Acaba de publicarse en España (10 de diciembre) los resultados de la XII encuesta sobre los usos de alcohol y otras drogas. La primera y principal conclusión es que se han estabilizado todos los usos, menos los de la mariguana y del tabaco que han tenido “un pequeño repunte”.
Acá, de llegar a la alcaldía de Guayaquil, una candidata se propone declarar la guerra sin cuartel al uso de drogas y suprimir la tabla de dosis para uso personal que rige en el país. Esta señora, que quiere ser alcaldesa de la ciudad más grandes del país, se resiste a reconocer que ninguna guerra ha sido buena para nada, que los problemas sociales no se solucionan con guerras, que la drogas no constituyen el enemigo número uno de su ciudad ni el de ninguna ciudad del país. Que existen muchos otros problemas a los que sí es preciso enfrentarse con tesón, creatividad y valentía, como el problema de la pobreza, la desnutrición, la violencia social.
¿Cuántos asesinatos se producen a diario en las ciudades? ¿Por qué el espacio urbano ha sido invadido una violencia que ha llegado incluso a la crueldad? ¿Cuantos asesinatos diarios se cometen como efecto de una violencia convertida en la mejor y más eficaz estrategia para resolver conflictos e imponer voluntades?
Las drogas y de modo particular la mariguana y sus usos no deben convenirse en oscuro telón para ocultar los verdaderos problemas sociales. Tampoco es sano rasgarse las vestiduras ante un real conflicto pero del cual no se poseen verdaderos y actualizados datos como aquellos obtenidos mediante investigaciones académicamente válidas.
Ecuador es el único país latinoamericano que se quedó huérfano de una institución gubernamental destinada específicamente al tema de las drogas (no al problema de las drogas, tal como lo ve la candidata). Se quedó sin su Observatorio. El presidente Moreno, salomónicamente, tomó la espada y dividió en dos ese cuerpo hecho de realidades físicas y mágicas, de sufrimientos, de amenazas, de placeres, de delitos. La mitad supuestamente enferma ¿putrefacta? la encerró en el Ministerio de Salud. Y la otra, la que corresponde a la prevención y la educación, la mandó a Educación. Excelente estrategia para no hacer nada eficiente y eficaz.
¿Y el área de investigación? Esta carece de lugar específico porque, parecería, constituye la menos importante de todas. ¿Para qué saber más de lo que ya se sabe de memoria? Investigar no es más que una forma de perder tiempo y dinero. Farisaicamente, los responsables se han lavado las manos. Y guardan silencio. Mientras en Guayaquil, el tema ya se ha metido en la canasta de las estrategias para ganar votos.
Sin embargo, las cosas no están bien. Y no lo van a estar mientras no se coloque el tema en su verdadero espacio social y político. Se acaba un año más y en tema de las drogas el país ha sufrido un grave retroceso. La falta de una verdadera política ha sido sustituida por la permanente presencia de un discurso que da lugar al escándalo social y político. Desde el gobierno, nadie ha hablado técnicamente sobre las drogas. En su lugar aparecen tan solo los decomisos con los que se pretende justificar la ausencia de una política estatal. Y también los escándalos, como el de la participación de miembros de las Fuerzas Armadas en el narcotráfico.
Lo técnico ha sido reemplazado por un discurso sostenido en el escándalo. Nadie del gobierno durante todo este año, por ejemplo, se ha presentado con un discurso socio-político sobre una realidad azas compleja y mutante que exige algo más que buena voluntad para su comprensión y también para darle la cara desde la prevención.
De lo que se sabe, en Salud ya van casi dos años organizándose. Si el uso de drogas es visto fundamentalmente como un problema de salud, entonces, no hay mucho que decir y hacer: bastaría una dirección ad hoc. Como las antiguas direcciones en las que se distribuía la problemática de salud: enfermedades infectocontagiosas, salud mental, etc.
El uso de drogas podría convertirse en un problema de salud. Claro que sí. Pero en sí mismo no lo es. Cuanto más se desconozca su complejidad, menos reales, auténticas y eficaces serán las acciones para supuestamente evitar sus usos conflictivos.
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