Las fiestas de fin de año invitan siempre a una reflexión y a proponerse nuevos desafíos. Lo que sucede a nivel individual también es válido a nivel macroeconómico. Por ello, esta es una buena ocasión para revisar lo que puede pasar en el 2019 a la luz de lo que nos deja el 2018.
La tasa de inflación tiende a quedarse ligeramente por encima del 0% por la propia contracción de la demanda interna. Es difícil pensar en una reactivación vigorosa de la economía en medio de ajustes fiscales aunque sea tibios, pero ajustes al fin y al cabo, y sobre todo por la poca voluntad que se vislumbra a asumir los costos políticos de poner las finanzas públicas en orden por el lado del dispendioso gasto público. La tasa de riesgo en el segundo nivel más alto de América Latina así lo confirma y alienta que los inversionistas definitivamente no están apostando por un mayor crecimiento en Ecuador. El ajuste de la cuenta corriente de la balanza de pagos irá básicamente por una contracción de las importaciones asociada a la recesión, antes que por un impulso de las exportaciones.
El tema de los subsidios a los combustibles no solamente que resulta incompleto, sino muy mal enfocado, por cuanto se vende como una medida fiscalista cuando debería ser vista como una medida de eficiencia económica a ser corregida al 100%, y si no quiere hacérsele con medidas de shock, debería habérsela planteada con ajustes graduales programados hasta su total corrección; caso contrario estamos permitiendo que esta adicción no acabe nunca, o acaso sería prudente haber dejado que un alcohólico se tome un traguito solamente por fin de año.
Si el gobierno no presenta un plan económico de estabilización y crecimiento realista y sincero que inspire confianza a los inversores ecuatorianos y extranjeros, es muy probable que tengamos otro año perdido. Este plan deberá explicar entre otras cosas:
1) Cómo conseguirá bajar el gasto público y la presión fiscal a no más del 25% del PIB y a la par se alimente la inversión privada para reemplazar el motor de la economía.
2) Cuál será el aporte de los GADs para la reducción del gasto público
3) Cómo eliminar el fuerte sesgo anti-exportador de la economía con la reducción del gasto público.
4) Cómo abrirse al mundo por el lado de las importaciones sin asustarse por la dolarización gracias a la reducción del gasto público.
5) Cómo hacer una reforma laboral que incentive una mayor demanda de trabajo.
6) Cómo eliminar el anticipo del impuesto a la renta y caminar en la dirección de eliminar el impuesto a la salida de divisas.
7) Cómo comenzar una urgente reforma previsional.
8) Cuáles serán las reglas de juego permanentes para abrirse a las alianza público privadas en todos aquellos sectores en los que se quiere priorizar la inversión privada, tanto nacional como extranjera.
Por supuesto, que el Gobierno tendrá que tener fuerte capacidad comunicacional y técnica para enfrentar la satanización del típico discurso populista, izquierdoso y demagogo y llevarnos al espacio de una discusión seria y con argumentos creíbles. Se trata de jugarnos las últimas cartas que tenemos para optar por una transición ordenada y en paz hacia un país estable y con crecimiento, o si asistiremos a una de nuestras tantas crisis con un corto plazo de incendio y consecuencias de mediano y largo plazo muy inciertas y desfavorables.
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