
Las Fuerzas Armadas han tenido que aguantar estoicamente en estos 10 años todo tipo de infamias, insultos, descalificaciones, intentos de debilitarlas y dividirlas... El objetivo de las provocaciones del gobierno fue que los militares reaccionen y —como ha ocurrido en el pasado— lo boten, es decir que cayeran en la trampa. Correa les hubiera agradecido y con el apoyo de los vocingleros de la ALBA y sus aliados, se hubiera victimizado. Sólo recordemos el caso de Celaya, Presidente defenestrado de Honduras, con quien cometieron el error de sacarlo del país; sus amigos aprovecharon, a la cabeza Chávez, para pasearlo por todos los foros como una víctima, jamás dijeron que era un corrupto y que hasta su propio partido pedía su salida.
Si Correa era defenestrado, quedaba liberado del desastre económico y social que dejaba sumido al país, asumía el inefable Glas o ¿cuál hubiera sido la salida? ¿Tal vez un gobierno interino como el de Fabián Alarcón? ¿Los militares debían asumir el poder? ¿Qué alternativas habían y quiénes las iban a manejar? Las interrogantes son muchas y nada fácil de encontrar respuestas apropiadas.
Ya en el proceso electoral, jamás se hizo un esfuerzo sincero para unir fuerzas y enfrentar al Candidato-Estado y derrotarlo de una vez; todos los candidatos aspiraban a quedar en segundo lugar para disputar el balotaje con el candidato del gobierno. Lejos quedaban las enseñanzas que nos dejó el Pacto de la Moncloa en España, que se concretó después de la dictadura de Franco: se unieron todas las corrientes políticas e ideológicas, incluso el Partido Comunista de Santiago Carrillo. Lo mismo sucedió con la Concertación de Partidos por la Democracia en Chile, conocido como Concertación. Después de la dictadura de Pinochet, gobernaron por 20 años (1990-2010). El candidato Guillermo Lasso, era el más opcionado, se pudo ganar incluso en primera vuelta y hacer un gran gobierno de concertación y devolverle al país la democracia, las libertades y la paz social, pero la miopía, los intereses y los cálculos políticos pudieron más.
El gobierno utilizó impunemente todos los recursos del Estado, antes, durante y después de la campaña electoral, con la complicidad y anuencia de las autoridades electorales; la oposición conocía todo esto, pero cada uno de los candidatos tomó su rumbo, aunque éste de por si estaba debilitado. Nunca se vieron en el espejo de Venezuela, ahí los movimientos y partidos de todas las tendencias políticas se unieron y siguen unidos enfrentándose con valentía a una dictadura feroz que tiene como soporte y apoyo, unas Fuerzas Armadas incondicionales y corrompidas.
El resultado de las elecciones amañadas del 2 de abril era “crónica de una muerte anunciada”, un fraude monumental, calcado al de Venezuela del 14 de abril del 2013 cuando “ganó” Maduro.
Ahora son los militares, los cobardes, los que no actúan, los cómplices de la dictadura, etc. Ahora son ellos los que deben sacar las castañas del fuego. La oposición tuvo la oportunidad de, unida, dar una paliza y una lección al dictador y con la ayuda de todas las corrientes políticas y sociales terminar con ese cáncer que ha invadido todo el cuerpo social del país, la llamada Revolución Ciudadana del Socialismo del Siglo XXI.
Es verdad que los mandos militares, desde el inicio debieron con firmeza haber marcado la cancha y al gobierno decirle que —si bien es cierto que debían estar subordinados al poder político legítimamente elegido por el pueblo en las urnas— jamás estarían alineadas en el proyecto político del gobierno y que no podía abusar de una institución histórica respetada, peor del pueblo ecuatoriano. Esos mandos se dejaron encimar y no pudieron, luego, defender el honor y la dignidad de la Institución militar a ellos confiada. Los mandos de los 10 años del correismo, por acción u omisión, más temprano que tarde, tendrán que rendir cuentas.
Ojalá que esta experiencia nos una y nos fortalezca, porque la profecía de Santa Mariana de Jesús está más cerca que nunca de cumplirse y el espejo en donde los ecuatorianos debemos mirarnos es esa tragedia que se llama Venezuela.
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