En los últimos años, la región ha enfrentado diversas crisis que han debilitado la institucionalidad estatal, permitiendo que el oportunismo avance gradualmente. Liderazgos "socialistas" con un discurso "mesiánico" han surgido, desafiando la autoridad estatal y desplazando al conservadurismo y al liberalismo latinoamericano.
El debilitamiento de los principios estatales ha propiciado el surgimiento de líderes "socialistas" con un discurso "mesiánico", quienes desafían la autoridad estatal y ganan terreno sobre el conservadurismo y el liberalismo latinoamericanos.
Este mensaje distorsionado busca transformar los poderes del Estado mediante nuevos pactos sociales, asambleas constituyentes y constituciones "a medida", con el objetivo de reemplazar a los políticos tradicionales y establecer un pacto social colectivista, permitiendo que una pequeña oligarquía controle el destino de los países.
Este modelo de pacto social colectivista, que busca cambiar el principio de autoridad del Estado por tiranía y autoritarismo, ha resultado en la quiebra de países como Venezuela y Bolivia. En lugar de generar bienestar, ha creado gobiernos clientelistas y dependientes, aumentando la pobreza y la delincuencia. Esto ha llevado a una implosión social caracterizada por altas tasas de delincuencia, crimen organizado y trata de personas, obligando a la población a buscar caminos inadecuados como la delincuencia.
los países latinoamericanos deben reconstruir su principio de autoridad mediante reformas profundas que involucren a los actores encargados de ejercerlo, como los administradores de justicia, las fuerzas policiales y el propio Estado en todos sus niveles.
La situación actual plantea la pregunta: ¿Ha tocado fondo Latinoamérica con los eventos del 2024, o hay más por venir? La sensación de inseguridad y violencia no se limita a países como Perú o Ecuador, sino que se extiende a Argentina, Chile, Colombia y otros. La incertidumbre persiste sobre si la región ya ha alcanzado su punto más bajo o si aún enfrentará más desafíos.
Coincido en que aún podrían ocurrir más sorpresas, por lo que los países latinoamericanos deben reconstruir su principio de autoridad mediante reformas profundas que involucren a los actores encargados de ejercerlo, como los administradores de justicia, las fuerzas policiales y el propio Estado en todos sus niveles. La corrupción ha facilitado la proliferación de estos problemas, haciéndolos cada vez más endémicos.
Es fundamental recuperar el principio de autoridad como parte del proceso para construir Estados fuertes, sin que esto implique abuso de poder o vulneración de derechos. Esto es crucial para detener el caos en nuestras sociedades afectadas por la delincuencia y el crimen organizado, entre otros males. Durante décadas, el mensaje de la neoizquierda ha promovido la inestabilidad y ha construido el discurso de que la autoridad es sinónimo de tiranía y antidemocracia, perpetuando la idea de que la única forma de progresar es a través de la "igualdad de derechos" creada por ellos mismos, bajo un criterio de derechos humanos a su medida.
En muchos países de nuestra región, la violencia ha alcanzado niveles inimaginables debido a una serie de conflictos que han minado la confianza en un Estado ineficaz y carente de autoridad moral para actuar. La generalizada corrupción ha contribuido a esta percepción, que es compartida transversalmente en toda la región.
Es crucial iniciar el camino hacia la reconstitución de los principios rectores que los Estados han perdido, sumidos en polarizaciones y en la falta de capacidad de algunos gobiernos. No anticiparon un futuro de anarquía y caos al no imponer adecuadamente la autoridad estatal.
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