Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Nuestros dirigentes deportivos están completamente desconectados de la realidad. Quienes los están cuestionando no son sus compadres resentidos ni sus rivales angurrientos, sino los medallistas olímpicos del Ecuador. Es decir, unas figuras que, frente al país y en el contexto internacional, tienen mayor credibilidad que todos ellos juntos.
No obstante, algunos de los aludidos se han dedicado a la ingrata tarea de minimizar –cuando no descalificar– los reclamos y críticas formulados por quienes, con toda razón, se sientes perjudicados por la administración deportiva nacional.
Desde que tengo uso de razón, la suspicacia respecto de la burocracia deportiva ha sido permanente.
Las tristemente célebres maletas viajeras empañaron reiteradamente nuestra participación en eventos internacionales. Los pocos éxitos olímpicos se han producido al margen, y a veces en contra, de las políticas nacionales.
Hace pocos días, la entrenadora de Neisi Dajomes declaraba en una entrevista radial que hay sospechas sobre un eventual boicot a la pesista por parte de los mismos funcionarios ecuatorianos. ¿La causa? Pues no haberse sometido a las agendas personales de dirigentes que buscaban sacar algún provecho de la deportista.
Subirse a la camioneta del triunfo será, por enésima vez, la consigna del momento. Ya escucharemos frases rimbombantes a propósito de la paternidad sobre los últimos resultados olímpicos
Nada que no exhale un viejo y desagradable tufillo a corrupción, compadrazgo, chantaje y tráfico de influencias. La única diferencia es que hoy se lo destapa desde los múltiples podios logrados en Tokio. Dicho de otro modo, desde la autoridad que otorga una representación exitosa del país.
Subirse a la camioneta del triunfo será, por enésima vez, la consigna del momento. Ya escucharemos frases rimbombantes a propósito de la paternidad sobre los últimos resultados olímpicos. Por primera vez en la historia, esto es el resultado de una administración eficiente, gracias a nuestras acertadas gestiones… Al cinismo consuetudinario habrá que añadirle una absoluta falta de visión. No solo eso: en términos deportivos, muchos dirigentes tienen menos olfato que un enfermo de Covid. Si querían sacar réditos de nuestros deportistas, al menos era de que apunten bien.
Si el piponazgo está severamente condenado por nuestra sociedad, en el campo deportivo es aún más indignante gracias a la evidencia comparativa. El sacrificio y el esfuerzo sobrehumano de nuestros deportistas contrasta con el apoltronamiento de muchos dirigentes, que han concentrado en la lengua toda su musculatura. Suponen que con un par de cínicas declaraciones van a alterar la imagen que de ellos tiene el pueblo llano.
Más que entusiasmo, las medallas olímpicas han despertado una fuerte identidad popular y han desatado la autoestima y la confianza colectivas. En medio de tantas adversidades, la gente ha hecho una conexión casi mística con nuestros campeones. Pretender contrarrestar ese imaginario es como meter una barrigota en un pantalón talla 30.
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