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5 de Noviembre del 2019
Ideas
Lectura: 11 minutos
5 de Noviembre del 2019
Alexis Oviedo

PhD en Educación por la Universidad Católica de Lovaina, Maestro en Estudios Culturales y Desarrollo, Graduado en Economía. Ex gerente del Proyecto de Pensamiento Político de la SNGP. Docente universitario.

Respaldar a los indígenas, en broma: réplica al artículo de Andrés Ortiz
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Parecería que Andrés cree que, si los indígenas piensan en visiones de país, si se atreven (¡Dios no quiera!) a generar un Plan de manejo del Estado ecuatoriano y a aspirar a ser gobierno; si miran la realidad desde una dimensión nacional o se enfocan en los problemas macrosociales, han perdido su norte.

He leído con atención el artículo del colega Andrés Ortíz Lemos, Respaldar a los indígenas, en serio y estoy de acuerdo con algunos de los temas mencionados, en especial donde subraya que los indígenas no son un todo monolítico y no pueden ser mirados de esa manera. De acuerdo también estoy con que el indigenismo debe tener cuidado en caer, como casi siempre lo ha hecho, en visiones paternalistas. Hasta ahí y en algunos párrafos más, el artículo de Andrés es un respaldo a los indígenas, en serio.

Sin embargo, después Andrés Ortíz hace un punteo que, partiendo desde una matriz epistémica en la famosa “idea de progreso”, en los discursos positivista liberal y del desarrollo sostenible, en sus diversas versiones, da un respaldo a los indígenas que parece ser en tono de broma. En los siguientes párrafos Andrés plantea un respaldo que parece una broma de mal gusto. Espejitos de colores, cuentas de vidrio, pero desde una construcción discursiva…

Me referiré a algunos de estos aspectos:

En primer lugar están las representaciones estadísticas. Estas no son únicas, difieren de acuerdo a las posiciones políticas y dependen de quien hace los cálculos. Así: para la CONAIE en 1989 los indígenas representaban el 35% de la población; para el BID, en 1990, el 25% de la población; y para la CEPAL en el 2005, 12%. El censo del 2010, les da el 7% ¿Cómo es que al 2019, llegaron 7%? ¿Redujeron la tasa de natalidad, incrementaron tasa de mortalidad? ¡Ni así!  Un mundo mestizo y racista hace que muchos indígenas se auto adscriban como mestizos y actúen desde una identidad fronteriza en ambos entornos. Nada nuevo, eso ha ocurrido siempre en la historia, los judíos, por ejemplo, se adscribían como (marranos) cristianos para no pasarla mal. El autor no lo explicita, pero partir diciendo que son el 7% es hacerse eco de ese discurso que minimiza, desde lo númerico, las propuestas de este sector.

Ese hilo discursivo sutil se mira nuevamente cuando el autor critica la romantización de los indígenas por parte de los intelectuales, pero cae en la liberal visión del “buen salvaje”: Los indígenas son buenos si se meten solo en sus asuntos y si se asimilan al desarrollo y sus bondades. Para Andrés Ortíz, los indígenas debieran concentrase en temas relativos al campo, “las tierras para el cultivo… ayudas técnicas para el agro…” Olvida que en Quito y Guayaquil se concentra una inmensa población indígena urbana, que tiene intereses diferentes y necesidades materiales y simbólicas propias. Parecería que Andrés cree que si los indígenas piensan en visiones de país, si se atreven (¡Dios no quiera!) a generar un Plan de Manejo del Estado Ecuatoriano y a aspirar a ser gobierno; si miran la realidad desde una dimensión nacional o se enfocan en los problemas macrosociales, han perdido su norte.

En esa misma línea, para Andrés Ortíz, en las jornadas de octubre y en el debate con el Gobierno no se defendieron los intereses de las comunidades indígenas, lo cual es un reduccionismo ingenuo. Te cuento Andrés, que los indígenas ya no siguen transportándose exclusivamente a lomo de mula. Mirar la parte sin ver el todo, por decir lo menos, es no mirar la economía como un circuito.

En esa misma línea, para Andrés Ortíz en las jornadas de octubre y en el debate con el Gobierno no se defendieron los intereses de las comunidades indígenas, lo cual es un reduccionismo ingenuo. Te cuento Andrés que los indígenas ya no siguen transportándose exclusivamente a lomo de mula. Mirar la parte sin ver el todo, por decir lo menos, es no mirar la economía como un circuito. La demanda de eliminar el 883, es decir que no se quiten los subsidios a los combustibles, era favorable por completo a los indígenas que viven en comunidades y para los indígenas urbanos, que viven del comercio de productos agrícolas (te hará bien visitar San Roque, o el Mercado Mayorista), puesto que una subida de combustibles afecta la transportación de todo y encarece todos los productos. No me referiré a la perogrullada en que cae el autor, haciendo eco al gobierno, cuando dice que el subisidio “favorecía principalmente a la clase media alta y a los traficantes de combustible”. Andrés puede mirar en Google decenas de comentarios que debaten aquello, desde las más diversas tendencias, desde la economía hasta la seguridad.

