
Cada vez se vuelven más evidentes las indescriptibles mediocridades que conforman la Asamblea cuya precaria salud mental y social empeora de manera acelerada. Al mirarla de frente y no de soslayo, como sugieren ciertos asambleístas, se podría concluir que esto ya no tiene salvación alguna.
La política, en especial la que se vive en el campo o legislativo, es absolutamente infantil y sospechosamente perversa. Lo cual, por cierto, habla muy mal del país y de su institucionalidad.
Conformada, en buena medida, por ciudadanos, hombres y mujeres, sin ninguna experiencia ni preparación, la Asamblea camina en un mundo oscuro y, por ende, absolutamente desorientada.
Es casi absurdo que sean elegidos legisladores ciudadanos que carecen de una suficiente y adecuada formación académica que asegure un verdadero y real desempeño político, jurídico y social. No se trata de ir a la Asamblea casi a aprender a leer y escribir. Eso no es democracia sino subdesarrollo e infantilismo político.
En democracia también existen condiciones básicas para optar por los diferentes puestos de legislación y de mando. La sumatoria total de los votos no le hace a un ciudadano más inteligente o más preparado. Todo lo contrario: se va a ella para dar cuenta de su capacidad intelectual, política y ética. Y no casi a aprender a leer y escribir.
La sumatoria total de los votos no le hace a un ciudadano más inteligente o más preparado. Todo lo contrario: se va a ella para dar cuenta de su capacidad intelectual, política y ética. Y no casi a aprender a leer y escribir.
Todo asambleísta debe poseer amplios conocimientos sociales, jurídicos y políticos. Así demostrará creatividad política, social y jurídica. La democracia no es el gobierno de los incapaces o de los mediocres ni tampoco de los avivatos que solo aspiran a una representación que no significa nada más que eso.
En la actual Asamblea hay hombres y mujeres, que ni siquiera consiguen hilvanar medianamente una idea y menos todavía una oración. Están ahí por esa especie de suerte que una mal entendida democracia promueve y que es muy bien aprovechada por quienes aprendieron a sacar provecho de estas precariedades. Más aún, propositivamente se organizó la Asamblea esta manera para sacar mayor provecho Si no, preguntar a Correa y los suyos.
Los principios democráticos no suponen que el país sea dirigido y gobernado por mediocres e incapaces. En todos los estratos sociales existen mujeres y hombres política y socialmente preparados como para formar parte de la Asamblea, legislar y supervisar al país de manera adecuada, eficiente y ética.
Sin embargo, ciertos movimientos políticos se han convencido de que estas cualidades sobran. Como si, propositivamente, buscasen mujeres y hombres sin atributos. Parecería que han aprendido a medrar con éxito de ello.
Para este grupo, lo fundamental consiste en ganar una elección: esto basta para justificar con suficiencia el ejercicio de cualquier dignidad o cargo público. La capacitación previa, los antecedentes personales y un curriculum que lo justifiquen prácticamente no sirven para nada: redundan.
Se trata, pues, de una política que se sostiene en el quemeimportismo y en la penuria ideológica, social y ética. Al final de cuentas, una laudable estrategia para acrecentar el subdesarrollo y la inmoralidad.
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