
El alcalde Quito, Jorge Yunda, está muy firme en el poder. Ni el caso penal por la compra de pruebas para COVID-19, ni los pedidos de renuncia, ni los pedidos de remoción, ni el paro de buseros, ni las redes pueden con él.
Muchos lo quieren empujar, que tropiece o de una vez que se caiga. Pero no saben para dónde hacerlo.
El juicio penal avanza, es real. Pero él cumple muy prolijamente sus medidas cautelares. Se presenta en la Justicia, inaugura obras, asiste a sesiones oficiales, inicia diálogos. Sí continúa así, la Justicia no tiene por qué ordenar su captura.
Y de seguro su caso penal se extenderá más allá del tiempo que le queda en la Alcaldía. Puede ser sentenciado, incluso. Pero apelará y apelará y apelará. Y si no renunció ahora, menos lo hará luego.
En el ámbito político tiene tres frentes. Uno, de las personas que le han pedido que renuncie. Y él ha contestado que no lo hará. Qué ganen en las urnas. Fin. No tienen una nueva estrategia para conseguir su objetivo. Hay pedidos de remoción que no dependen de las pruebas, débiles por cierto, sino de los votos.
Dos, los pedidos de remoción. Estos avanzan y con una mayoría a su favor no es viable su salida, por el momento.
En las redes sociales también hay algunos inconformes. Pero las redes sociales no tienen el peso suficiente para remover las conciencias de los actores del poder municipal. De hecho, hay una presión para que algunos de los concejales cambien su forma de ver el problema político de la ciudad… pero no hay resultados.
Entonces, sin una fuerza real que empuje a Yunda a salir de la Alcaldía, tendremos alcalde para rato. O hasta que termine su período. Es más, Ecuador tiene ejemplos de altas autoridades con escasa credibilidad, como el presidente Lenín Moreno, que han logrado sortear el amplísimo descontento por su mala gestión.
Yunda es el nuevo Lenín. Y pudiera usar la misma estrategia. Intentar romper con su pasado y repartir el poder como torta de cumpleaños. Eso, de seguro, le dará un aliento para los próximos meses.
Yunda es el nuevo Lenín. Y pudiera usar la misma estrategia. Intentar romper con su pasado y repartir el poder como torta de cumpleaños. Eso de seguro le dará un aliento para los próximos meses.
No sería de sorprenderse conocer, en las próximas semanas, cambios radicales en varias secretarías ocupadas por rabiosos correístas. Puede dar más amplitud en las empresas municipales a los concejales de esa bancada para que no estorben mucho en lo que resta de su mandato. Igual… el lío de las frecuencias ya nadie se acuerda. Pueden darse movimientos de la política real, como la califican los especialistas.
Claro. Si esto se llega a cumplir quedará pendiente, como antes, el hacer política en favor de los capitalinos. Seguiremos con el esbirrismo de algunos que indecentemente se pelean por el debido proceso, por la presunción de inocencia, por el espacio de gobernabilidad, por el probar que la autoridad es sana y buena, por el metro, por las obritas, por los slogans, por ser tumbapuertas en estado de excepción. Ya lo de siempre en Quito.
En eso llevamos una auténtica tradición de eficacia: diez años campeones.
¿Soluciones para los opositores? Los rebeldes deberían, al menos, hacer una medición de los pasivos del alcalde. Saber por dónde mismo hay que presionar y dejarse de jugarretas cansonas que no tienen viabilidad contra un Municipio que tiene a Quito en soletas.
Otra. Que nazca una nueva voz, fuerte, con el respaldo de varios sectores. Con un objetivo: solucionar los problemas de Quito, Yunda incluido. Él es uno más, no es el único, ni siquiera el principal.
Está pendiente enfrentar inteligentemente la pandemia, sin brochazos sino con acciones quirúrgicas… la reactivación económica, las ayudas a los emprendedores, atraer inversión, la basura, mejorar el transporte público, combatir la delincuencia… La mesa está limpia, los problemas son muchos. Y Jorge Yunda necesita una brújula.
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