen organizado o seguridad en la esclavitud de los narcoterritorios.
Y ahora nos adentramos en el viejo túnel de las elecciones, con un nuevo proceso que no por ser suigéneris deja de ser más caótico que de costumbre. Hasta las propias autoridades electorales, muy a su pesar, lo han insinuado. La cortedad del tiempo ahondará los vicios del sistema de selección de candidaturas y de la propia campaña. Primarán el dedazo, la más ramplona farándula, la supresión total de contenidos y propuestas, el vértigo de la improvisación. Durante varios meses el país se instalará en el mundo virtual del TikTok.
No sería nada raro que el voto nulo se dispare aún más que en las pasadas elecciones. El desencanto y la indignación que se vienen acumulando puede expresarse en el rechazo generalizado a la clase política.
No obstante, la sociedad ecuatoriana tiene una excelente oportunidad de resarcirse de tantas frustraciones, decepciones y engaños. Puede votar a favor de la consulta de los Yasunidos. La opción no requiere de mayores cabriolas políticas ni ideológicas: es una opción por la vida. Y, de paso, un cuestionamiento radical a ese sistema que maquilla con la formalidad política la perpetuación de la injusticia, la desigualdad, la corrupción, el abuso de poder, el atropello a la ley… Es decir, todas esas taras que no pueden ser rechazadas en una elección de presidente o de asambleístas.
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