
Catedrática de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica de Quito
“El 10 de abril de 1933, Adolfo Hitler legalizó la fiesta del 1º de mayo y se la robó a los partidos de izquierda. Hitler llevaba algo menos de dos meses y medio en el poder cuando convirtió en fiesta nacional la fecha mítica del movimiento obrero, el día de celebración por excelencia de sus enemigos comunistas y socialdemócratas. Y lo hizo después de matarlos.”
En sus acostumbradas y desdichadas declaraciones, el Primer Mandatario -de regreso del Vaticano a donde apurado fue a intentar ganarse la gracia papal, para ver si logra con ella sostenerse en el poder en época de crisis- refiriéndose a la marcha del 1 de mayo instaurada históricamente por las organizaciones autónomas de los trabajadores dijo: “saben que somos muchísimos más, somos el gobierno de los trabajadores, no permitiremos que nos roben el primero de mayo”. Quizás sea por su formación en econometría y los conflictos infantiles que encierran su pensamiento en la empobrecida mirada cuantitativa y en una obsesión competitiva por ser el ganador de una competencia que solo existe en delirios narcisistas.
El Presidente y sus fieles funcionarios hicieron de todo para evitar que este primero de mayo la sociedad se tome las calles para decirles basta de tanto abuso. Inventaron de la noche a la mañana la CUT -paraorganización de trabajadores subordinada al Gobierno-; utilizaron los pocos recursos estatales que quedan, después del obsceno gasto que perpetraron en estos 8 años, para su contra-marcha y su espectáculo de masas; hostigaron a la población con publicidad política, como es su costumbre, para deslegitimar las demandas de los trabajadores y para encubrir su política antilaboral, sobre todo el golpe que dieron a la Seguridad Social, etc.
Hicieron de todo para sentirse ganadores, porque en su locura hobbseana, por no decir facho-estalinista, se han metido en una competencia con la sociedad para ver quién es más fuerte: si ellos, el poder estatal o la sociedad misma.
Lo que no logran ni lograrán entender los correistas es que la sociedad, y menos aún los trabajadores y trabajadoras, no están compitiendo con Alianza País por ver quién pone más gente en las calles, porque nosotros nos respetamos, no nos consideramos masa manipulable ni números estadísticos; tampoco creemos que la conmemoración del primero de mayo se parezca, ni de lejos, a un partido de futbol para hablar de “ocho a uno” ni a ninguna otra referencia grotesca.
No vamos a discutir la cantidad de gente que hubo en la concentración gubernamental ni la que hubo en la manifestación social, simplemente porque no vamos seguir la necia y absurda provocación presidencial.
Primero, porque no es necesario discutir lo que todo el país percibe, siente y piensa respecto a las políticas del gobierno que cada vez más afectan negativamente nuestra vida.
Segundo, porque tenemos la suficiente coherencia e inteligencia para saber que no se puede dialogar cuando no se está frente a un sujeto dialogante, sino a un ventrílocuo del poder.
Solo para que quede claro y no nos confundan, hay que decir que la conmemoración del primero de mayo no es propiedad de ningún poder, de ningún gobierno y menos de una persona. El primero de mayo es identidad de rebeldía, sentimiento de libertad y pensamiento de emancipación de los y las trabajadoras, en absoluto del poder ni económico, ni político, ni ideológico.
El poder no puede conmemorar ni reactualizar aquello que lo enfrenta y lo cuestiona, aquello que quiere su desaparición como fin de la dominación y explotación.
Entonces, el primero de mayo no puede pertenecer al Estado, menos al Estado capitalista, no puede pertenecer al gobierno y mucho menos a un gobierno que impulsa el desarrollo mercantilista, solo posible en la explotación del trabajo y la naturaleza.
Por historia y por cualidad del ser del primero de mayo, no hay trabajadores que vayan por convicción a una convocatoria hecha desde el poder. Tampoco el poder puede ganar, a pesar de que sus encarnaciones humanas así lo crean, sea porque llenan plaza con trabajadores cooptados, obligados, seducidos y chantajeados, o sea por estrategias políticas nada éticas como las usadas en la Alemania Nazi, en donde ocurrió que “con las organizaciones políticas de izquierda desmanteladas y en plena represión de los líderes obreros, Hitler anunció que el 1º de mayo sería fiesta nacional. Después de años de celebraciones ocultas, desfiles prohibidos, desafíos y amenazas de los patronos en los puestos de trabajo, fueron precisamente los nazis los que legalizaron la festividad de esta fecha.”
El poder del Estado no puede ser el poder de los trabajadores, siempre será instrumento de explotación, sea en beneficio del gran capital privado o sea en beneficio del gran capital estatal que tarde o temprano terminará transfirió la riqueza extraída al trabajador a manos privadas, como ocurrió tras la caída el Socialismo Real.
Los y las trabajadoras no pueden confiar en ningún gobierno atado a la razón de estado. “El 1 de mayo de 1933 se celebraría con grandes desfiles y actos gigantescos de masas. Los obreros, los mismos que en marzo habían votado contra Hitler, finalmente habían sido incorporados al nuevo Estado nazi. El 2 de mayo los sindicatos fueron prohibidos y sus funcionarios detenidos.”
Los trabajadores que se confundan o se dejen confundir por falsos dirigentes de seguro tendrán la lamentable experiencia, después de asistir a las grandes concentraciones convocadas por el gobierno, de que al día siguiente quizás serán los primeros sacrificados.
El primero de mayo es de los y las trabajadoras, ellos no pueden robar algo que les pertenece por historia, por justicia, porque sencillamente son trabajadores. Así, digan ustedes, ¿quién es el que quiere robar, desvirtuar y mancillar el primero de mayo?
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