
Qué bien que para la visita del vicepresidente de Estados Unidos ya no estuvo en el país la señora Espinosa, más chavista que el mismísimo Correa y a quien Moreno le entregara, fatalmente, una de las áreas más importantes en el proceso de alejarse del correísmo. El chavismo es la máscara con que se tapan las caras de la corrupción política. ¡Qué cara le habría puesto a Mike Pence que vino al país en nombre y representación del presidente Trump quien, a su vez, para el chavismo constituye el genuino representante del mal en la tierra! Velasco Ibarra decía que los pobres de espíritu poseen mentes ratoniles. Y los antiguos: temo al hombre de un solo libro, al que posee una sola idea fija de la cual no se desprenden ni para dormir.
El vicepresidente Pence buscó abiertamente una posición más clara y más definitiva del presidente Moreno y su gobierno respecto a Venezuela. Es decir, que se condene sin tapujos la dictadura de Maduro. No a Maduro y a su camarilla que han desolado Venezuela, que la han conducido al borde del más infame de los abismos. Así piensa toda América, excepto ese grupo de iguales o peores que hacen los presidentes de Nicaragua, Cuba y Bolivia.
Moreno acudió a la expresión, demasiado escolástica para ser cierta, de que Venezuela arregle sus problemas democráticamente. Los escolásticos manejaban una lógica atroz puesto que con lo mismo que afirmaban luego negaban. ¿Qué podrían arreglar democráticamente? Si Maduro constituye la más perversa versión de la antidemocracia, si Maduro se ha apropiado del poder para siempre jamás, si Maduro hace del país lo que le de la santísima gana, si ordena disparar y asesinar a sus opositores, si mata de hambre a su pueblo.
Desde su bondadosa y genial administración, Maduro acaba de elevar el salario mínimo vital. Vital, es decir, lo que mínimamente requeriría una familia para vivir medio decentemente. El Nacional lo graficó patéticamente: el aumento del 95% respecto al salario decretado el 1 de marzo no es una novedad en Venezuela. Es el tercero de 2018, el noveno desde enero de 2017. El vigésimo cuarto desde que, en 2013, Maduro fue elegido presidente. Y el número 44 en los 19 años de la llamada Revolución Bolivariana. El presidente elevó este lunes el salario mínimo mensual hasta el millón de bolívares. Sumado el bono de alimentación alcanza los 2,55 millones. Pero este es el valor de algunos productos: 1 lata de atún de 140 gramos: 1,1 millones de bolívares, 1 kilo de pollo con hueso y piel: 1,37 millones, 12 huevos: 526.000 bolívares.
Las cárceles se hallan llenas de opositores que salieron a las calles a protestar. Pero la protesta ciudadana constituye el más grave de los delitos. Para sobrevivir, hace falta tener siempre la boca cerrada, aunque no se coma, aunque se muera de hambre, aunque los parientes, los amigos, los vecinos desaparezcan de la familia, del barrio y del pueblo. Según ACNUR, más de 230.000 venezolanos ingresaron a Ecuador entre 2016 y septiembre de 2017. Barbarie de una política centrada en la adicción al poder que constituye el núcleo de las revoluciones del siglo XXI.
La elección indefinida, aprobada democráticamente constituye, el referente perverso de un sistema sostenido en un absoluto personalismo. ¿Quién puede creer honestamente que a Maduro le interesan el país, su población, sus mujeres, sus niños? A los Castro, Morales, Maduro, Ortega, incluida su amadísima esposa, les importa un rábano que desaparezca el país convertido en cárcel y en cementerio. El nombre del país y su pueblo no constituyen sino la perversa fachada tras la cual pretenden ocultar sus viles ansias de poder y el gigantesco cuerpo de la corrupción que les permite ser poderosos a toda costa.
Al pan pan y al vino vino: Venezuela se desangra. Allí no existe ni la más pequeña hilacha de algo que podría llamarse democracia como para pensar que corresponde al pueblo venezolano decidir su destino. No, presidente Moreno, el pueblo, de tanta hambre y persecución, ya ni siquiera tiene fuerzas para hablar. El pueblo se muere. Por ética política, abandone, de una vez por todas, el lirismo mefistofélico del socialismo del siglo XXI. Venezuela y Nicaragua requieren la unidad latinoamericana para salvarse. Ecuador no debe ser cómplice de esos genocidios.
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