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14 de Septiembre del 2016
Ideas
Lectura: 4 minutos
14 de Septiembre del 2016
Juan Cuvi

Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.

Paramilitarismo verde-flex
En política, las alucinaciones son fatales. Cuando el asambleísta Collahuazo afirma que los involucrados van a defender la revolución se parece al niño que asegura volar porque tiene el traje de Supermán. Si no hay ninguna revolución, ¿qué quieren defender además del cargo y las prebendas?

El reciente episodio de la formación militar de grupos oficialistas da para interminables especulaciones, suspicacias y burlas. El hecho, además, oscila entre lo preocupante y lo ridículo, entre lo ilegal y lo patológico. Intentemos algunas interpretaciones.

1.  No hay duda de que se trata de grupos ligados al oficialismo. Es más, uno de los instructores aparece en una concentración del gobierno ostentando distintivos de Alianza PAÍS. Hay que preguntarse, entonces, si la instrucción militar estuvo autorizada por las más altas autoridades del movimiento de gobierno, o si fue una iniciativa de buena fe de los involucrados.

2. Es obvio que los participantes en los encuentros ostentan un absoluto desconocimiento de la ley y la Constitución. Están cometiendo un delito tipificado en el Código Integral Penal, y lo hacen con el más descarado desparpajo. A no ser que tenían la seguridad de algún amparo institucional, como la presencia de un asambleísta de Alianza PAÍS, debían tener un poquito más de sigilo y discreción en lo que hacían. Pero se entrenaban en aporreamiento de opositores como ir a misa.

3. También reflejan una confusión que raya en la ignorancia política. Pensar que las revoluciones se apuntalan con fintas de karate es como creer que hablar mal de los Estados Unidos es ser de izquierda. Si ni siquiera han leído la Constitución, es obvio que tampoco han hojeado un manual de teoría política. Porque al menos sabrían que cuando los civiles se arman como guerrillas o como grupos subversivos lo hacen para combatir a un gobierno o hacer una revolución. En cambio, cuando un gobierno arma a los civiles los convierte en fuerzas de choque, en paramilitares, en instrumentos represivos del poder. Son los camisas negras de Mussolini o los camisas pardas de Hitler.

4. ¿Dónde se entrenaban? Si lo hacían en algún recinto militar estaríamos frente a un peligro mayor. Si lo hacían en un espacio público estaríamos frente a una amenaza a la seguridad ciudadana y a un acto de total impunidad. ¿Goza Rodrigo Collahuazo de algún fuero para infringir la ley?

5. Los bisoños paramilitares de Alianza PAÍS tampoco leen la prensa. No se han enterado que aquí a la vuelta, en Colombia, las FARC acaban de renunciar definitiva e inapelablemente a la lucha armada, luego de medio siglo de conflicto. América Latina cambió, nos guste o no. Si quieren contrarrestar a palos las masivas movilizaciones ciudadanas en contra del correísmo pierden el tiempo. Terminarán arrinconados por el pueblo, como tantos gobiernos despóticos del continente.

6. En política, las alucinaciones son fatales. Cuando el asambleísta Collahuazo afirma que los involucrados van a defender la revolución se parece al niño que asegura volar porque tiene el traje de Supermán. Si no hay ninguna revolución, ¿qué quieren defender además del cargo y las prebendas?

7. En medio de todo este enredijo, la pregunta del millón es quién sapeó a los temerarios revolucionarios correístas, quien grabó y difundió los videos. Alguien podría decir, con justa razón, que si en la era de las redes sociales se filma y difunde hasta un polvo, ¿por qué no hacerlo con una excursión de boy-scouts? El problema es que aquí estamos frente a un delito que puede derivar en una vulneración de los derechos humanos de otros ciudadanos. La ridiculez del hecho no obsta la gravedad de sus consecuencias. Como dice Serrat, si no fueran tan temibles nos darían risa. Por eso hay que descubrir quién y por qué hizo públicos los videos.

 

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