
Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.
Las recientes protestas en Cuba y su represión por el régimen que gobierna la isla muestran los rostros ocultos de un sistema totalitario cuyo objetivo no es el bienestar de su población sino la preservación de un credo. En este caso el de la revolución. Ya lo dijo el presidente cubano, Miguel Díaz Canel: la libertad de expresión está limitada por la idea de la revolución. No es posible afirmar ni expresar nada que disienta de la narrativa o de la épica revolucionarias. Quien se atreva a desafiar esta regla es reprimido de múltiples maneras. “La libertad de expresión en la Revolución sigue teniendo como limite el derecho de la Revolución a existir” dijo Díaz Canel.
El dogma contradice el ideal socialista de la igualdad que es entendido, desde el pensamiento común al menos, como la lucha contra las inequidades, contra la preservación de las enormes diferencias entre unos ciudadanos y otros: unos que lo tienen todo, y que hasta derrochan tanta abundancia, y otros que ni siquiera tienen un bocado de alimentos para saciar su hambre. Lo cual lleva a que existan minorías de privilegiados y grandes mayorías de seres humanos carentes de todo. Reducir, al menos, y vencer tanta injusticia es un objetivo loable, sin duda, que no se ha concretado en los estados gobernados por el totalitarismo. En estos, los favorecidos son los funcionarios del partido de gobierno, sus familiares, amigos y sus aliados. La igualdad de oportunidades y de derechos para todos no es viable en estos regímenes.
Quienes se dicen socialistas o comunistas han reiterado en cada oportunidad en la que han podido que los niveles de desigualdad en América latina son abismales. Y desde el índice de Gini han probado la disparidad existente entre aquellos que tienen acceso a todos los bienes y servicios, con estándares similares a los de los sectores aventajados de los países desarrollados, y quienes se encuentran en las antípodas. ¿Cómo está Cuba? En 1986 el coeficiente de Gini fue de 0,22. Una cifra que lo ubicaba muy por encima de sus vecinos del Caribe y de América latina. Para 1999 el índice fue de 0,407: un retroceso. Desde entonces estos datos no han sido divulgados. ¿Por qué? Eso lo deben responde Díaz Canel y su nomenklatura.
La situación de pobreza en Cuba, la carencia de alimentos y de medicinas, atribuida por el gobierno al bloqueo o embargo de los EEUU es otra afirmación incompleta en tanto no describe muchos aspectos. Ciertamente las restricciones impuestas por EEUU afectan la economía cubana. ¿En su totalidad? No. ¿Y responden exclusivamente a ello? Tampoco. ¿Quien es responsable de que Cuba no produzca suficiente carne de pollo y deba importarla de los EEUU? ¿Cómo explicar la ausencia de respuesta al clamor de los campesinos cubanos que piden reformas para destrabar “el despliegue de las fuerzas productivas”. La misma DW añade que el mayor pecado radica en el propio gobierno cubano que “solo se concibe controlando absolutamente todo. Y la historia demuestra que cuando se prioriza el control por encima de las posibilidades de despliegue del emprendimiento, el resultado es la parálisis y la crisis económica”. O el enriquecimiento, casi obsceno de unos pocos. Y la corrupción aparejada con ello. “Entre enero y marzo de 2021, en medio de la pandemia y con hoteles prácticamente vacíos, el 50,3% de las inversiones se hicieron en el sector inmobiliario, mientras que en innovación tecnológica se invirtió́ el 0,6%, en la agricultura el 2,6% y en la industria el 9,5%” señala el profesor cubano Mauricio De Miranda, profesor en la Universidad Javeriana en Cali. La explicación, según este especialista es que los militares están a cargo de los hoteles y se están enriqueciendo con la construcción y con las comisiones que cobran.
La situación de pobreza en Cuba, la carencia de alimentos y de medicinas, atribuida por el gobierno al bloqueo o embargo de los EEUU es otra afirmación incompleta en tanto no describe muchos aspectos. Ciertamente las restricciones impuestas por EEUU afectan la economía cubana. ¿En su totalidad? No. ¿Y responden exclusivamente a ello? Tampoco.
Lo anterior es similar a lo que está siendo replicado por Venezuela y por Nicaragua, con resultados similares a los de Cuba.
En Nicaragua la dinastía Ortega Murillo actúa cual una familia imperial. Ocho de los nueve hijos de la pareja dueña del poder tienen cargos oficiales y funciones administrativas, con rango de asesores presidenciales, aunque se dediquen a la música, al canto o al modelaje. Solo Zoilamerica Ortega Murillo, abusada sexualmente por su padrastro, en 1998, no vive estos privilegios. Los ocho obtienen dividendos por la venta de petróleo, controlan los canales de televisión y la propaganda oficial, de la cual tienen el monopolio. A este enriquecimiento ha ayudado la cooperación venezolana. Entre primos, como dice la frase popular.
Esta realidad explica el empecinamiento de Ortega por mantenerse en el poder político y la permanente persecución a quienes se le oponen, sin importar que cuando fueron jóvenes lucharon hombro a hombro contra la dictadura de los Somoza, como lo recuerda la poeta Gioconda Belli.
¿Socialistas? Sí, según muchos izquierdistas criollos y regionales. Sobre todo, aquellos que reivindican la fe marxista decimonónica. Y reconocen el derecho a la protesta social solamente cuando es contra un gobierno al que han rotulado ser de derecha y neoliberal; sin diferenciar que pudiera ser violenta y atentatoria contra los derechos humanos de otros ciudadanos. Porque, ¡ay! Si el reclamo es contra un régimen inscrito en algún socialismo ningún reproche es admisible. Aunque sea pacífico y sus participantes demanden libertad, dignidad y la vivencia de derechos humanos universales. En estos casos, toda manifestación es subversiva, protagonizada por delincuentes y mercenarios, promotores del vandalismo como lo asegura el jefe de estado cubano. Porque en los estados policiales no existen ciudadanos. Solo caben o los revolucionarios o los contrarrevolucionarios, estos últimos los sirvientes del imperio.
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