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20 de Enero del 2020
Ideas
Lectura: 5 minutos
20 de Enero del 2020
Rodrigo Tenorio Ambrossi

Doctor en Psicología Clínica, licenciado en filosofía y escritor.

¿Pensión hasta los 24 años?
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La misma sociedad se ha encargado de colocar el divorcio en el espacio del mal. Y en eso tiene mucho que ver el cristianismo romano que tozudamente se resiste a aceptar formalmente una realidad que, de suyo, es tan vieja como el mismo matrimonio. A un hombre y una mujer no los une la ley sino el amor, las ternuras, la buena voluntad, las tolerancias.

Se hallan en proceso de estudio algunas reformas al Código de la Niñez y la Adolescencia. Una de ellas tiene que ver con prolongar hasta los 24 años la edad siempre y cuando el hijo o hija se hallen cursando estudios universitarios. Por cierto, una iniciativa que sin duda alivianará las tensiones y preocupaciones de un buen porcentaje de hogares del país.

El tema del divorcio, unido al de las responsabilidades parentales, ha sido siempre delicado e incluso caótico. Seguramente un buen porcentaje de las separaciones matrimoniales no cursa en el campo del respeto y las tolerancias, sino en el de las violencias. De ninguna manera es cierto que siempre las cosas que deshacen como se hacen. Qué maravilloso sería que las parejas se separasen como se unieron: en paz. El dolor no equivale a violencia.

En principio, habría que aceptar que la inmensa mayoría de las alianzas matrimoniales se realiza desde y con la ternura y el amor. De hecho, el enlace matrimonial no tendría sentido alguno si se efectuase al margen del deseo y desde las perspectivas que crean las ternuras. 

Prefiero no hablar de amor porque, “Y amar, ¿quién sabe de eso?”. Las ternuras son menos líricas porque su cuerpo y sus expresiones son visible y, por ende demostrables no solo en el torrente de las palabras sino también y quizás sobre todo, en el escenario sensible de los cuerpos. Obras son amores y no inmensos recursos lingüísticos. El amor no es una metáfora sino un ejercicio que incluso podría llegar a ser “un amargo ejercicio”. De hecho, la perfección de las ternuras se expresa a través de actos concretos, de gestos, de actitudes corporales. Obras son amores y no buenas razones. 

¿Por qué te amo te aporreo? No, nunca ha sido ni será cierta semejante herejía. El producto del árbol del amor se llama ternura.

El divorcio pone fin a la alianza matrimonial. Ella y él deben separarse porque los vínculos amorosos que los unieron se han roto, se han debilitado o quizás ya han desaparecido. De hecho, la promesa matrimonial: juro amarte durante toda la vida, sea la más difícil de cumplir de todas nuestras promesas.

La misma sociedad se ha encargado de colocar el divorcio en el espacio del mal. Y en eso tiene mucho que ver el cristianismo romano que tozudamente se resiste a aceptar formalmente una realidad que, de suyo, es tan vieja como el mismo matrimonio. A un hombre y una mujer no los une la ley sino el amor, las ternuras, la buena voluntad, las tolerancias.

La paternidad pertenece a otro orden que, si bien debería haberse originado en el amor de pareja, no necesariamente se sostiene en ese vínculo. Entre nosotros, hay demasiados niños que no conocen a su papá. Hijos del viento. 

La paternidad es indisoluble. Incluso cuando propositivamente se da en adopción a un hijo, ese acto no borra el hecho de la maternidad original que pasa a ocupar otro lugar en la red de las significaciones personales. 

Somos seres complejos, contradictorios e incluso absurdos. En el momento de los divorcios con suma facilidad somos capaces de tasar en rútilas monedas la paternidad e incluso la misma maternidad. ¿Cuánto vale un hijo, cuánto una hija? En más de una ocasión, se convierte a hijas e hijos en instrumento de castigo a la exesposa-mamá o al ex esposo-papá.

La misma sociedad se ha encargado de colocar el divorcio en el espacio del mal. Y en eso tiene mucho que ver el cristianismo romano que tozudamente se resiste a aceptar formalmente una realidad que, de suyo, es tan vieja como el mismo matrimonio. A un hombre y una mujer no los une la ley sino el amor, las ternuras, la buena voluntad, las tolerancias. 

Los hijos se independizan cada vez más tempranamente. Esta gran independencia socio-afectiva nada tiene que ver con lo económico. Todo lo contrario. Las exigencias sociales actuales, entre las que la profesionalización ocupa el lugar de privilegio, impiden o dificultan tempranas independencias económicas. 

Por ende, es lógico que se pretenda ampliar hasta los 23-24 años la obligación de la pensión alimenticia, con la condición de que las hijas e hijos cursen estudios de tercer nivel. El éxito de la propuesta dependerá de un buen nivel de socialización. 

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