
Profesora universitaria, investigadora y periodista, con un doctorado por la Universidad Nacional del Cuyo, de Argentina.
La resistencia al proyecto correísta comenzó siquiera hace tres años, en el 2012, y desde entonces no se ha debilitado. Al contrario, se ha mantenido y fortalecido. Su primera manifestación se evidenció en febrero del 2013. Comenzaron a ser menos, cada vez menos, y perdieron las elecciones seccionales, las del 23F, en varios territorios súper relevantes. De aquello no se dieron cuenta, conforme versiones plausibles, sino apenas cuatro semana antes, cuando según estas interpretaciones, se reunieron en un comité de crisis, espantados con la posibilidad de dejar la alcaldía de Quito y otras. El pánico les agarró, y desde entonces no pararon de cometer error tras error. Tanta incompetencia les llevó a que cayeran en esos comicios, a despecho de que ya tuvieran contratada la tarima, preparados los animadores y lista la farra. Aquel domingo probablemente acabó como una procesión fúnebre, con acusaciones e inculpaciones mutuas, por añadidura.
No obstante la remezón que, imagino significó aquello, su primera reacción tras la derrota fue el pataleo y negar que se habían desplomado en las votaciones. De un modo desesperado y, al mismo tiempo cómico, se esforzaron por intentar convencernos de que estábamos equivocados y que ellos habían triunfado. ¡Emplearse tanto para un objetivo tan minúsculo! En modo alguno se interesaron por comprender las razones de esa pérdida o e intentar remontarla. Les hubiera resultado muy fácil. Solamente hubieran tenido que reducir un poquito sus actitudes de arrogancia, de prepotencia, escuchar más, hablar e insultar menos. Muy probablemente el país les hubiera devuelto la confianza y hasta los sufridores hubieran tenido que reconocer que el país estaba siendo gobernado por un estadista: un ser humano sabio, tolerante, maduro…
Pero no. Tradujeron ese fracaso electoral y lo magnificaron a la categoría del apocalipsis, una pesadilla pero con los ojos abiertos. Demostraron no saber perder.
Desde entonces, la resistencia se ha vigorizado, mientras simultáneamente se ha ido ampliando la unidad. No ha sido un proceso fácil, tampoco sin contratiempos. Pero ha producido acuerdos, acciones compartidas en las calles, en los discursos, propósitos, objetivos y estrategias coincidentes. Sin imposiciones, con lealtad a los postulados de los diversos sectores sociales y ciudadanos; en paz, en democracia, en libertad.
Justamente, el foro Cauce Democrático, en su último comunicado, expresó su admiración por “la lucha que libran en la calle organizaciones sociales y políticas, gremios profesionales, líderes nacionales y locales y decenas de miles de ciudadanos sin militancia partidista”. Con este espíritu, invitó a los ecuatorianos a “sumarse, para impedir que los asambleístas de Alianza PAIS consagren en las mal llamadas enmiendas constitucionales la institución dictatorial de la reelección indefinida”.
Junto con la resistencia y la unidad, también han ido avanzando las acciones de represión y de persecución, incluso groseras, por el desparpajo con el cual son anunciadas y ejecutadas por los actores del correísmo.
El caso más actual es la pretensión gubernamental de disolver Fundamedios, por su trabajo en la esfera pública, por ejercer su derecho a interesarse en los asuntos políticos, los de la polis, el ámbito de los ciudadanos activos, los que despliegan, plenamente su condición humana.
Otro ejemplo es el acorralamiento a los diarios Expreso y La Hora a cuenta de haber publicado un remitido de la Asociación de Editores de Periódicos (AEDEP). ¡Increíble, pero cierto!
¿Por qué la expresión discursiva del pensamiento altera tanto el ánimo del correísmo y de sus voceros?
Una posible respuesta la encontré en la lectura del reportaje El emperador, de Ryszard Kapuscinski, sobre el monarca absoluto Haile Selassie, de Etiopía. Narra Kapuscinski la animadversión del emperador por la escritura. Ni leía, ni escribía. Ignoraba la existencia de la palabra escrita. Lo único que aceptaba era la oralidad. ¿Por qué? Porque le permitía acomodar lo dicho a la versión que mejor se aviniera a sus intereses del momento. Le admitía gran discrecionalidad. Y ocurre que los periódicos son espacios de lectura y escritura. Ni más ni menos.
En consonancia con ello, Selassie encontraba un grave peligro en la prensa escrita: acostumbrarse a ella podía “crear el hábito de leer y de ahí no hay más que un paso al hábito de pensar, y ya se sabe la de disgustos, sinsabores, tormentos y quebraderos de cabeza que esto acarrea”.
Pensar, para Selassie, era una actividad subversiva, por ello había que sepultar el pensamiento y promover la incondicionalidad y la sumisión. Como la proclamación de “incondicional apoyo” a la SECOM en contra de Fundamedios, suscrita por el representante del Colegio de Periodistas del Guayas.
¿Incondicionalidad de los periodistas hacia una oficina gubernamental? Todo periodista debe incondicionalidad exclusivamente a su audiencia, a su público, no a las autoridades.
¿Qué de malabarismos, me pregunto, harán algunas de las estrellas de las publicaciones controladas por la SECOM cuando, para no quedarse desfasados, resaltan a Kapuscinski y, al mismo tiempo, subrayan y practican su oposición a la libertad de expresión del pensamiento? Lo ignoro y, en verdad, tampoco me interesa mucho ¡Allá ellos y su forma de exorcizar sus demonios!
A pesar de las pretensiones oficiales, en esta capital se verificó el Foro de Quito por la libertad de expresión, en donde el alcalde de Quito, Mauricio Rodas, suscribió la Declaración de Chapultepec, y la vicealcaldesa, Daniela Chacón, reconoció que las posturas políticas no son prerrogativa de los gobernantes, sino una capacidad de todos los ciudadanos. Además, esta ciudad es sede del II Encuentro Internacional de Humor Gráfico “Humor y tolerancia desde la mitad del mundo”. Dos iniciativas para persistir en la resistencia y continuar con la construcción de la unidad en la diversidad.
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