Es licenciado en Sociología y Ciencias Políticas por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito; Magíster en Comunicación, con mención en Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación por la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
“Qué se maten entre ellos, son criminales”. Esta frase que escuché en una conversación refleja el miedo e impotencia ciudadana ante la falta de institucionalidad en el Ecuador que nos deja desprotegidos a todos.
¿Pero qué es la institucionalidad?
Una estructura administrativa que tiene los suficientes contrapesos para evitar que las decisiones las tome una persona con autoridad en función de sus intereses o grupo.
Durante los diez años del correato se efectuó un proceso sistemático de desinstitucionalización.
Personas adscritas, fieles o creyentes de la revolución ciudadana fueron ubicados en mandos administrativos de la burocracia, estas a su vez atraían a amigos o conocidos que pudieran domesticar como perros leales e instintivos.
¿Para qué? ¿No es mejor un estado organizado y eficiente que uno lleno de perros fieles y corrompidos por el alimento envenenado del poder? Varias respuestas: en un gobierno autoritario y populista la burocracia es un muro que permite controlar la ciudadanía, para lograr un trámite urgente se necesita no estar en la lista negra del régimen, tener amigos o dinero. Otras razones son la vigilancia y el silencio.
Una parte de la burocracia se dedica a vigilar el pensamiento individual, a través de su aparato de inteligencia, cualquiera que no repita el discurso del líder es un potencial traidor. Otra parte ocupa su tiempo en tejer una telaraña que atrapa cualquier voz que denuncie al gobierno, simultáneamente la burocracia también se encarga de que los procesos administrativos generen impunidad para los perros fieles, cada vez más ambiciosos y agresivos.
Como ejemplo tenemos todas las denuncias de abuso infantil en el sistema educativo: 714 casos registrados en los últimos tres años, con corte hasta septiembre del 2017; únicamente, el 31% había sido judicializado. Dentro de ese porcentaje, solo en el 15% de denuncias se logró una sentencia (El Comercio, 17/04/2018). Un ominoso y vergonzoso silencio protegió a los criminales más letales de la humanidad: los que destruyen la vida en sus comienzos, se movieron libres por el sistema.
Las víctimas y sus padres pasaban por la telaraña jurídica y administrativa donde quedaban pegados como moscas. La falta de institucionalización genera una inconmensurable impunidad, pues la responsabilidad se diluye entre rostros impasibles y trámites imposibles mientras, las escalas superiores protegen a las inferiores. Esto se replica a nivel de las instituciones que deben vigilar a otras instituciones, como el Consejo de la Judicatura que fue controlado por un vil funcionario.
Ahora veamos cómo el populismo se relaciona con el narcotráfico.
Así como se ocultó la violencia sexual a los niños, también se encubrió la expansión de la narcoguerrilla en la frontera y el crimen organizado en todo el país. El esfuerzo por controlar las fuerzas armadas, destruyendo un sistema jerárquico enfrentando a la tropa con los oficiales y aún peor contra de los civiles: “para crear milicias populares al servicio de gobiernos totalitarios que pretenden perennizarse en el poder” (La República, 30/08/2016) tuvo como fin menoscabar la institución militar, el muro final para controlar el estado.
Mientras esto ocurría, varias zonas del país fueron tomadas por el narcotráfico. Esto significa que jueces, policías, militares, autoridades fueron prostituidos, junto a sus familias, a la ambición y violencia del narcotráfico. Justamente, la masacre sucedida, el 23 de febrero, en las cárceles del país, con un saldo de 79 muertes,son el resultado de la destrucción de las instituciones sociales que defienden la democracia.
"La Policía dejó, a plena luz del día, un ala de la cárcel abierta para que los miembros de la otra banda pudieran entrar allí”. La lucha entre bandas es por el territorio ecuatoriano, la frase: que se maten entre ellos, solo demuestra que estamos en la indefensión en todos los ámbitos de la convivencia social. “La Policía en Ecuador es parte de la criminalidad organizada, es una organización mafiosa” (DW, Matanza en las cárceles de Ecuador: una catástrofe anunciada).