Es cándida la apreciación de Andrés Ortíz al hablar acerca de los niños indígenas en las manifestaciones, y la analogía que quiere hacer poniéndose él mismo en el Cabo de Hornos es, por decir lo menos, traída de los cabellos. Su apreciación parte de una mirada totalmente occidental de la familia, de los sentidos de cuidado, de la relación progenitores – hijos y de los imaginarios filiales.

Imagino que para Andrés los indígenas que iban a venir a Quito debían dejar a los niños en la comunidad, en una guardería o con una institutriz. Quizás creyó que debían ser los padres los que viajen a Quito y que las madres se queden al cuidado de los infantes. O mejor aún, que no venga nadie… En las comunidades no hay institutrices puertas adentro, internados, guarderías o centros infantiles 24/7. ¿Has visto cómo son los CDI’s de las comunidades indígenas? En todo caso, debería saber el autor que los niños que vinieron a Quito estuvieron cuidados en guarderías improvisada en la CCE, con algunas madres y voluntarios. Debe saber que la policía lanzó gases el día miércoles 7 de octubre a ese sitio, provocando estragos en todos los presentes y especialmente en los infantes. Por ello la improvisada guardería tuvo que cambiarse a la Universidad Salesiana, a cuyas instalaciones el día jueves 9 por la noche volvieron a lanzar gases. ¿No sería mejor pensar en los derechos de los niños desde la crítica al aparato represivo?

En el tema ambiental, Ortíz Lemos, anteriormente crítico del romanticismo, subraya el romántico green deal de Ocasio Cortez, propio del primer mundo. Olvida que la incidencia del uso de combustibles fósiles en Ecuador es insignificante en términos de contaminación global y que por más que eliminen los subsidios, dicha reducción no bajará el uso de los mismos, como no lo han hecho en otras latitudes. Es un problema de la misma dinámica del capital.

Andrés Ortíz, defensor del desarrollo y de que este venga con el “progreso” y la “modernidad”, nos dice que “el desarrollo no tiene nada de romántico”. Concuerdo con su frase, pero por otros motivos: el discurso del desarrollo ha sido nocivo para las comunidades en especial del denominado tercer mundo. Es ese discurso el que ha naturalizado las desigualdades, y puesto como única solución las visiones de capitalismo con rostro humano. El autor ataca la agricultura de subsistencia y defiende la agroindustria, “moderna e intensiva”. El discurso de modernidad y desarrollo en el agro, muy similar al de un ex presidente progresista. Y Ortíz Lemos nos da datos: la “agricultura de subsistencia, representa la principal causa de deforestación en bosques tropicales con el 63%, mientras el uso de leña para combustible representa el 8%”. ¡Malditos consumidores de leña! ¿Por qué no aprovechan el gas que sí tiene subsidio, o el contaminante kerosene? ¿Por qué no usan cocinas de inducción? Ah, él mismo manifestó que un alto porcentaje de indígenas no tiene servicio de energía eléctrica. Guste o no, la leña ha sido el combustible desde que el ser humano es tal…

Andrés Ortíz, en párrafos siguientes, de pronto, se vuelve bucólico. Desde una nube silvícola defiende el bosque y se pone en contra de la pequeña producción agrícola, pero calla los datos estadísticos que muestran los colosales daños producidos por las grandes industrias madereras o las inmensas plantaciones de soja. Sí, Andrés, esas modernas e intensivas que agradan tanto a Bolsonaro en Brasil.

Andrés Ortíz quiere desconocer que desde tiempos inmemoriales han sido los mismos indígenas los que con sus prácticas han garantizado que el bosque perviva. Pero claro, desde las visiones de “desarrollo” en los años 70 se condenaron dichas prácticas y convencieron a muchos de ellos de que lo moderno era abandonar esas formas tradicionales de cultivo, comprometerse con los agroquímicos. Muchos de ellos, compraron el discurso del agroindustrial, del monocultivo, los tóxicos fertilizantes y hasta las semillas certificadas que no se reproducen, esas promovidas por emporios que miran por el progreso como Monsanto, y que a la vez genera daños ambientales que tanto conmueven al colega Ortíz Lemos.

Este artículo se alarga demasiado. Repito que concuerdo en algunos temas con Ortiz, pero su oda a la modernidad, su apología al desarrollo y la tecnología, me recuerdan esa sabatina en la que un personaje de triste recordación, queriendo ser pedagógico decía lo mismo, usando como ejemplo semillas transgénicas de haba resistentes a las heladas... ¿Lo recuerdan? Al final desarrollistas liberales, conservadores o populistas se parecen. Al final, la otra cara de la modernidad es la colonialidad y ambas ejercen supremacías raciales, aun arropadas de apoyo.

[PANAL DE IDEAS]

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