
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
En política la demagogia es un recurso artero, aunque con frecuencia eficaz; la magia, en cambio, es un acto de locura. Las promesas desenfrenadas desembocan en el desencanto, la frustración y la condena de la sociedad. Pero el ilusionismo puede terminar en una indignación popular violenta y desbordada.
Frente al terremoto de Manabí el gobierno nacional continúa empeñado en contrarrestar la realidad a punta de propaganda. Como si las evidencias desaparecieran al contacto con la virtualidad mediática. Ahora resulta que la provincia de Manabí ha sido una Suiza correísta lamentablemente devastada por el sismo… y que será reconstruida en mejores condiciones con solo chasquear los dedos. Como por arte de magia.
La esperanza de un pueblo golpeado por una tragedia de semejantes proporciones no se la sostiene ocultando la realidad, minimizando artificialmente las amenazas, compensando las dificultades con misericordia.
Las sociedades y los seres humanos preferimos la dureza de la certidumbre a la dulzura de la quimera. Para lo primero sabemos a qué atenernos; para lo segundo tenemos la telenovela de las siete. En las circunstancias que enfrentan los damnificados, las mentiras piadosas ofenden su dignidad. Y el gobierno miente.
¿Qué apareció bajo las ruinas del terremoto? Pues que durante una década, y con recursos financieros inimaginables, el correísmo no fue capaz de solucionar las necesidades más elementales de Manabí. Las cifras oficiales a propósito de la carencia de servicios como agua potable, alcantarillado y manejo de desechos son, por decir lo menos, vergonzosas. Así de simple y palpable.
Por eso las declaraciones oficiales sobre la reconstrucción forman parte del reino de la magia. Si durante nueve años no se logró transformar la realidad social y económica de esa provincia, ¿se lo quiere hacer ahora en menos de un año? Es más: si durante toda la historia republicana Manabí ha arrastrado deficiencias estructurales, ¿a título de que hechicero vamos a convertirla hoy en un paraíso? Cualquier vecino de barrio medianamente informado sabe que las reconstrucciones, luego de un desastre, toman años, y con frecuencia no logran equipararse con lo perdido. Basta ver Managua 45 años después del terremoto para hacerse una idea.
No obstante, la propaganda oficial sigue empecinada en hablar de deseos antes que de posibilidades. No es que aboguemos por desanimar a los damnificados, ni más faltara; pero el optimismo delirante que pretenden transmitir los mensajes del régimen no tiene asidero en la realidad. El terremoto nos cayó en el peor momento, con un gobierno carcomido por la ineptitud y apremiado por la agenda electoral. Esa es la plena, como dice la gente.
Porque en lo único que el oficialismo ha demostrado empeño y diligencia es en la estrategia electoral. Lenin Moreno entró a disputarle a Jorge Glas los despojos del terremoto. Sin escrúpulos. La pelea al interior de Alianza País por la designación del candidato a la Presidencia es encarnizada, y en ella cuentan –literalmente– muertos y heridos.
Tampoco en eso el oficialismo demuestra mucho sentido de la realidad. El desplome de la popularidad de Correa lo confirma. También tendrán que hacer brujería para alcanzar un mediocre resultado electoral en 2017.
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