A la derecha no le cuesta unirse y a la izquierda sí. Con el retorno democrático, es la derecha la que se presenta unida a las elecciones presidenciales. La centroizquierda apuesta por distintas candidaturas, organizaciones y envolturas que se presentan separadas a las elecciones y eventualmente las ganan.
Desde el retorno democrático, el péndulo político osciló entre la centroizquierda y la centroderecha hasta que dos décadas después se instaló un consenso populista que dura hasta hoy.
En las presidenciales de 1978, de seis, el único binomio de derecha fue el integrado por los socialcristianos Sixto Durán Ballén y José Icaza Roldós. Para entrar al balotaje, toda la derecha se unió en el Frente Nacional Constitucionalista, compuesto por el Partido Social Cristiano (PSC), el Partido Conservador Ecuatoriano (PCE), la Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana (ARNE), la Coalición Institucionalista Demócrata, la Federación Nacional Velasquista, el Partido Nacionalista Revolucionario y la Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana (APRE). De estos 7 partidos políticos, solo los dos primeros sobrevivieron con el tiempo y el primero se mantiene aún vigente.
En la segunda vuelta, el socialcristianismo sufrió una aparatosa derrota en contra del arrollador binomio integrado por Jaime Roldós y Osvaldo Hurtado, que superó a sus contrincantes con el 68% de los votos y 37 puntos de ventaja. Roldós procedía de la Concentración de Fuerzas Populares (CFP), una organización populista liderada por Assad Bucaram Elmhalin; Hurtado procedía de la Democracia Popular (DP). El primero, aun siendo populista, giraba en torno a la órbita socialdemócrata, mientras que el segundo, democristiano, a la socialcristiana.
Para las elecciones presidenciales de 1984, se constituyó un nuevo frente de derecha para apoyar la candidatura del socialcristiano León Febres Cordero. El escenario era distinto, se habían inscrito 8 binomios: 3 de derechas y 5 de izquierdas.
La coalición derechista estaba integrada por los mismos partidos, salvo por la ausencia de la ARNE y la unificación de un nuevo miembro, el Partido Liberal Radical Ecuatoriano que aportó el candidato vicepresidencial. Así los liberales abandonaron la órbita socialdemócrata para integrarse a la socialcristiana. Desde entonces se aceleró la extinción liberal.
Esta vez tuvo suerte este frente de partidos y derrotó en el balotaje al socialdemócrata Rodrigo Borja de la coalición Izquierda Democrática-Pueblo Cambio y Democracia con apenas una distancia del 3% de los votos. La escena política quedó fracturada en dos mitades claramente identificadas.
Para conseguir la victoria, el binomio León Febres Cordero-Blasco Peñaherrera Padilla salió a la caza del 7% obtenido por Francisco Huerta Montalvo del Partido Demócrata y del 5% de Julio César Trujillo de la Democracia Popular, ambos de similar tendencia a la suya. Sin embargo, esto no era suficiente. Para ganar la elección tuvieron que convencer al electorado desideologizado y populista de Ángel Duarte de la CFP que obtuvo el 14% de los votos y que se ubicó en el tercer lugar de la competencia. Los demás presidenciales eran todos socialistas y se presume que a sus electores les hubiera costado votar por un ex senador representante de las agroindustrias y exdiputado socialcristiano. Ahora se entiende mejor la agresividad de Febres Cordero durante su campaña. Su estrategia pudo consistir en conquistar el voto populista a través del discurso de la fractura social.
En las elecciones de 1988, el socialdemócrata Rodrigo Borja se impuso con una amplia ventaja en ambas vueltas presidenciales. En la ocasión hubo 10 binomios presidenciales. Entre los 5 primeros hubo 4 candidaturas de izquierda, una de estas, inclusive, de izquierda radical, y hubo una sola candidatura de derecha. Ocupando un tercer lugar, el retorno del socialcristiano Sixto Durán Ballén reapareció muy auspicioso.
Rodrigo Borja y el populista de izquierda Abdalá Bucaram conquistaron el balotaje. Al parecer, mientras a Borja le costó poco acceder al voto programático de un amplio espectro compuesto por la sociedad identificada con la centroizquierda, la centroderecha y hasta derecha radical, por su afincamiento en la clase media, Bucaram tuvo que conformarse con el voto populista de Frank Vargas Pazzos del APRE, de Ángel Duarte de la CFP y el voto de la izquierda radical del MPD con Jaime Vargas.
El breve periodo de estabilidad política que duraría casi dos décadas desde el retorno democrático acabaría con la instalación de un consenso populista y el ascenso al poder de Abdalá Bucaram en 1996.
En el balotaje, Borja se impuso con el 55% de los votos a una distancia de casi 10 puntos de su contrincante, Abdalá Bucaram. Ninguno de ambos formó ninguna coalición de partidos en la primera vuelta. E inclusive, Durán Ballén resultó el único de los diez candidatos que fue apoyado por un frente compuesto por el PSC y el PCE.
Después, 1992 es el año del ascenso conservador y su última ocasión para turnarse en el poder con la izquierda. Por única vez, en el balotaje estuvieron presentes dos socialcristianos: Sixto Durán Ballén y Jaime Nebot. Ganó el primero tras desafiliarse de su tienda política original, participar con el apoyo del PCE y derrotar al segundo con la infranqueable distancia de 14 puntos. En esta ocasión es difícil suponer cómo se dividieron las preferencias electorales especialmente porque entre los cuatro primeros se repartieron el 90% de los votos, que los dos primeros eran de derecha y los dos siguientes eran de izquierda, que en la ocasión compitieron 12 binomios, que los 8 colistas se disputaron entre el 0,4% y el 3% de los votos hasta sumar entre todos el restante 10%, y que 5 de 8 colistas presentaban propuestas radicalizadas en la izquierda.
El breve periodo de estabilidad política que duraría casi dos décadas desde el retorno democrático acabaría con la instalación de un consenso populista y el ascenso al poder de Abdalá Bucaram en 1996. Desde entonces se instaló una hegemonía con 4 de 5 presidencias que apostaron por la destrucción de las instituciones como forma de administrar el poder.
En nuestros días, el acuerdo conseguido entre el PSC y Guillermo Lasso favorece a las organizaciones políticas de centroizquierda. El máximo promedial histórico que ha conseguido la derecha unida en las elecciones presidenciales bordea el 30%. Pero la izquierda tiene más, aunque desunida.
En los primeros veinte años de democracia el péndulo osciló en el centro, de izquierda a derecha. Después, por el empujón de la crisis bancaria, el péndulo se extremó en distintos populismos autoritarios de izquierdas. ¿El péndulo volverá al centro de las preferencias electorales o será el turno de la derecha radical?
Después del rotundo fracaso del aliancismo, que habrá gobernado los últimos 15 años cuando entregue el poder, las únicas dos opciones políticas viables podrían ser la centroizquierda o la derecha conservadora, acompañadas de otras dos inviables de izquierda reaccionaria.
@ghidalgoandrade
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