
Gracias a la “muerte cruzada”, Ecuador se sometió a un barrido moral que dejó el ambiente político un poco más limpio y respirable. Solamente un poco, pues políticos como Pabel Muñoz, alcalde de Quito, no cejan en su empeño de ensuciarlo.
Muñoz, en efecto, ha decidido imponernos el culto a la cleptocracia, convirtiendo la estatua de Néstor Kirchner, ladrón probado, en símbolo de la unidad americana.
Su decisión, sin duda, es una afrenta a los ecuatorianos y una forma de apología del delito, pero, también, una declaración de principios. Sabemos ya qué valores defiende Muñoz y, en consecuencia, cuál será el rumbo de la administración del alcalde correísta. Un correísta —no por fatalidad sino por contumacia— no puede hacer otra cosa que encubrir, apoyar, endiosar a los ladrones y recomendar a su gente, como lo hizo la exasambleísta de Pachakutik, Rosa Cerda, que “si roban, roben bien” o, como el propio Correa, principal fan de sí mismo, ordenar que todos los exasambleístas de su partido, echados a la calle con el beneplácito de la inmensa mayoría de ecuatorianos, vuelvan a candidatizarse.
Los vicios convertidos en valores, esta es la gran transformación progresista, el logro mayor del correísmo en los años en que gobernó el país, y que, ahora, políticos de esa línea quieren continuar y afianzar
Los vicios convertidos en valores, esta es la gran transformación progresista, el logro mayor del correísmo en los años en que gobernó el país, y que, ahora, políticos de esa línea quieren continuar y afianzar. ¿Néstor Kichner robó? Muñoz, supongo, dirá que no, que imposible, porque él, igual que Cristina, que Evo, que Ortega, que Maduro, que Ronny Aleaga Santos, son buenos, y como, con delicado humor diría Julio Camba, “El hombre malo (…) puede corregirse; pero ¿cómo corregir al bueno?”. Los ladrones buenos van al cielo. Y allá, también, van los asesinos buenos, los violadores buenos, los terroristas buenos y todos los criminales de buenas intenciones que ha habido y habrá en el planeta. Mientras llegan al cielo, si es que ya no están ahí, en Quito les erigimos monumentos.
Ya que Muñoz está resuelto a celebrar a políticos de la estatura moral de Néstor Kirchner, le convendría construir una plaza que albergue las estatuas de los próceres de la cleptocracia latinoamericana, de manera que Néstor pueda pasar la eternidad en buena compañía.
En Ecuador, hay muchos políticos, muertos y vivos, con los mismos o mayores méritos que el expresidente argentino. Lo que le obligaría a realizar una selección muy rigurosa.
En dicha plaza pasearán, en respetuoso silencio, turistas y quiteños. Y, desde sus alturas de bronce, mármol o cemento, los próceres de la cleptocracia, con severa mirada, les indicarán el camino correcto.
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