
La pandemia ha puesto en evidencia lo mejor y lo peor de Ecuador. Día a día, médicos, enfermeras y personal de servicio de los hospitales se juegan la vida por atender a quienes llegan con Covid-19, muchos de los cuales mueren. Sí, se juegan la vida. También están los invisibles que permiten que sigan operando los servicios públicos.
La otra cara que se nos ha mostrado es lo peor del país: el uso del poder para vacunar a la parentela cercana, a los influyentes, a los que tienen algún medio de comunicación, son figuras de un club deportivo, o que pueden obtener vacunas para los socios del club privado que dirigen. Siempre habrá un argumento que justifique las decisiones.
Nunca se vio tanto descaro ni tanta desfachatez. Nunca se medró tanto y con tanta caradura del miedo a la enfermedad, de la esperanza de la vacuna y, por otro lado, se pisoteó el derecho a ser atendido en el orden que determinaron las autoridades. La desvergüenza llega a tal punto que se ha puesto de moda el argumento de una supuesta «cláusula de confidencialidad» que oculta el latrocinio, la corrupción, las canonjías. De un lado, el país de los vivos, de los sapos, de los avispados, de los privilegiados que tienen todas las de ganar. ¡Plutócratas de las vacunas! Por otro lado, de una mayoría de giles que creen en las normas, en las instituciones y que actúan de «buena fe»: perdedores antes de iniciar la partida. ¡Democracia de los zopencos!
El improvisado Plan Vacunarse y su inaccesible portal hace las veces de cortina de humo para distraer la atención de la fanfarria en medio de la cual unos privilegiados, con suficientes contactos y poder, acceden a las vacunas con solo pedirlo o como una deferencia de la autoridad de turno
El improvisado Plan Vacunarse y su inaccesible portal (por lo menos hasta esta hora del 16 de marzo) hace las veces de cortina de humo para distraer la atención de la fanfarria en medio de la cual unos privilegiados, con suficientes contactos y poder, acceden a las vacunas con solo pedirlo o como una deferencia de la autoridad de turno.
En este contexto acusar al Gobierno es vano, una demanda al vacío que dejan los funcionarios que renuncian apresuradamente y se marchan para ponerse a buen recaudo. El Gobierno de Moreno concluyó hace tiempo: país sin gobierno.
En este punto, como lo han sugerido en la redes, creo que el Rotary Club debe asumir la gestión del Plan Vacunarse. No solo se tendría la certeza de que se recibirá la vacuna ―el segundo bautismo, el resucitar entre los muertos vivientes―, sino que los beneficiados la recibirán en medio de música, bocaditos y la entrega formal de un certificado de libre circulación respetando el distanciamiento social. El Ministerio de Salud está demás. ¡Quiero ser rotario!
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