
El ala económica del Gobierno intenta dar un giro de timón. Este tiene el fin de atraer inversiones, recortar gasto, dar confianza al empresariado. Refrescar las cuentas estatales que soportan una enorme carga por el excesivo gasto de la era del correísmo.
Que Lenín Moreno lo pueda concretar cuando el ala política, los aliados progresistas, o la izquierda, y una parte de la derecha, tratan de reinstalarse apresuradamente en todas las funciones del Estado, es algo distinto. El fin de todo este movimiento debe estar acordado entre las principales fuerzas políticas, organizaciones de la socidedad civil y gremios pluralistas.
Y hay dos puntos sensibles. Que brindan una alerta nacional, capaz de juntar el agua y el aceite. Si se proponen, claro está…
El primer punto es el empleo, que es lo que más preocupa a los ecuatorianos según todas las encuestas. El subempleo, empleo no remunerado y la categoría empleo no pleno, suman el 56,4% de la población que tiene la capacidad de trabajar en el país. Esto quiere decir que la mayoría de los ecuatorianos tienen actividades en condiciones precarias, sin ingresos fijos, la mayoría muy bajos, y que ofrecen mínima calidad de vida. El desempleo está en el 4,1%.
Apenas un 38,9% de los ecuatorianos tienen empleo adecuado, una cifra que no ha variado mayormente en los últimos ocho años, según el INEC. Ese es el verdadero cambio que requiere el país. La fórmula presidencial: buscar más oportunidades de trabajo en el sector privado y que el Gobierno deje de ser el motor de la economía, del consumo. Tremenda tarea. El presidente Lenín Moreno todavía no logra concretar las metas de mejorar el empleo y su calidad. En construir confianza para los inversionistas extranjeros. Pero, es indudable, hay un esfuerzo.
El segundo punto es obtener más recursos para proteger a los más vulnerables, ahora y hacia el futuro. Estos son los niños, adolescentes y adultos mayores. Y en eso hay un acuerdo nacional tácito… ¿Quién no estaría de acuerdo en defender a los hombres y mujeres de esos grupos?
Y para ir concretando ya existe un diagnóstico. La Agenda Nacional para la Igualdad Intergeneracional tiene las cifras que muestran el penoso estado de millones de ecuatorianos que están a merced de las consecuencias de haber perdido la esperanza, de las malas cabezas económicas y políticas que dirigieron el país.
Iniciemos con los niños. Según las cifras reveladas en la presentación de la Agenda por el Ministerio de Inclusión Ecónomica y Social (Mies), seis niñas, menores de 12 años, quedan embarazadas cada día en el país. Hay discriminación hacia los niños por cuestiones de género, raza y situación económica. También sufren de violencia intrafamiliar, lo que los convierte en un segmento de múltiple vulnerabilidad. En el país hay cuatro millones de menores, entre los 0 y 11 años. Y casi el 3% trabaja. En el futuro se busca un Bono por Femicidio, dirigido a los huérfanos de la violencia machista.
En los adolescentes (12 a 17 años) la situación también tiene varias condiciones que los convierte en un segmento de población altamente vulnerable. El Mies asegura que el mayor problema son los suicidios. La tasa se ha elevado desde el 2013. En ese año era del 6,72 por cada 100 000 habitantes. Y la útima medición, del 2016, está en 9,98. En este segmento también es prioritario trabajar en prevención de embarazos y en prevenir la deserción escolar. Además, de erradicar el trabajo en condiciones de riesgo o explotación.
En el caso de los adultos mayores (65 años y más), otro grupo desemparado, se requiere de un esfuerzo titánico. El Mies dice que la mayoría de adultos mayores no comen bien, hay analfabetismo y tiene un problema patrimonial porque se quedan sin sus bienes o pertenencias al entregar todo a los hijos. Han registrado casos de mendicidad por ese desacertado desprendimiento. El 58,4% del total (1,1 millones de personas) no cuenta con ningún tipo de seguro médico. No reciben prestaciones del IESS porque no tuvieron empleo formal. Por ello, ya se piensa en una tabla de pensiones para este segmento que vaya dirigida a los hijos y hermanos.
Todavía no se conoce cuánto costará implementar los cambios para estos grupos vulnerables. Actualmente la Agenda está en conocimiento de los Consejos Sectoriales y distintos niveles de gobierno. Y luego de ese proceso se tendrá la cifra de cuánto cuesta mejorar la vida de esos ecuatorianos. Pero es evidente que es una prioridad atenderlos.
Cambiar el modelo económico debe tener propósitos claros. Dejar de sostener un modelo populista que vendió una falsa esperanza por más de 10 años, pagando pipones, a las empresas vinculadas a los políticos y corrupción. Empleo de calidad, proteger a los más vulnerables, incentivar la fortuna honesta, el gasto útil. Es el cambio que todavía esperamos en Ecuador.
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