Es importante insistir en el término territorio, además del espacio geográfico deben considerarse las instituciones que lo gobiernan y los funcionarios que las dirigen. Tristemente esos funcionarios tienen hijos, amigos, familiares que se juntan formando clanes, así progresivamente el narcotráfico y la muerte se extienden en la cotidianidad social. No es extraño escuchar frases como: “esa casa es de narcos”, pero nadie hace nada.
Si un candidato ofrece regalar mil dólares a un millón de personas, está describiendo un programa de desinstitucionalización agresivo: en primer lugar, eso supone utilizar recursos del Estado, es decir de nosotros, sin el consentimiento de todos, para beneficiar a un grupo social que es relativamente pequeño en comparación a la crisis económica, social y humanitaria del Ecuador.
El voto por el populismo es como una fiesta con globos y serpentinas para el narcotráfico. De hecho, anticipo que en el primer año del gobierno populista se verá un inusitado éxito, disminuirá la violencia descarada en las calles y las denuncias serán hábilmente silenciadas por el gobierno en un pacto de conveniencia mutua.
En segundo lugar, la elección de los beneficiarios nunca será realmente justa, pues la catástrofe social que vivimos afecta a las familias de manera en extremo heterogénea, por ejemplo, quién merece los mil dólares: una familia que perdió la mitad de sus miembros, u otra que tuvo que hipotecar la casa para pagar la usura hospitalaria; y por qué no a un joven de clase media que perdió al padre y sostén de la casa, dejando solos a él y su madre.
En tercer lugar, no existe una institución social diseñada para “regalar dinero”; un gobierno democrático y responsable debe utilizar el dinero, por ejemplo, para dotar de internet a los sectores rurales y marginales, apoyar con créditos económicos para emprendimientos, mejorar el sistema de salud, o becas para los cientos de miles de niños y jóvenes que tuvieron que salir del sistema educativo. El crimen organizado se expande donde no existe esperanza.
Por algo se denomina crimen organizado, porque no se rige por las normas que regulan los derechos humanos y la libertad de expresión; son más ágiles, rápidos y con recursos ilimitados, por ello toman fácilmente el control en las zonas suburbanas o rurales donde el estado no tiene institucionalidad.
El voto por el populismo es como una fiesta con globos y serpentinas para el narcotráfico. De hecho, anticipo que en el primer año del gobierno populista se verá un inusitado éxito, disminuirá la violencia descarada en las calles y las denuncias serán hábilmente silenciadas por el gobierno en un pacto de conveniencia mutua.
Pero como nada es perfecto y menos la ambición humana, es imposible controlar a los carteles internacionales de drogas y de forma simultánea al movimiento indígena que se verá traicionado cuando los préstamos y el dinero de los organismos internacionales no alcancen, o a los jóvenes sin trabajo ni esperanza cuando salgan a las calles a reclamar lo ofrecido. El primer intento será pasar a una moneda propia para producir billetes, conservar la mentira y el poder.
¡Un momento! ¿Está pensando -lector- que el ejército nos puede salvar? Tengo malas noticias, recuerde que todavía no se castiga a los culpables del asesinato del general de la FAE Jorge Gabela que fue asesinado por las denuncias de corrupción. Cuando una institución quiere ser por completo limpia e independiente, ella misma procura el castigo de quienes la destruyen. Eso no ha ocurrido y de todos modos, si el gobierno es elegido democráticamente el rol de las fuerzas armadas no es defendernos del populismo. Sin embargo, temo que desdolarizar genere tal conmoción que les obligue a intervenir.
Escucho a varios colegas que señalan que no ven el peligro de que ocurra lo mismo que Venezuela en el Ecuador, pero la sola posibilidad de que gane un gobierno populista, que nace de las entrañas de la corrupción más despiadada que ha sufrido el país, es suficiente.
Recuerde, estimado lector, el miedo, cuando deposite su voto en las próximas elecciones, la ideología no vale nada frente al poder animal del narcotráfico. Cualquiera que vaya a la segunda vuelta, que no sea el populismo de los mil dólares, será una oportunidad para devolvernos la humanidad perdida con el totalitarismo democrático que dividió nuestras familias, amigos y al país entero en el gobierno anterior.
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