
Si bien las nuevas oleadas de la Covid 19 y la saturación del sistema de salud, así como el confinamiento y las fallas —por no decir la inexistencia de un plan de vacunación— por parte del actual gobierno son obstáculos importantes, no creo que alcance para frenar la reactivación económica en el Ecuador, que con el empujón anímico de la victoria de Lasso y la gestación de un auspicioso escenario externo por la recuperación de la economía mundial. que va dejando atrás sus puntos más bajos, se va perfilando para mostrar resultados positivos al finalizar este año 2021.
No obstante, el gran riesgo de Ecuador que puede tirar abajo estas expectativas positivas y con consecuencias inmensamente mayores que el propio paso de la Covid 19, es tomar nuevamente un rumbo equivocado. Esto no es nuevo. Latinoamérica lo hizo luego de la depresión de los años 30. Los comunistas aprovecharon las dificultades de la posguerra para capturar a Europa del Este. Venezuela lo hizo en 1998 y Argentina en el 2000. Ecuador lo propio en el 2006. Todos pagaron una factura muy cara, empobreciéndose y pasando a ser más dependiente de los políticos de turno y de la suerte de los precios de los commodities.
En esta oportunidad el equívoco no viene de una mala elección, ni del nuevo gobierno —que ha delineado adecuadamente una hoja de ruta por la sostenibilidad y eficiencia de las finanzas públicas, por la estabilidad del sistema monetario, por el aperturismo de la economía y la activación de una buena agenda social— sino de la ceguera y el oportunismo de la oposición, que no solamente buscaría frenar el tránsito por el rumbo antes citado, sino que intentaría marcar la agenda y el rumbo del país con sus propias y fallidas visiones de los últimos 14 años, so pena de que perdieron las elecciones.
Los desórdenes de octubre 2019 y el colapso económico generado por la pandemia les han dado, a su modo de ver, una chance que no quieren dejar pasar. Su bandera emblemática es frenar cualquier reforma a la seguridad social, salud, educación y del Estado en general con el pretexto de la tan mentada y satanizada noche neoliberal, y con ello, la eliminación de un instrumento esencial, que explica buena parte del progreso pasado de otros países.
De igual forma, la oposición pretende engañar a la sociedad con promesas que supuestamente no tienen consecuencias ni costos, pero que más temprano que tarde terminan perjudicando a todos, como es el caso de las recientes reformas a la Ley Orgánica de Educación Intercultural, previéndose de la misma manera, una cantidad enorme de normas, reglas y leyes vigentes o en trámite, que tienen ese mismo sello.
El gran riesgo para el Ecuador, que puede tirar abajo estas expectativas positivas y con consecuencias inmensamente mayores que el propio paso de la Covid 19, es tomar nuevamente un rumbo equivocado
En la citada oposición veo al menos tres grupos. Los que tienen la intención de recuperar el poder totalitario de la década pérdida. De hecho, apenas les frenaron sus deseos de indulto, se quitaron la careta de la paz y volvieron por sus fueros, anticipando movilizaciones contra la ley de defensa de la dolarización, adjudicándole la categoría de huracán 5, cuando es una de las mejores noticias macro que hemos tenido durante los últimos tiempos.
Si el candidato presidencial perdedor tan solo usara esta creatividad para escribir el libreto de una película, Hollywood y no Wall Street le esperaría con los brazos abiertos. Otros que sienten que, en un país empobrecido nuevamente, serán capaces de tener una clientela electoral basada en prebendas y subsidios y, por último, los que acostumbran a mirar las encuestas y votar en consecuencia. Frente a ello, creo que Lasso la tiene más fácil enfrentar los shocks reales y la pandemia que este virus de la clase política ecuatoriana, tarea titánica que pondrá en prueba su talla de estadista.
Resulta indispensable que la dinámica propuesta de la oposición no se propague, porque sumar al virus, que nos empobreció y todavía lo sigue haciendo, una dosis de violencia social seria catastrófico.
Los líderes deben a los ciudadanos facilitar el progreso acelerado y no promesas vanas para una población que ve sus esperanzas cada vez más distantes y difíciles de conseguir, y mucho menos estallidos sociales.
Creo que en esta coyuntura la transparencia sobre el tipo de "mesa" que recibe el nuevo gobierno es fundamental para comprender el punto de partida y las medidas a tomar para alcanzar los objetivos de crecimiento económico sostenido y no meramente un oasis de prosperidad, así como el rol de los medios de comunicación para frenar el embrujo de los encantadores de serpientes y la eliminación de una vez por todas de esa horrorosa escopolamina populista revolucionaria.
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