Entre las múltiples razones egocéntricas por las que el ex presidente pretendía a toda costa ser presidente vitalicio fue para cubrir sus espaldas y las de sus amigos de manera perfecta. Siendo eterno presidente, jamás se habrán abierto las puertas, en su exterior pintadas de verde, y que conducían tanto al cementerio de la verdad como al de la honorabilidad y de la decencia administrativa. En ese cuarto se hallan en plena descomposición algunos de aquellos de corazones ardientes cuyas manos ya no están limpias sino, al revés, totalmente embadurnadas con la podredumbre de la corrupción.
Vicepresidentes. Fiscales generales. Contralores. Jueces. Y muchos más, altos y bajos, grandes y pequeños. Moros y cristianos. Un mundo pestilente en la que vive la diosa del mal llamada corrupción. La diosa encargada de tejer los grandes discursos de la falsedad de tal manera que la mentira, la truculencia, el robo, la usura, aparezcan vestidas de blanco, con ramos de azucenas angelicales.Manos limpias y corazones ardientes, como no se cesaba de enunciar.
El entonces fiscal general salió a decir, con voz de profeta, que ya sabía en dónde estaba la corrupción y quien la poseía prácticamente como un bien personal. Pero como el país se hallaba en pleno proceso electoral, él consideró justo y honorable guardar esta inmensa verdad en la más segura de las cajas fuertes de la complicidad hasta que el país haya elegido a sus nuevos mandatarios. Hasta que él mismo haya hecho las maletas. Ese es uno de los más preclaros ejemplos de la moral de circunstancia visto y vivido en estas tierras.
Muy probablemente, los resultados electorales, en todos los ámbitos, habrían sido diferentes si el país hubiese conocido a tiempo la lista de todos los involucrados en el caso Odebrecht. Esa nómina que aún ahora se la da a conocer con cuentagotas y, parecería, de manera fina y propositivamente seleccionada. Es que el poder de entonces, como aquel Fiscal, lo hizo todo con suficiente análisis y premeditación para que nada dañe el pastel de la mesa que ya fue servida incluso en la primera vuelta. Entonces a ninguna asambleísta se le ocurrió enjuiciar a la firma que dio una amplia ganancia a un candidato a la presidencia. (¿Se habrán olvidado de los abrazos y besos?)
Largas historias que contar sobre la ética del bien pensar y del bien hacer. En cada sábado se pretendía dar al país una clase magistral de ética social y política. Manos limpias y corazones ardientes: un buen slogan para convencer a los ingenuos. Pero quien mucho habla de la pera comérsela quiere. Porque solo la víspera de ese día se había despedido en las escaleras del avión a quien tres días antes el fiscal lo acusó de haber robado muchos millones de dólares. Es que así debe ser un buen fiscal: amable, cordial, generoso con los amigos que se aprovechan de suscargos públicos para enriquecerse. Ladrones. Bienaventurados todos los corruptos porque de ellos es el reino de la riqueza, de la bonanza, de los lujos. El reino de la impunidad.
Desde luego que todo ciudadano es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Pero las pruebas no las determinaúnicamente el juez. La ciudadanía es también un verdadero testigo y a la vez fiscal y juez de oficio. Y los medios de comunicación son los canales a través de los que se publicitan sospechas y verdades, honorabilidades y complicidades. Los medios denuncian el mal con la misma tenacidad con la que antes se combatía la rabia. Por eso el antiguo régimen los persiguió sin descaro para desaparecerlos de una vez por todas. Y los denigró hasta lo imposible. Una actitud absolutamente lógica si se pretendía que unos saqueen el país en paz y tranquilidadsin la mirada de esa prensa corrupta que, sin embargo, no cerró ni sus ojos ni su boca.
No se da a conocer al país toda la lista gorda de los beneficiados por Odebrecht. Todavía se cree que basta un par de nombres para calmar el hambre de justicia de un pueblo. ¿Sólo existe Odebrecht? Por supuesto que no. Muchas otras empresas e innumerables contratos de los que nada se ha informado. Parecería que los gastos de diez largos años formasen parte de un secreto de Estado. Seguramente la propuesta es que el país olvide aquellos festines de millones. Nuestro dinero, del país entero también vilmente gastado en sabatinas y suntuosos viajes. ¡Gobierno de las manos limpias y de los corazones ardientes!
¿Manos sucias y corazones corrompidos? ¿Y el antiguo contralor general y el antiguo fiscal general? “Se fueron a volver”, como muchos otros.
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