
Los precandidatos presidenciales aparecerán y desaparecerán en las próximas semanas y meses. Pero quizás algunos tomen la opción de ser los continuadores de la supuesta transición que todavía hace Lenín Moreno.
Pocos serán los que defiendan este modelo político, del desatino, y económico, del estancamiento. Que vean logros en donde solo hay justificaciones de la falta de gestión de funcionarios que, de paso, aprendieron todo del correísmo.
Pocos defenderán la lucha contra la corrupción que no avanza y otros cerrarán los ojos ante las investigaciones pendientes de este gobierno, darán piruetas para evitar tocar los tambaleantes pilares.
Quizás en esa mesa chica, al sentarse, viéndose las caras, alguno vea al otro como candidato o candidata. Es posible. En los paraísos artificiales de la política todo es posible.
Ya han aparecido algunos candidatos. Algunos con mucha temeridad, buscan las cámaras y los micrófonos para jugar. Pero hay dos de peso. De la Costa y la centro derecha. Y han aparecido algunos académicos, ciegos de corazón pero hambrientos de fortuna, que cuestionan que ahora los precandidatos de peso sean de la Costa, y específicamente de Guayaquil. Más allá del tufo regionalista... los dolidos y sabiondos de las universidades de maestrías, olvidan un hecho relevante en la reciente historia del país: la marcha de Guayaquil y la inflexión en la política.
Fue la movilización más grande en el Puerto Principal. Más de 355 000 personas salieron para rechazar el modelo del correísmo. Lideró Jaime Nebot, a quien muchos lo ponen -y presionan- como precandidato presidencial hacia el 2021. Fue el 25 de junio del 2015. Ya han pasado cuatro años de esa masiva protesta anticorreísta. Ahí Nebot, viendo a miles de personas, dijo esa frase emblemática contra Correa: “Ándate al carajo con tu propuesta divisionista”. Y de los asistentes: “Fuera, Correa fuera”. Nebot y miles de personas lograron virar la mano definitivamente a Correa.
El futuro no es cuestión de regionalismos. Es cuestión de quiénes puedan liderar un verdadero cambio. Quiénes lo buscaron desde antes. Arriesgaron. No de quienes solamente lo desean desde sus sillones. O se ocultaron en sus escritorios, que vieron desde la ventana de sus aulas las tropelías de los correístas.
Desde ese entonces, las condiciones políticas y económicas han cambiado muy poco. Y la política serrana no ha construido un movimiento fuerte, no hay líderes con gran acogida. Entonces, el futuro no es cuestión de regionalismos. Es cuestión de quienes puedan liderar un verdadero cambio. Quienes lo buscaron desde antes. Arriesgaron. No de quienes solamente lo desean desde sus sillones. O se ocultaron en sus escritorios, que vieron desde la ventana de sus aulas las tropelías de los correístas. Algunos, incluso, muy amigos de esos académicos que nada dijeron y se volvieron cómplices… y, ahora, sin Correa de por medio, aparecen y hablan. Sentencian.
Esos académicos que pueden ver a Nebot o Guillermo Lasso con desdén o desprecio, son los potenciales enemigos del cambio.
El asunto de fondo es que el país no se ha transformado. El modelo del correísmo sigue pese a que quieran calificar a Lenín Moreno de ser un personaje de la derecha.
La muestra más grande de rechazo, de unidad nacional, sucedió en esa marcha de hace cuatro años. La protagonizó Nebot. Así disguste en ciertos círculos quiteños.
Es más, sin obtener cambios contundentes en nuestro país, ese discurso de julio del 2015 sigue vigente. Por eso, quien se atreva a tratar de seguir en el camino de Lenín Moreno, de más desempleo, informalidad, deuda, de más inseguridad, de más impuestos a la clase media, de tropiezos en la lucha contra la corrupción, de diálogo sin resultados concretos… será golpeado en las urnas. El regionalismo rancio y la falta de unidad también serán repudiados. El ecuatoriano lo ha demostrado en la historia: no es tonto. Hacerle el juego al correísmo o al morenismo ya tiene un altísimo precio político.
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