
El Art. 144 de la Constitución de la República es claro al disponer que: “La Presidenta o Presidente de la República permanecerá cuatro años en sus funciones y podrá ser reelecto por una sola vez”.
A su vez, el Art. 226 establece que: “Las instituciones del Estado, sus organismos, dependencias, las servidoras o servidores públicos y las personas que actúan en virtud de una potestad estatal ejercerán solamente las competencias y facultades que les sean atribuidas en la Constitución y la ley”.
El Art. 83 en su numeral 1, expresa que: “Son deberes y responsabilidades de las ecuatorianas y los ecuatorianos, 1. Acatar y cumplir la Constitución, la ley y las decisiones legítimas de autoridad competente”.
Dentro de este marco constitucional fue posesionado y juramentado el Eco. Rafael Correa Delgado como Presidente de la República el 24 de mayo de 2013; lo cual trae como consecuencia inmediata, que tanto como ciudadano cuanto como Presidente, su primer deber es acatar y cumplir la Constitución; y ésta no admite dudas: el Presidente podrá ser reelecto por una sola vez; y punto.
En caso de que se llegara a reformar la Constitución y se eliminara la restricción mencionada en el párrafo anterior; lo correcto, desde el punto de vista jurídico, es que rija para el sucesor del Presidente en ejercicio; y no para él mismo, quien atado al ordenamiento constitucional vigente al momento de su posesión, debe acatarlo y cumplirlo.
Todo lo que se diga para esquivar esta simple y evidente verdad constitucional, será el devaneo de un dictador.
Sostiene el escritor peruano Herbert Morote, al analizar la penosa mutación de Bolívar, de Libertador de América a Dictador del Perú, lo siguiente: “Los dictadores confían que sus subordinados acepten y aplaudan sus discursos, por eso Bolívar tuvo la desfachatez de escribir al prefecto Gamarra que un presidente vitalicio con derecho a elegir sucesor es la inspiración más sublime en el orden republicano. No era una equivocación del Libertador, era simplemente la arrogancia de creer que sus interlocutores eran tontos o ingenuos o temerosos para oponerse. Mitre lo decía mejor: Bolívar debía tener una idea muy exagerada de los imbecilidad de los pueblos, cuando pretendía engañarlos con apariencias que no lo alucinaba ni a él mismo”.
En vez de pensar en la Presidencia Vitalicia, Correa debería oír aquella canción de Chavela Vargas: “Así, con mis propias manos, cavé la tumba del alma mía…”.
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