Economista y Magister en Estudios Latinoamericanos.
@giovannicarrion
En la encuesta Latinobarómetro 2023 se observa que, en promedio, solamente 4 de cada 10 latinoamericanos apoyan a sus respectivos presidentes, con excepción de países como El Salvador, Costa Rica, Brasil, República Dominicana y México, en el que este guarismo va del 90% al 58%. No obstante, lo que sucede con el presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso Mendoza, resulta bastante llamativo (o quizá no) al evidenciar un paupérrimo 14% de aprobación a la gestión gubernamental, con lo cual se convierte en el peor mandatario calificado en la región, por debajo de Nicolás Maduro (Venezuela), Alberto Fernández (Argentina) y Dina Boluarte (Perú) que muestran registros del 31% al 15%.
Esta valoración negativa, por un lado, habla de una falta de eficiencia en el trabajo del ejecutivo. Basta mirar la ejecución presupuestaria del Plan Anual de Inversiones para corroborarlo, pues, a junio de 2023, ésta apenas llegó al 24,5% de un monto codificado equivalente a 2.064,7 millones de dólares. En este ámbito, verbigracia, lo realizado por el Ministerio del Interior resulta más que patético, indignante, al llegar apenas al 0,1% la ejecución de recursos (y todo esto en medio de la peor crisis de seguridad que afecta al país).
En otro ámbito, el pobre respaldo del que goza el gobierno y que se contabiliza a cuentagotas, se explica también por el distanciamiento que muestran las autoridades gubernamentales con el pueblo y esa marcada desconexión que hay con la realidad nacional.
Una cosa es lo que se esboza detrás de las gruesas paredes del Palacio de Carondelet y una muy distinta lo que emerge desde el Ecuador profundo.
Así, por ejemplo, cuando el Ministro Pablo Arosemena, asegura -suelto de huesos- que el gobierno del ‘encuentro’ dejará los motores encendidos de la economía lo que provoca es desconcierto, por decir lo menos. Las proyecciones respecto a la variación del PIB para el Ecuador en el año 2023 siguen ajustándose a la baja y, en escenarios mucho más realistas, apenas si podría incrementar en alrededor del 1%, es decir, incluso menor a la tasa de crecimiento de la población. Con ese grado de estancamiento de la economía doméstica resulta imposible crear condiciones para un crecimiento sostenido y generador de empleo.
A esto se suma que el riesgo país ha escalado a niveles que superan incluso a Argentina al ubicarse en más de 2030 puntos lo que condiciona seriamente la posibilidad de acceso a financiamiento y recepción de inversión extranjera directa. Entonces, señor Ministro, ¿podemos decir que rugen los motores de la economía?...
Como se conoce para estimular a una alicaída demanda agregada es necesario provocar el aumento del consumo, inversión, gasto público y dinamismo del sector externo (exportaciones netas).
Lamentablemente, poco se ha entendido, desde el oficialismo, la urgencia de enfocarse en una reducción de impuestos, una disminución de las tasas de interés y del sostenimiento de la inversión pública. Por el contrario, caminamos en contravía y dando palos de ciego, por lo que los resultados económicos no han podido ser más modestos. No obstante, en este país de las grandes contradicciones, tenemos a una economía estancada y eso sí a un próspero sector de la banca privada que cuantificó sus utilidades en el último año por sobre los 660 millones de dólares.
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