
La segunda vuelta electoral ha llevado a un debate crucial sobre la propuesta de anular el voto. No es la primera vez que esto sucede, aunque ahora adquiere particular importancia. La propuesta proviene de Pachakutik como respuesta a la acusación de fraude y de un proceso poco transparente, que dejó a su candidato Yaku Pérez al margen de la contienda electoral. La segunda vuelta y los dos candidatos que compiten carecerían de legitimidad. Este es el argumento central de Juan Cuvi en ¿Por qué le temen al voto nulo? (https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/que-le-temen-al-voto-nulo). «Anular el voto no implica estar a favor ni en contra de ninguno de los dos finalistas, como socarronamente quieren hacerlo aparecer; significa cuestionar un proceso tramposo y plagado de irregularidades, del cual Guillermo Lasso y Andrés Arauz han sido, si no cómplices, al menos alcahuetes». Anular el voto sería una forma de sanción o rechazo a un proceso electoral viciado.
Anular el voto tendría otro sentido. Gustavo Abad en su artículo Voto nulo o la ética de la resistencia (https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/el-voto-nulo-o-la-etica-la-resistencia) argumenta que tal decisión implica ante todo no caer en el juego perverso del mal menor, que inevitablemente se tradujo en el peor de los males. Desde su perspectiva «el voto nulo consciente es otra forma de disidencia. Es la herejía de nuestro tiempo en que los sacerdotes de la corrección política proclaman la necesidad de alinearse».
Desde otra perspectiva, Beatriz León crítica el llamado para anular el voto, y afirma que «Las luchas por nuestras convicciones deben ser limpias, desde la calle hasta la escuela, dentro del marco democrático y constitucional, sin ser agredidos por gobernantes autoritarios. Con independencia entre funciones estatales y respeto a cada uno de nosotros a pesar de nuestro pensamiento inconforme. Por eso, no da lo mismo, votemos por la alternativa distinta para disentir sin arriesgarlo todo». León crítica las concepciones políticas del candidato Lasso; opinión con la cual estoy el total acuerdo. Desde su punto de vista el riesgo de un retorno de autoritario de Correa/Arauz es un argumento central a la hora de optar por anular o no el voto. La de Beatriz León no es una reflexión desde la derecha.
Los movimientos de todo el espectro social y especialmente el movimiento indígena tienen a su haber una enorme experiencia de lo que fue sobrevivir bajo el correísmo. Autoritarismo puro y duro. El voto nulo no eximirá a quien lo ejerza de la responsabilidad de una renovación autoritaria
El debate sobre voto nulo es más importante que el que se dio entre los dos candidatos. Las condiciones no son como las de otras elecciones. En las actuales circunstancias, hay algo más de fondo. Es el destino mismo de la democracia, de la débil, frágil y destartalada democracia. En primer lugar, se enfrentan dos candidatos, uno de ellos enmascarado: Arauz no pasa de ser la máscara circunstancial del candidato Correa. Lo que diga Arauz sobre un potencial gobierno se debe leer a la luz de las palabras y de las acciones. Los movimientos de todo el espectro social y especialmente el movimiento indígena tienen a su haber una enorme experiencia de lo que fue sobrevivir bajo el correísmo. Autoritarismo puro y duro. El voto nulo no eximirá a quien lo ejerza de la responsabilidad de una renovación autoritaria. El contraargumento es que detrás de Lasso están los socialcristianos y que el autoritarismo de cuando fueron gobierno (Febres Cordero) compite con el de Correa. El autoritarismo siempre será una amenaza a los derechos de los ciudadanos en democracias frágiles como la que vivimos con independencia de las orientaciones políticas de los gobiernos de turno. Sin embargo, en el caso de un triunfo de Lasso, el autoritarismo es una posibilidad, en el caso de un triunfo de Correa, es una certeza.
En segundo lugar, ¿tiene el voto nulo un efecto práctico sobre la legitimidad de quien salga elegido? No lo creo. Los triunfos electorales generan inmediatamente nuevos escenarios políticos y el tema de la legitimidad pasa a un segundo plano. La gran falencia de la democracia en el país es que el poco espacio de diálogo, algo esencial para su estabilidad, ha sido estigmatizado y destruido: no existen ni oponentes, ni crítico, sino enemigos. Es el drama de todas las democracias en las que el populismo hecha raíces. (El caso Trump en EE.UU, es aleccionador). El ganador así sea con medio punto porcentual ―más aún en un régimen hiperpresidencialista como el de aquí― se lleva todo el pastel sin que exista ningún incentivo para negociar con los derrotados. Estos son enemigos con quienes no se dialoga. El correísmo lo sabe e hizo uso y abuso del arte de construir enemigos y de usar el poder del
Estado para perseguirlos, estigmatizarlos y encarcelarlos. Nuevamente, el contraargumento será que con Lasso puede suceder algo similar. La respuesta es que es una posibilidad, con Correa es una certeza basada en diez años de experiencia política. El voto nulo no crea ni capital político ni capital simbólico como para garantizar un espacio de negociación en torno a los derechos fundamentales. Es una señal de resistencia, sin duda, pero la resistencia por sí sola, así sea la expresión de una ética sobresaliente y admirable, tiende a agotarse.
El voto nulo es, en teoría, mantener una posición autónoma frente a dos competidores. La realidad no es así. El voto nulo implica potenciar la capacidad de decisión de otros. Eso sucede en todos los universos finitos y el universo de los votantes lo es. Entiendo perfectamente y lo respeto como un ejercicio democrático, un derecho y un acto de libertad, igual que ir a votar. Sin embargo, el voto nulo no libra a nadie ni a quien lo ejerce de las consecuencias de la derrota o de la victoria de una u otra posición política. El voto nulo no nos libra de la condena de vivir el futuro.
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