¿Por qué no cae Maduro? Porque lo sostiene la policía política, pues el suyo es un régimen criminal-policial, semejante al que los bolcheviques instauraron en Rusia en 1917.
Como carecían de apoyo popular, algo de lo que carece también Maduro, los bolcheviques decidieron someter a la población rusa valiéndose del terror, y el instrumento que usaron para llevar a cabo su propósito fue la Cheká: la policía política creada a semejanza de la Ojrána zarista.
La Cheká, en sus inicios, llegó a tener el poder para detener, juzgar y ejecutar a quienes el régimen bolchevique consideraba sus enemigos, independientemente de que lo fueran o no. De hecho, el terror funcionaba mejor si se aplicaba a inocentes, pues, de esta manera, nadie en toda Rusia podía sentirse a salvo.
El Terror Rojo, afirma Richard Pipes, buscaba fragmentar la sociedad y destruir la voluntad de oponerse a la minoría gobernante. En estas circunstancias, dice, “La mayor esperanza de sobrevivir residía en pasar tan inadvertido como fuese posible, lo cual suponía abandonar cualquier intención de una actividad pública independiente, y por supuesto toda preocupación por los asuntos públicos, y retirarse a la vida privada”.
El terror, en el sistema instaurado por los bolcheviques, fue, según Pipes, un verdadero instrumento de gobierno. Y así, como instrumento de gobierno, y con la asesoría de Cuba y Rusia, lo ha venido utilizando Maduro a lo largo de los años que lleva al frente de Venezuela. La famosa unión cívico-militar-policial de la que tanto habla es la fórmula que el chavismo ha escogido para referirse al bloque represivo del Estado y a la infiltración de la fuerza pública en las organizaciones de la sociedad civil y en los espacios comunitarios. “Unión cívico-militar-policial” es otra manera de decir totalitarismo.
Si los mandos de las fuerzas armadas venezolanas —que saben muy bien del fraude electoral perpetrado por Maduro y están en desacuerdo con el régimen que preside— no han renunciado a reprimir a la oposición y a los miles de ciudadanos que protestan contra el fraude madurista, es porque no han encontrado el valor suficiente para zafarse de sus vigilantes: la policía política de Venezuela y los asesores rusos y cubanos. Ellos temen por sus carreras, por su seguridad, por sus familias.
Mientras tanto, los jefes de Estado de Colombia, México y Brasil, vana o interesadamente, siguen pidiendo al dictador que presente las actas de votación que avalan su supuesto triunfo cuando las actas que prueban exactamente lo contrario ya han sido presentadas por los verdaderos ganadores del último proceso electoral.
Amparado en el temor de la fuerza pública a la policía política y en la complicidad de ciertos sectores de la comunidad internacional, Nicolás Maduro se sostiene todavía en el poder. La población venezolana, en cambio, que ha ido perdiendo el miedo al dictador, sigue en las calles luchando por su caída. Ojalá esta actitud sea un ejemplo para los patriotas que aún quedan en la fuerza pública de Venezuela.
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